Por Marta Conde; Filka Sekulova; Giacomo D’Alisa |
CRÍTICA URBANA N.27 |
La guerra en Ucrania ha supuesto una disminución del acceso a recursos energéticos que ha sido utilizado como excusa para justificar cortes de luz o límites de calefacción en los hogares. Cabe resaltar dos aspectos de esta austeridad; primero, son millones las personas que no han vivido por encima de estos límites y si hay restricciones serán los primeros en sufrirlas, pasando del sacrificio a la miseria.
Segundo, la reducción de la disponibilidad de recursos no es solo debido a la decisión del gobierno ruso de cortar el suministro de gas a Europa, sino que responde a una causa de mayor calado, o sea, la búsqueda a toda costa del crecimiento económico.
La búsqueda del crecimiento económico genera grandes costes (ambientales, sociales, culturales y económicos) debido a la extracción de materiales y energía, la pérdida de biodiversidad, la emisión de gases invernadero, la dispersión de residuos tóxicos y contaminantes, el aumento de la deuda y de la desigualdad. Estas son las causas invisibles de la ralentización del crecimiento económico o mal llamado decrecimiento forzado. Sin embargo, esta recesión (o estancamiento secular) está alejada del decrecimiento que defendemos, ya que causará un incremento aún más injusto de las desigualdades provocadas por el despojo social y ecológico. Al contrario, el decrecimiento diseñado y planeado democráticamente busca que los ecosistemas vuelvan a florecer, que el gozar de la vida esté al alcance de todas, y el ocaso de la opulencia de unos pocos (D’Alisa et al. 2014)
Las respuestas dominantes por parte de las instituciones políticas y empresariales a los problemas causados por el crecimiento están encabezadas por el crecimiento ‘verde’. La solución pasa por ‘crecer mejor’, diferente, creando menos impacto en el ambiente con energía limpia. Esta tendencia se manifiesta en una plétora de “Nuevos Pactos Verdes” (NPV) tanto en las agendas políticas europeas y estadounidenses, como en diversos movimientos sociales, y se ramifica hacia lo urbano a través de la promoción de “soluciones basadas en la naturaleza” (SBN).
En este artículo, abordamos críticamente ambos conceptos a través de la lente del decrecimiento. El NPV se ha convertido en un término general para diferentes visiones y potencialidades políticas (Mastini et al., 2021), cuyo objetivo es asegurar fondos para una transición verde. Bajo este lema vemos iniciativas como el European Green Deal, una “nueva estrategia de crecimiento” que deja intacta la economía neoliberal capitalista. Hay también NPV más progresistas como el de los demócratas de EE. UU. o el del Partido Laborista en el Reino Unido, así como los propuestos por la sociedad civil como el Pacto Ecosocial o el NPV feminista. Por otro lado, las SBN representan una amplia gama de intervenciones que buscan aprovechar las funciones naturales y la estética verde para enfrentar los desafíos de la sostenibilidad urbana.
Argumentamos que una economía de crecimiento requiere una socialización o transferencia de costes entre diferentes geografías y sujetos privilegiados hacia otros más vulnerables. Por ello cualquier proyecto ecologista radical como el decrecimiento, debe tener como objetivo minimizar esta transferencia de costes (TC, de ahora en adelante) y por lo tanto los impactos a otros seres y mundos.
Utilizamos la TC como marco analítico para revelar las posibles implicaciones de los programas ecológicos como el desarrollo de las energías renovables en Cataluña y las contradicciones de la nueva ecociudad china de Tianjin.
Los motores del crecimiento y la razón del decrecimiento
La fuerza principal del crecimiento, más allá de la eficiente maquinaria capitalista que permite realizar el crecimiento económico, es la idea liberal encarnada en los seres humanos occidentalizados. Éstos creen tener derecho legítimo a extraer, controlar, usar, consumir, desperdiciar y disponer de todos los recursos que se consideren necesarios para satisfacer sus necesidades y deseos. Este cimiento cultural, impulsado por la autorrealización individual, los valores patriarcales y los imaginarios coloniales, ha sentado la base para la expansión de las fuerzas socioeconómicas capitalistas y reforzado el imaginario crecentista.
