Por Emanuela Bove |
CRÍTICA URBANA N.27 |
Crecer hacia nuevos territorios, físicos y virtuales, es el dogma del capitalismo que sustenta el espejismo de un desarrollo ilimitado. Según la ley de mercado nuevos territorios representan nuevos consumidores, nuevos lugares de donde extraer recursos y mano de obra y, cada vez más, nuevos espacios para mercantilizar. La ausencia de límites es un axioma que se ha convertido en un valor cultural y simbólico que conforma el pensamiento económico, social y político, y estructura la sociedad de consumo. Pero, ¿es posible el crecimiento infinito en un mundo finito? ¿Y a qué precio?
El planeta en el que vivimos se basa en límites, la vida está enraizada en relaciones de ecodependencia e interdependencia. Traspasar los límites significa, por lo tanto, vulnerar o minar todo aquello que ampara la subsistencia y preserva un futuro posible.
En el 1972 The Limits to Growth alertaba sobre las inevitables consecuencias que los niveles de crecimiento mundial tendrían sobre el medioambiente y sobre la vida misma. El estudio[1] pretendía evaluar los efectos del crecimiento de la población y de la actividad antrópica sobre la Tierra, según los datos disponibles hasta la fecha y en un arco temporal de cien años. Abordaba problemáticas relacionadas con la pobreza y la abundancia, el crecimiento urbano descontrolado, la degradación paulatina del medioambiente, el descrédito de las instituciones y de la política, la precariedad del empleo y las crisis monetarias y económicas. A partir de esta amplia premisa, y compaginando la simulación informática con la reflexión teórica, el informe concluía que “en un planeta limitado, las dinámicas de crecimiento exponencial (población y producto per cápita) no son sostenibles”.
Ya entonces, era evidente que el ritmo vertiginoso de desarrollo era incompatible con los límites biofísicos de la Tierra. Reducir drásticamente la degradación ambiental era una opción obligada para evitar el colapso y lograr una condición de estabilidad ecológica y económica sostenible en el tiempo. La propuesta formulada era un estado de equilibrio global: un modelo de desarrollo sin crecimiento capaz de garantizar a todas las personas la satisfacción de las necesidades fundamentales y la igualdad de oportunidades para realizar su potencial humano, sin poner en peligro el derecho de las generaciones futuras a disfrutar de las mismas condiciones de vida. Alcanzar este estado de equilibrio suponía emprender un profundo proceso de transición para cambiar integralmente el modelo de desarrollo, implementando apropiadas acciones a escala local y global. Implicaba un arduo trabajo, un consenso mundial y, evidentemente, una clara voluntad política.

The Limits to Growth (1972) y Beyond the Limits (2022) _ Portadas
El estudio se convirtió en un texto de referencia que influyó en la opinión pública internacional, estimuló el pensamiento ecologista e incidió en la Declaración de Estocolmo, tras la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano celebrada en junio del 1972. Sin embargo, no logró generar cambios perceptibles en las políticas mundiales y fue del todo rechazado por una oligarquía que fundaba sus intereses en el modelo económico del crecimiento.
Así, a lo largo de las sucesivas décadas, el capitalismo no ha hecho más que crecer según los dictámenes de la economía neoliberal donde todo se mide en términos de flujos monetarios, donde el lucro se impone sobre la vida. La ausencia de límites es síntoma de una práctica política que avala el oportunismo de los grupos de poder y aniquila el interés general en nombre de una gestión empresarial. El incremento de la emergencia ambiental, el aumento de las desigualdades económicas globales y la vulneración de los derechos fundamentales en el Norte, pero sobre todo, en el Sur global, son parte de este proceso. Y la lógica especulativa y extractivista del capital financiero es su última etapa depredadora.
Cincuenta años más tarde, Beyond the Limits (2022), constituye el nuevo estudio del Club de Roma estructurado a partir de diferentes preguntas para comprender qué hemos aprendido desde entonces. En un contexto marcado por múltiples crisis, el balance no puede más que ser amargo, reafirmando la validez de aquellas propuestas y, aún más, la urgencia de llevarlas a cabo. Hablar de decrecimiento se convierte por tanto en un paso obligado.
