Por Asunción Blanco-Romero y Filka Sekulova |
CRÍTICA URBANA N.10
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En su esencia, el decrecimiento es una confrontación directa con la centralidad del crecimiento económico presente en nuestras vidas, sociedades y economías, a nivel tanto mental y político, como emocional y cultural, dado el eterno objetivo de aumento indefinido del producto interior bruto de cualquier territorio a cualquier escala. En términos prácticos el decrecimiento se entiende como una propuesta por una reorganización política y económica radical que resulta en una reducción drástica de los flujos de energía y materiales.
La hipótesis principal presente tras esta proposición es la posibilidad real de organizar una transición que lleve a un buen nivel de vida, bajo un sistema político-económico con un menor consumo de recursos.
El decrecimiento defiende que la raíz de las crisis múltiples que conocemos desde antaño, tanto climáticas, como de justicia social y económicas, está vinculada al modelo de desarrollo basado en el productivismo, el crecimiento material indefinido y la acumulación capitalista. Así, entendemos el crecimiento en un sentido material y amplio: en términos de flujos monetarios y de materias primas, construcción de mega-infraestructuras, productividad y mercantilización de los espacios y todos aquellos elementos de la vida que se pueden vender y comprar. A su vez, el decrecimiento no es lo contrario del crecimiento. Tampoco es un objetivo en sí. La idea no es remplazar el fetiche de crecimiento con un fetiche de decrecimiento, sino encontrar y aplicar, un camino político, teórico y práctico, hacia la justicia social y la sostenibilidad ecológica. Para ello son necesarias miradas múltiples, estrategias múltiples, y actores múltiples. De este modo, el decrecimiento es una diversidad de corrientes, o ideas, que conjuntamente confrontan las raíces, o las razones, de las crisis múltiples. Lo que llamamos las raíces del decrecimiento.
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Raíces del decrecimiento
Desde la economía ecológica el decrecimiento implica una reducción de la escala de la economía, o más bien de su metabolismo, para poder mantenernos dentro de la capacidad que el planeta tiene para absorber los daños e impactos poco deseables, como emisiones de CO2, acidificaciones marítimas, contaminación atmosférica, salinación, erosión, entre otros muchos. Pero también de la capacidad planetaria de proveer recursos materiales y energéticos.
En relación con la economía ecológica, otra raíz de decrecimiento es la exacerbación de los conflictos ambientales, tanto en el Sur como en el Norte. La lucha por la justicia ambiental es un mosaico de movimientos y redes locales de resistencia que a menudo plantean su economía moral en oposición a la lógica del extractivismo en las fronteras de las mercancías, defendiendo la biodiversidad de sus culturas y medios de subsistencia, sus comunidades y sus vidas.
En tercer lugar, el decrecimiento implica un cuestionamiento de las estructuras de gobernanza centralizadas, apostando por una desconcentración del poder de decisión, por profundizar en la democracia social y una mayor autonomía. El decrecimiento, desde esta perspectiva, no es una adaptación a límites inevitables, sino un proyecto que merece ser perseguido para la búsqueda de la autoconstrucción. La aplicación de la autonomía para el decrecimiento está relacionada con las autolimitaciones colectivas y voluntarias. Aquí la autolimitación colectiva no es un sacrificio (solo) por miedo a las catástrofes ambientales, sino el único camino para un mayor bienestar (buen vivir) para todas[1].
La cuarta raíz del decrecimiento implica una reflexión profunda sobre nuestros imaginarios, nuestras necesidades, deseos, entendimientos de la “buena vida” y el concepto de desarrollo. El decrecimiento en este sentido es un intento de descolonizar los imaginarios de la ‘contaminación’ materialista, un cuestionamiento de los valores economicistas, los indicadores y el hábito de ver los problemas sociales en términos de pérdidas o ganancias monetarias. Gracias a una reflexión “serena” sobre el concepto, Latouche[2] pretendía así desentrañar las contradicciones de los procesos de acumulación ilimitada capitalista definiendo precisamente lo que no es el decrecimiento. Por último, el decrecimiento toca algo más profundo que tiene que ver con el sentido; el sentido del trabajo, de las ganancias monetarias, de la aceleración de la vida, incluso del sistema patriarcal, las estructuras de género, etc. en definitiva, con el sentido de la vida. Cada día más personas reducen sus horas de trabajo o intensidad laboral-formal, o incluso dejan algún trabajo bien pagado para dar más espacio a las actividades y las personas que verdaderamente les aportan sentido. Aquí aparecen los estudios sobre los niveles de felicidad y el decrecimiento se convierte en una llamada a una necesaria simplicidad voluntaria, a descolonizar, diversificar y feminizar la economía y la vida, lo que Latouche llamó “la abundancia frugal y la autolimitación”.