El decrecimiento proporciona una crítica de este sujeto antropológico y su respectiva configuración socio-ecológica. Propone un metabolismo social más liviano, que requiera menos energía y materiales y que sea capaz de ofrecer condiciones para sostener vidas (humanas y no) dignas de ser vividas. El decrecimiento presupone una reorganización política y económica radical de nuestra sociedad inspirada por las luchas por la justicia socio-ambiental. El gran cambio que presupone el decrecimiento se sustenta en una democracia profunda, el feminismo y la decolonialidad. El decrecimiento pues se inspira en sus movimientos hermanos como el Buen Vivir, Ubuntu o Ecosawaraj, y la vida sabrosa que, como muchos otros, dan respuesta al imperativo monolítico del progreso y desarrollo impuesto al Sur global por regímenes coloniales.
La transferencia de costes (TC)
En la búsqueda de necesidades y deseos personales, los individuos trasladan los costes a otros. Cuando una persona conduce un Ferrari como medio de autorrealización socializa el coste del CO2 que emite su coche de lujo. La capacidad de socializar los costes también mide el éxito de una empresa. La agroindustria utiliza grandes cantidades de pesticidas para ahorrar costes y maximizar las ventas, causando contaminación de tierras y aguas que generan costes (económicos, en salud, etc.) a los trabajadores y vecinos (campesinos y no). El vertido de desechos producido por territorios altamente urbanizados e industrializados tanto en áreas rurales próximas como en regiones lejanas es otra estrategia exitosa para transferir costes ya que se ahorra el coste de limpiar o verter ese desecho en su territorio.
La economía clásica teoriza estos costes como fallos ocasionales del mercado, y los llama externalidades. Al contrario, Kapp (1963) demostró que la socialización de estos costes no es eventual, sino inmanentes a las actividades económicas. Además, la TC tiene consecuencias adversas para la salud humana y los territorios, ya que contamina y agota los ecosistemas. A escala local, esto puede ser la contaminación lenta causada, por ejemplo, por una fábrica o un proyecto industrial contaminante, como la producción de asbestos. Mientras que, a una escala más amplia, pueden ser los impactos de la crisis climática donde el coste es transferido a poblaciones vulnerables y a las generaciones futuras.
La transferencia de costes de SBN: la eco-ciudad de Tianjin, China
La eco-ciudad simboliza la promoción y planificación de ciudades sostenibles a la vez que se estimula la economía, pero también generan TC. A modo de ejemplo presentamos la TC causada por la nueva eco-ciudad de Tianjin, financiada por los gobiernos de China y Singapur. El despliegue de SBN es uno de los paradigmas subyacentes de la eco-ciudad, visible en la revitalización de suelos contaminados, la purificación de aguas residuales y la presencia de vegetación en las partes centrales, cinturones verdes y varios cuerpos de agua interconectados. Tianjin está ubicada dentro de la región de Beijing, abarca más de 30 Km2 y albergará hasta 350.000 habitantes. Está planificada como un área compacta, con una combinación de usos del suelo y espacios para el empleo, la vivienda, el comercio y la recreación, todos conectados por el transporte público. Las características ecológicas del proyecto se monitorean a través de múltiples indicadores que miden desde la calidad del agua y el aire, hasta diferentes formas de «estilo de vida saludable».
La ciudad se realizó sin tener en cuenta aspectos de justicia social; las aldeas originales fueron demolidas y sus habitantes desplazados, lo que provocó una pérdida del conocimiento, cultura y costumbres locales en torno al océano y la sal (Wang y Mell, 2019). Así pues, nos encontramos ante un “acaparamiento verde” (Fairhead et al., 2012) acompañado de varias TC económicas, culturales y sociales.
