Por Isabel Serra |
CRÍTICA URBANA N.16 |
Según ACNUR, el principio de no discriminación se refiere a la garantía de igualdad de trato entre los individuos, sean o no de una misma comunidad, país o región, vela por la igualdad de derechos y la dignidad de todas las personas. La acción de dar un trato diferente a personas entre las que existen desigualdades sociales se llama discriminación.
La desigualdad se puede expresar en diferentes ámbitos: económicos, políticos, sociales y medioambientales, produciendo fenómenos espaciales de segregación, expulsión, gentrificación, hacinamiento, entre otros, que no procuran el resguardo del principio de la no discriminación, generando injusticia espacial y estigma territorial.
En Chile, la encuesta PNUD-DES de 2016 advierte un ámbito distinto de desigualdad que tiene un correlato directo en el acceso y uso del espacio público: el 41% de la población encuestada declaró haber experimentado en el último año alguna forma de malos tratos, desde ser pasado a llevar o ser mirado en menos, hasta ser discriminado o tratado injustamente.
Consultadas las personas sobre las razones, la clase social (43%) y ser mujer (41%) aparecen a considerable distancia de todas las demás como las razones más frecuentes de la experiencia de malos tratos. Lo que revela el informe es esa percepción de “menoscabo”, que reitera el ser y sentirse mirado en menos y las consecuencias que esto trae a la vida urbana.
Actualmente existe una creciente rivalidad y competencia por el espacio público, cada día más escaso. En este sentido, la calle es el espacio que más recoge la densidad de relaciones humanas y la tensión que genera el modelo de competitividad y mercantilización de la vida cotidiana. Las ciudades son los lugares de mayor intensidad de uso, de mayor diversidad y heterogeneidad y en donde se producen también las mayores acciones de discriminación en el espacio público.
Para dar respuesta a esta nueva realidad, Joan Subirats, en su libro El Poder de lo Próximo (2016), propone atender a una visión renovada de la ciudadanía para repensar el espacio público. Esta se construiría como el derivado de un triángulo de tensiones entre autonomía individual, igualdad y diversidad, y donde el desafío de nuestros territorios sería que fuesen más inclusivos y equitativos, donde convivan las personas en su diversidad, sin jerarquías ni discriminaciones.
Desde esta perspectiva, el aporte del Col.lectiu Punt 6 y su libro Urbanismo Feminista (2019) es invaluable, ya que en un contexto específico propone visibilizar y valorar la complejidad de la vida cotidiana de las personas, incorporando la mirada interseccional, permitiendo responder a las necesidades de las diferentes personas con distintos usos, horarios, cuerpos y que estos puedan relacionarse de manera simultánea, con autonomía y sin discriminación de ningún tipo.
Para incorporar esta perspectiva en el diseño de espacio público, se recomienda iniciar el trabajo de análisis del caso incorporando un conjunto de herramientas que permita establecer las necesidades, intereses y problemas específicos de los distintos grupos desde la perspectiva interseccional, identificar las interrelaciones que se establecen entre ellos y ellas, desagregando los datos por unidades para poder identificar las principales inequidades, brechas y barreras que se establecen, tanto en el espacio público como en el privado, incorporando también en el análisis la mirada multiescalar, desde el territorio, la ciudad, el barrio y la vivienda.
Este diagnóstico permitirá determinar las necesidades de los posibles grupos de beneficiarios/as del proyecto. Esta es una etapa esencial, ya que deberá reflejar los múltiples ámbitos en donde las desigualdades y discriminaciones entre los distintos grupos se manifiestan.
Se recomienda además incluir un análisis de la percepción de los/las diversas usuarias, enfatizando el ámbito de seguridad, ya que es donde se profundiza la brecha de género, la discriminación y la exclusión; partiendo por identificar dónde y por qué se sienten inseguras las mujeres; señalar los espacios que no tienen control visual ni social e incorporar recomendaciones sobre el diseño de mobiliario, vegetación e iluminación, previendo la instalación segura de espacios intermedios tales como escaleras, galerías, halls y baños en sitios bien conectados y visibles del resto de los lugares.
En materia de accesibilidad, habría que identificar las actividades de cuidado -protección, traslado, compras, acompañamiento, entre otras- y proveer el acceso universal a todos los servicios disponiendo espacios de aseo, lactancia e higiene adecuados.
En el ámbito de la movilidad, es necesario realizar un análisis de rutas, horario, frecuencias, flujos y actividades de las usuarias. Desde la perspectiva de la peatonalización, hacer hincapié en el diseño y ejecución de veredas, mobiliario urbano y sobre todo paraderos, espacio donde más esperan las mujeres por el transporte público.
Por último, es fundamental la promoción de un lenguaje visual no discriminatorio, ya sea en publicidad, carteles y anuncios. También sería positivo incorporar nomenclatura en calles, plazas, parques y edificios que recuerden mujeres que han hecho aportes en este ámbito visibilizándolas en nuestros barrios, urbes y país: pequeños detalles que ayudan a construir una ciudad más inclusiva y equitativa.
Desde esta perspectiva podríamos escribir sobre diseño inclusivo y no discriminatorio para personas grandes, niños, niñas y adolescentes, pero eso será material para otro artículo.
Para finalizar, solo hay que recordar que el espacio público es un bien escaso y está en disputa y es nuestro deber dar una respuesta no discriminatoria en su diseño, acceso y uso. Nuestro desafío está en visibilizar los distintos aportes y aprendizajes de diversas experiencias e incorporarlos en los distintos protocolos y manuales de diseño y gestión para su difusión e implementación en el mejoramiento de nuestras ciudades.
Nota sobre la autora
Isabel Serra Benítez. Arquitecta, experta en políticas públicas, académica del Laboratorio Ciudad y Territorio de la Universidad Diego Portales, ha trabajado en diversos proyectos de innovación territorial, ha participado en mesas de elaboración de política pública urbana, en planes maestros de regeneración urbana, y planes de movilidad. Actualmente se encuentra investigando temas de futuros urbanos y cultura digital.
Para citar este artículo:
Isabel Serra. Aportes al diseño del espacio público no discriminatorio. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.4 núm. 16 No Discriminación A Coruña: Crítica Urbana, enero 2021.