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¿Cuál es la relevancia del decrecimiento para el sector turístico?
Si repasamos todas las fuentes que estudian el decrecimiento, comenzando por la economía ecológica, varios trabajos indican que el turismo es el quinto contaminante de CO2 a escala global. Por ejemplo, entre 2009 y 2013 la huella de carbono del turismo aumentó 4 veces el 8% de emisiones de GHG a nivel planetario[3], y podría ser aún mayor si se toman en cuenta otros factores[4]. En términos de conflictos ambientales, vemos una clara escalada en la violencia estructural causada por el turismo en diversas formas: producción de desigualdades, residuos y espacios de exclusión[5].
En relación con los imaginarios y la crítica al desarrollo, en los países y regiones empobrecidas, después de haber escapado de la subyugación económica formal colonialista, se ha adoptado el desarrollo del turismo como un medio por obtener acceso a la economía capitalista global dominada por productores industriales avanzados y entrando en nuevas relaciones de dependencia e intercambio desigual dentro de un clima postcolonial. Donde el desarrollo no es en absoluto justo o sostenible, ya que el retorno de beneficios puede llegar a ser en algunos destinos, menor al 5%, representando un trickle down bastante empobrecedor. Se trata igualmente de una industria dependiente de mano de obra barata y precaria. Como señalaba Hochschild[6], lo que muchos trabajadores turísticos venden esencialmente es su “trabajo emocional”: la generación de un estado afectivo particular que facilita a los turistas el logro de su propio afecto, subyacente a la experiencia positiva que están deseando.
Por último, y en relación con el sentido de la vida, los viajes turísticos emergieron como un nuevo símbolo de estatus, asociado con una noción artificialmente creada de en qué consiste la buena vida. Pero, ¿sabemos si el turismo contribuye a la buena vida y cómo? De ese modo, cuestionar el turismo implica cuestionar los mismos mecanismos que favorecen la canalización de nuestro descontento a través de la velocidad, de la competitividad y del estrés diario, cada vez mayores en nuestras vidas. Como señala Fletcher y Neves[7], el turismo se ha convertido en un mecanismo de alivio capitalista de las presiones laborales y de la vida en la sociedad capitalista.
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Narrativas del decrecimiento en la industria turística
Como hemos visto, la importancia de la industria turística en el proceso de decrecimiento tiene una dimensión enorme debido a su magnitud y nivel de globalización, principalmente territorial. Así, el turismo, a nivel mundial, se presenta como una de las vías de acumulación de capital más potente y uno de los principales mecanismos de mantenimiento de la expansión y de la reproducción del sistema capitalista. El carácter extractivista de la actividad turística así como su necesaria “creación destructiva” como base de los ciclos de acumulación por desposesión[8] y generación de valor, a través de procesos autodestructivos y de formas de violencia estructural[9], ponen la industria turística en el centro del debate del decrecimiento.
El actual modelo de desarrollo turístico, presente en numerosas regiones del planeta, ya ha provocado reacciones a nivel social e institucional, surgiendo la discusión de la necesidad de decrecimiento turístico en aquellas zonas afectadas por la saturación turística, el denominado overtourism. Este diagnóstico de congestión e intensificación del metabolismo socioeconómico (los flujos de materiales y energía consumidos) y su huella ecológica (traslación a la capacidad biofísica del territorio), pone en evidencia la necesidad de marcar unas líneas de actuación prioritarias. Elementos clave como la reducción del número de turistas, las distancias de viaje y su frecuencia, su consumo de recursos naturales, su contribución a la desigualdad, la segregación social o la gentrificación, forman parte de requisitos imprescindibles a conseguir. En determinadas regiones, a escala local, las administraciones tienen en sus manos medidas reales que harían posible el aumento del retorno social del turismo, a través de la reducción de la inversión de presupuesto público en la promoción turística, el uso de medidas fiscales para posibilitar la contención o el control del crecimiento turístico, regulación a nivel urbanístico para posibilitar el decrecimiento, o incluso, la modificación de los modelos de gestión de los territorios turísticos.