Finalmente, el aspecto ‘eco’ del proyecto se entiende principalmente en términos de proteger a los ocupantes de la ciudad (económicamente acomodados) del daño ambiental, en lugar de beneficiar al medio ambiente global. La ciudad ecológica invita y promueve la expansión de estilos de vida que hacen un uso intensivo de la energía y los materiales. Las viviendas presentan una forma de vida desinfectada o artificialmente «verde», donde el aire se filtra y la basura desaparece. Los costes de estos estilos de vida y la infraestructura inteligente asociada son trasladados lejos, a las fronteras de extracción de los materiales y energía, y a los lugares donde se deposita o incineran sus residuos.
Su filosofía es cercana a las versiones crecentistas de NPV, donde el crecimiento económico se estimula a través del desarrollo inmobiliario (Wang y Mell, 2019) y la provisión de subvenciones y exenciones fiscales para las grandes empresas dispuestas a trasladar sus operaciones a la eco-ciudad.
La transferencia de costes de los NPV: la expansión de la energía renovable en Cataluña, España
Un NPV crecentista apuesta por una transición verde donde por ejemplo las energías renovables y la implantación del vehículo eléctrico emergen como el nuevo negocio ‘verde’. Muchos de estos proyectos ya están en marcha, y están provocando dos tipos de TC. Por un lado, en las zonas rurales, se están ocupando terrenos para instalaciones de energías renovables a gran escala y, por otro lado, la extracción de minerales, como el litio, níquel o cobalto, están generando impactos ambientales y sociales.
En Cataluña, la producción de energía ha sido una historia de ‘éxitos’ de TC del centro a las periferias, especialmente desde el área metropolitana de Barcelona a las áreas rurales menos pobladas del sur de Cataluña. Allí albergan líneas de alta tensión, alimentada por gas natural y presas hidroeléctricas, un oleoducto y una central nuclear. La expansión de infraestructura de generación energética en las zonas rurales tiende a justificarse presentando estas regiones y sus habitantes como improductivas o subdesarrolladas, con una agricultura e industria en declive. De esta misma manera, gobiernos y empresas energéticas presentan las energías renovables como una oportunidad para ‘desarrollar’ estas zonas. Sin embargo, ya se ha visto que esto solo acelera los procesos de despoblación, declive agrícola y económico y degradación ambiental. Recientemente, la creciente presión para implantar proyectos de energía renovable ha generado alarma y motivó a la Unió de Pagesos (mayor sindicato agrícola en Cataluña) a establecer un diálogo con asociaciones de municipios y de empresas eólicas y fotovoltaicas. Se consensuó una propuesta orientada a conseguir más concertación entre actores, mayor repercusión económica a nivel local y la no ocupación de espacios de alto valor agrario. Este proceso culminó en la creación de una Mesa de Diálogo Social para las Energías Renovables que pretende discutir una nueva ley de implantación de energías renovables. Aunque aún queda mucho recorrido por delante, procesos de diálogo y concertación social como este permiten una mejor planificación y la minimización de la TC.
El litio es un mineral clave en la producción de baterías y su extracción implica una alta degradación ambiental con un elevado uso de agua. Esto es motivo de gran preocupación para las poblaciones de Atacama que viven en las áridas salinas entre las fronteras de Chile, Bolivia y Argentina, donde se encuentra uno de los yacimientos de litio más grandes del mundo. Comunidades indígenas ya están notando falta de agua y protestan que no han sido consultadas sobre si quieren estos proyectos en su territorio (Catapa, 2019). Por otro lado, la Comisión Europea ha presionado para obtener un Tratado de Libre Comercio con Chile que garantice el suministro, y ha presentado una cláusula que estipula la liberalización (sin aranceles) del comercio del litio.
Así vemos que la fabricación de infraestructura y energía verde en nombre de NPV traslada los costes ambientales y sociales de extracción y producción a las personas y los territorios donde se extraen los minerales o se implantan los proyectos de energías renovables.
