Por Toni García |
CRÍTICA URBANA N. 31 |
”La urbanización se vio siempre como una solución a la crisis. Pero ocurre que al permitir salir de las crisis, la urbanización también las produce.”
David Harvey, The Ways of the World, 2017
El actual proceso de urbanización en Galicia tiene su origen en las transformaciones producidas desde mediados del siglo XX tras el cambio a la economía de mercado, con una desagrarización que fue seguida por la urbanización del medio rural, fomentando la dispersión de usos y la superposición de formas urbanas sobre la trama rural.
Un hecho sobre el que hoy se asientan las dificultades de la gestión del territorio y de su desarrollo, lastrando tanto los procesos de transformación del sistema urbano, como la ordenación del espacio rural, desde la localización de actividades y funciones, al uso de la tierra, la movilidad o la producción de energía.
Si fragmentario es el resultado del proceso de urbanización en Galicia, no lo es menos la gestión del territorio, condicionada por una suma de decisiones individuales en conflicto con los actores implicados, donde cualquier proyecto que necesita de un lugar para implantarse entra en discusión con la naturaleza del sistema de asentamientos y con la ordenación urbanística de las distintas administraciones.
Tanto las políticas públicas sobre el suelo, como sus instrumentos de planeamiento, han favorecido el fomento económico antes que la ordenación espacial, y lo han hecho de forma sectorial y sin una planificación a nivel regional. Recordar que tras la aprobación en 2011 de las directrices de ordenación del territorio de Galicia aún no se han desarrollado los instrumentos para la ordenación del territorio rural, lo que hasta ahora ha alentado procesos de urbanización ajenos a la estructura territorial heredada. Al coincidir sobre el mismo espacio tanto las dinámicas propias como las promovidas por las políticas públicas, sin que el planeamiento haya servido para poner orden, se ha originado una realidad desestructurada donde confluye el negocio de construir ciudad en el campo junto con la pervivencia del campo en la ciudad.
Hacia un espacio rural homogéneo y monofuncional
Una de las consecuencias de la actual dinámica urbanizadora es la tendencia a la homogeneización espacial, funcional y social del espacio rural, donde no se tiene en cuenta la potencialidad de un desarrollo endógeno que considere otras opciones, como las que se están produciendo bajo iniciativas individuales locales, que apuestan por la transformación y la generación de productos de calidad, o la venta en circuitos cortos, que en términos ambientales y culturales ayudarían al mantenimiento del paisaje y de su biodiversidad, contribuyendo al equilibrio territorial y social. Al contrario, cada año se cierran cientos de granjas reduciendo la población ocupada en el sector primario, lo que favorece el abandono de las tierras de labor y su ocupación por grandes grupos económicos, de empresas mineras, de eólicos, o de ganadería sin tierra, mientras la agricultura gallega basa su producción en un modelo industrial intensivo, orientado al suministro de grandes cantidades de materia prima barata para la industria láctea foránea, para las grandes integradoras, o para la industria forestal.
Una transformación que responde a procesos de relevo de usos y actividades en el territorio, caracterizados por una ausencia de planificación y de ordenación, en la que los valores naturales, culturales y sociales son marginados, con el resultado de la pérdida de complejidad y diversidad, de la pérdida de presencia material e inmaterial de los elementos que constituyen el paisaje.
Mientras cada año disminuye la superficie agraria útil y casi una tercera parte de los alimentos ofertados en Galicia procede del exterior, en la gestión del territorio las alternativas para mejorar su productividad son parciales y realizadas en ámbitos muy acotados que no se planifican teniendo en cuenta sus potencialidades en el conjunto de la región. Esto se observa en iniciativas como las aldeas modelo, en el banco de tierras, o en la permuta de tierras agrarias puesta en práctica por vez primera en Friol (Lugo), posibilidad que ahora recoge la Ley de recuperación de la tierra agraria de Galicia de 2021, y que supone una alternativa a los numerosos procesos de concentración parcelaria existentes y los realizados durante décadas con demora y un alto coste económico y cultural, al substituir la trama rural heredada por una malla de pistas, para ganar accesibilidad a expensas de perder la unidad espacial que daba sentido a la aldea como unidad de poblamiento.
La artificialización de la extensión forestal
En la actual transformación del territorio las plantaciones forestales tomaron un protagonismo determinante sobre el monte, los pastos y las tierras de cultivo del sistema agrario, particularmente las realizadas con especies forestales de crecimiento rápido, entre las que el monocultivo de eucalipto está teniendo una expansión sin apenas restricciones, pese a la moratoria de plantación hasta 2025 y a la limitación de su cultivo en áreas de preservación (espacios naturales). De esta forma, con una superficie forestal que ocupa el 70% del territorio, donde crece la mitad de la madera que se corta en España, y con un incremento del abandono del monte y de los monocultivos forestales, el resultado es la pérdida de la coherencia entre el sistema productivo y los usos del suelo, siendo ahora el mercado quien establece esa relación, lo que ayuda a provocar el efecto paisajístico del desorden tan característico de nuestros espacios rurales urbanizados.
En la base de estos efectos se encuentra una gestión que dificulta integrar espacialmente los procesos ecológicos con los económicos, apostando por la productividad, el crecimiento, un rendimiento inmediato y la cantidad sin calidad. Sin plazos aún para cartografiar y catalogar los suelos agropecuarios y forestales, y sin los Planes de Ordenación de los Recursos Forestales que el Plan Forestal de Galicia establece para el año 2030, la gestión recae en manos de pequeños propietarios, salvo excepciones donde se asocian como en la SAT Montes de Trabada, y en medidas transitorias que resultan insuficientes para garantizar la preservación de los valores naturales, de la biodiversidad y de la riqueza agraria.