Se entiende entonces que el decrecimiento a escala global también supone una importante transformación del turismo. Una forma diferente de turismo que se aleje del imperativo del crecimiento, como parte de una nueva práctica “post-capitalista”, con potencial para transformar drásticamente esa misma red global[10]. Orientándose a combatir la desposesión de la población local de sus espacios cotidianos, la dificultad de acceso a la vivienda, a mitigar el cambio climático, el agotamiento de los recursos fósiles, la pérdida de biodiversidad o la superación de los umbrales de resiliencia biofísica.
Al igual que señalaba en su momento Latouche para el decrecimiento en general, la defensa del decrecimiento turístico no es la destrucción del turismo o el antiturismo. Se trata de buscar fórmulas de desturistización en las que la actividad lúdica y de ocio se organice y se practique de forma y a escala diferentes[11], que respete, nutra y cuide las comunidades locales y los ecosistemas, en una sociedad decrecentista.
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[1] Kallis, G. (2019). Limits. Why Malthus Was Wrong and Why Environmentalists Should Care. Stanford Briefs.
[2] Latouche, S. (2007). Petit traité de la décroissance sereine, Paris, Mille et Une Nuits.
[3] Lenzen, M.; Ya-Yen Sun; Futu Faturay; Yuan-Peng Ting; Geschke, A. & Malik, A. (2018). The carbon footprint of global tourism, Nature Climate Change, doi 10.1038/s41558-018-0141-x
[4] Rico, A.; Martínez-Blanco, J.; Montlleó, M; Rodríguez, G.; Tavares, N.; Arias, A. & Oliver-Solà, J. (2019). Carbon footprint of tourism in Barcelona. Tourism Management, vol. 70, p. 491-504.
[5] Büscher, B. & Fletcher, R. (2017). Destructive creation: capital accumulation and the structural violence of tourism. Journal of Sustainable Tourism, Vol. 25:5, 651-667.
[6] Hochschild, A. (2003). The Managed Heart. Commercialization of Human Feeling. University of California Press
[7] Fletcher, R., & Neves, K. (2012). Contradictions in tourism: The promise and pitfalls of ecotourism as a manifold capitalist fix. Environment and Society, 3(1), 60–77.
[8] Harvey, D. (2006). Spaces of global capitalism: A theory of uneven geographical development. London: Verso
[9] Büscher, B. & Fletcher, R. (2017). Destructive creation: capital accumulation and the structural violence of tourism. Journal of Sustainable Tourism, Vol. 25:5, 651-667.
[10] Fletcher, R., Blanco-Romero, A., Blázquez-Salom, M. & Murray, I. (2018). Tourism and Degrowth: Impossibility Theorem or Path to Post-Capitalism? 8/4/2018. Entitlecollective. Disponible en línea: https://entitleblog.org/2018/03/08/tourism-and-degrowth-impossibility-theorem-or-path-to-post-capitalism/
[11] Fletcher, R.; Murray Mas, I.; Blanco-Romero, A. & Blázquez-Salom, M. (2019). Tourism and degrowth: an emerging agenda for research and praxis. Journal of Sustainable Tourism.
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Nota sobre las autoras
Asunción Blanco-Romero. Doctora en Geografía. Profesora en el Departamento de Geografía de la Universitat Autònoma de Barcelona. Presidenta del Grupo de Turismo de la Asociación Española de Geografía. Miembro del Steering Committee of Cultural Geography Commission of International Geographic Union.
Filka Sekulova. Doctora en economía ecológica. Investigadora postdoctoral en temas de decrecimiento, felicidad y naturaleza urbana en el Instituto de Ciencias y tecnologías ambientales en Universitat Autònoma de Barcelona.
Para citar este artículo: Asunción Blanco-Romero y Filka Sekulova. Decrecimiento e industria turística, ¿un oxímoron?. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.3 núm.10 Qué turismo. A Coruña: Crítica Urbana, Enero 2020. |