Conclusión
El giro global hacia la descarbonización y las políticas verdes tiene un coste. Aunque los NPV progresistas y las SBN construyan un discurso de ‘sostenibilidad global’, los compromisos para crear infraestructura de energía renovable y urbana para sostener el crecimiento verde desplazan costes sociales y ambientales a territorios y poblaciones históricamente marginados. Las narrativas y las agendas “verdes” no son inherentemente diferentes al neoliberalismo, y a menudo pueden perpetuar las mismas dinámicas.
Si bien la socialización de costes puede reducirse, no puede evitarse por completo, ya que es parte inmanente de la actividad humana y del metabolismo social de nuestras sociedades. Por lo tanto, la sociedad debe decidir qué sectores e industrias tienen niveles inaceptables de TC, con miras a eliminarlos de manera responsable y sensible.
Aunque la TC sea inevitable, una planificación para una transición verde desde el punto de vista del decrecimiento se esforzará, en primer lugar, en visibilizar y minimizar los costes, sean estos ambientales, sociales, políticos y/o culturales. En segundo lugar, y para evitar marginalizar aún más los grupos, lejanos y cercanos, afectados por la extracción o la infraestructura verde, se deben implementar prácticas de participación auténticas y no simbólicas, para garantizar que los beneficios y los costes de la transición ecológica se distribuyan de manera justa. Estos pueden incluir el derecho a decir ‘no’ a un nuevo proyecto o la implementación de procesos inclusivos e iterativos multicriterio en la planificación y toma de decisiones. Incluso si la TC no se puede eliminar por completo, se puede llegar a un acuerdo justo.
Referencias
D’Alisa G., Demaria F., Kallis G. (2014). Degrowth: A Vocabulary for a New Era. Routledge
Fairhead, J. Leach, and Scoones, M (2012) Green Grabbing: a new appropriation of nature?, Journal of Peasant Studies, 39:2, 237-261
Catapa (2019) La explotación de litio está secando el desierto más seco del mundo Accedido: https://catapa.be/es/lithium-exploitation-is-drying-out-the-worlds-driest-desert/
Kapp, K. W. (1963) Social Costs of Business Enterprise. Second enlarged edition of 1950. Bombay/London: Asia Publishing House, 311 p.
Mastini R., Kallis G., and Hickel J (2021) A Green New Deal without growth? Ecological Economics 179, 106832.
Wang, X., & Mell, I. (2019). Evaluating the challenges of eco-city development in China: a comparison of Tianjin and Dongtan eco-cities. International Development Planning Review, 41(2), 215-243.
Nota sobre las autoras y el autor
Marta Conde es Marie Curie Fellow (GROUT 897072) en la Universidad de Queensland y la Universidad Autónoma de Barcelona. Su investigación se centra en los conflictos ambientales de minería y la relación entre ciencia y activismo que desarrolló con el Proyecto Recercaixa 2017 “Activism Mobilising Science’.
Filka Sekulova, doctora en economía ecológica, es investigadora postdoctoral en la Universitat Oberta de Catalunya, y parte de Urban Transformation and Global Change Laboratory del Internet Interdisciplinary Institute. Su trabajo se centra en la renaturalización urbana desde una mirada de justicia social y económica, tal como en temas de decrecimiento, turismo y la transición socio-ecológica.
Giacomo D’Alisa, ecologista político, es un FCT postdoc (BPD / 116505 / 2016) del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, Portugal. Su interés de investigación se centra en el manejo de basura y los crímenes ambientales asociados, la gestión de los comunes y el decrecimiento.
Para citar este artículo:
Marta Conde; Filka Sekulova; Giacomo D’Alisa. Decrecimiento: hacia la disminución de la socialización de costes de la transición ecológica. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol. 6 núm. 27 Hábitat y Decrecimiento. A Coruña: Crítica Urbana, marzo 2023.