El incremento de la movilidad y la fragmentación de la accesibilidad
En el proceso de urbanización gallego la trama rural influye y permanece en la trama urbana condicionando su desarrollo. Con la red viaria como elemento principal para su difusión y el parcelario rural como base sobre el que superponer la edificación, la accesibilidad continúa siendo el vector de organización espacial del territorio y lo que está ayudando a transformar su paisaje. La asociación entre accesibilidad y localización es la base de la desnaturalización del sistema de asentamientos gallegos y es, al mismo tiempo, la relación básica sobre la que se fundamenta el planeamiento urbanístico en Galicia.
Desde final de los años 80, la extensión de la urbanización desde las ciudades centrales hacia los ayuntamientos limítrofes fue seguida por procesos de urbanización de núcleos rurales y de cabeceras comarcales, lo que acabó por ampliar las diferencias entre el interior de la región y el conjunto de ciudades intermedias que configuran su sistema urbano principal (de Ferrol a Vigo). Con la llegada del siglo XXI y el desarrollo de las infraestructuras viarias se incrementó la deslocalización y desregulación del trabajo, vivienda y trabajo ya no tienen por qué estar próximos, aparecen modos y relaciones laborales que amplían los mercados de trabajo a todas las escalas, aumentando así el tamaño de los desplazamientos.
Este incremento de la movilidad continúa basándose hoy día en el uso mayoritario del automóvil privado para los movimientos en las áreas urbanas, con una inversión de recursos en infraestructuras para el tráfico rodado y un desarrollo insuficiente del transporte colectivo, en redes de autobús poco eficientes y sin transporte ferroviario de cercanías, lo que facilita la segregación territorial por usos, particularmente de la residencia.
Las políticas de movilidad se han realizado de manera sectorial, acentuando los desequilibrios y desconexiones, tanto al interior de las áreas urbanas como entre ellas, con la Galicia interior, las regiones limítrofes y el resto del estado. Esta conectividad interurbana, fragmentada social y económicamente, a través de la red de autovías y ahora con el tren de alta velocidad, aún no ha resuelto la accesibilidad con aquellas áreas no integradas en ellas.
La dispersión de los usos y de las actividades urbanas
Galicia posee una organización espacial policéntrica, con un sistema urbano que ha desbordado los límites administrativos de las ciudades principales y los de sus ayuntamientos limítrofes, conformando un espacio entre ciudades necesitado de una organización supramunicipal, que cada vez acumula más población y actividad económica, a costa de la mayoría del territorio, que posee una gran importancia socioeconómica y ambiental, pero una población cada vez más reducida.
Estos espacios entre ciudades son los más dinámicos de la Galicia actual, reciben población y crecen de manera discontinua. Son lugares determinados por contenedores de usos terciarios entremezclados con usos residenciales, caracterizados por la accesibilidad y la conexión a las redes que les dan servicio. Unos sirven a las áreas urbanas o a toda la región y necesitan de grandes espacios para su implantación, el resto se organiza en un ámbito supramunicipal, lo que incrementa la especialización de los usos del territorio, de las relaciones de sus habitantes y de aquellos que se conectan a ellas de manera transversal.
Si a lo largo de los espacios con mayor actividad y población observamos un proceso urbanizador de límites discontinuos entre espacios libres, servicios y áreas residenciales de distinta densidad, caracterizadas por la segregación social y funcional, en el resto del territorio, el incremento de dotaciones acortó la distancia entre habitantes y servicios prestados a nivel local, aunque la actual reducción de sus prestaciones y el aumento de la movilidad ha incrementado el desplazamiento de la población hacia las dotaciones de los núcleos urbanos y a sus espacios de relación, acrecentando el vaciado de usos y de actividades en favor de las áreas urbanas.
Conclusiones
El actual proceso de urbanización se acompaña de un incremento en la dispersión de los lugares de residencia, trabajo, equipamientos, infraestructuras y servicios sobre el territorio. Cuyo resultado resulta insostenible tanto en términos sociales, económicos, como ambientales, reduciendo la igualdad de oportunidades para todos sus habitantes, discriminados por renta a la hora de acceder a vivienda y servicios, lo que representa un aumento de la especialización funcional y de la segregación social.
Los procesos económicos y las transformaciones espaciales sobre nuestro territorio han aumentado de escala, por lo que necesitan entenderse, ordenarse y gestionarse a nivel regional y en su relación con otras regiones, al tiempo que sus dinámicas internas producen hoy un paisaje fragmentado, polarizado entre el incremento de la movilidad y la acumulación de actividades y servicios en el ámbito de las áreas urbanas, y la homogeneización espacial, funcional y social del espacio rural a partir de su abandono o su ocupación por actividades extensivas.
Nota sobre el autor
Antonio García Fernández es doctor arquitecto por la TUDelft. Ha sido presidente y socio fundador de Arquitectura sin fronteras en Galicia y delegado de España para la mejora de la vivienda y los asentamientos rurales iberoamericanos del CYTED-AECI. Profesor de arquitectura y urbanismo en distintas universidades de Europa y América Latina. Ejerce de arquitecto en García-Somoza arquitectos y de editor en Edicións Espontáneas, dedicada a la investigación sobre la vivienda y la transformación del territorio.
Para citar este artículo:
Toni García. El actual proceso urbanizador en Galicia. Apuntes sobre su impacto territorial y su gestión. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol. 7, núm. 31, Galicia. Conflictos socioambientales. A Coruña: Crítica Urbana, marzo 2024.