Un necesario cambio de paradigma
El término decrecimiento es la base de una corriente de pensamiento donde convergen análisis, propuestas y prácticas formuladas en múltiples campos disciplinarios y en diferentes esferas de la vida que cuestionan radicalmente la ideología del crecimiento ilimitado. El objetivo común es construir un amplio abanico de alternativas para cambiar integralmente un modelo de desarrollo que genera crisis multidimensionales cada vez más graves, extensas y profundas.
En un marco de agotamiento mundial de los recursos, energéticos y materiales, que castiga más severamente a la gran mayoría de la población del Sur global, el decrecimiento no es una opción sino un hecho inevitable. Una realidad a la que adaptarse de forma planificada para evitar una peligrosa deriva hacia una gestión autoritaria de los activos que todavía quedan. Eludir esta amenaza requiere un decrecimiento equitativo de la esfera material de la economía, basado en los principios de suficiencia, de justicia -transnacional, interseccional e intergeneracional-, de redistribución de la riqueza y de las obligaciones, y del cuidado de la vida. Y conlleva, además, reorganizar la sociedad en torno a la provisión de mercancías y servicios esenciales, repensando radicalmente qué actividades son necesarias y cómo llevarlas a cabo en el respeto de las persones y del planeta.
Trazar las líneas de un proceso de decrecimiento significa, entonces, imaginar y promover otros valores civiles, culturales, políticos y económicos. Asegurar la libertad, la equidad, la salud y el bienestar como elementos imprescindibles para una vida humana digna. Impulsar un cambio de paradigma para construir colectivamente otra manera de pensar y sentir el mundo: una cosmología que compagine el reconocimiento y ejercicio de los derechos fundamentales con la tutela de las diferentes formas de vida que habitan el planeta. Los cuidados y la salud de las personas y del medioambiente, la soberanía alimentaria, la educación, la no discriminación, el transporte público, el derecho a la ciudad, a la vivienda digna y asequible y a los suministros básicos son parte de eso. La huella ecológica, los costos sociales, el daño ambiental, el progreso real, la calidad de vida o el buen vivir –todos aspectos ignorados por el PIB- conforman, a la vez, los parámetros para fundamentar una nueva relación entre medioambiente, economía y política, y para medir sus efectos.
Materializar este proceso comporta crear espacios de confluencia entre luchas y movilizaciones, entre entidades y movimientos sociales para que emerjan nuevos análisis e imaginarios que den cuerpo a un vasto espectro de iniciativas generadoras de una política trasformadora. Conlleva marcar una hoja de ruta compartida para construir una estrategia política emancipadora, capaz de articular diferentes propuestas desde una mirada amplia, inclusiva y diversa. Supone, además, hacer incidencia política para desarrollar un nuevo marco legislativo que responda a las prioridades ecosociales y promueva nuevos modelos de convivencia y de consumo, basados en la desmercantilización en pro de una economía social y solidaria. Y, evidentemente, implica repensar las formas de gobernanza para garantir la soberanía ciudadana y la calidad democrática, asegurando la transparencia de las instituciones públicas y la congruencia de sus acciones con el interés general.
Las múltiples crisis que atraviesan el presente tienen causas políticas y, por ende, requieren soluciones políticas. Procedimientos que veten los abusos del mercado y las prácticas depredadoras en una perspectiva de justicia Norte-Sur. Iniciativas concretas que, en detrimento de la maximización ciega de los beneficios, repiensen integralmente el actual sistema de producción. Para avanzar en esta dirección hace falta un cambio de paradigma a escala global que marque los pasos y genere los instrumentos de un proceso de transición ecosocial. Un proceso que, coordinando los diversos niveles institucionales, defina un programa de intervenciones intersectoriales a corto, mediano y largo plazo. Un conjunto de medidas y acciones, integrales y coherentes, fundamentadas en la defensa de los bienes comunes y la justicia financiera, social y climática, integrando estructuras y relaciones humanas basadas en una perspectiva ecofeminista y antirracista.
Plasmar otro paradigma conlleva, además, superar la retórica del discurso y la hipocresía de un crecimiento verde (Green New Deal) que, sin cuestionar el modelo capitalista, configura nuevas fronteras de expropiación y acumulación manteniendo intactas, cuando no reforzando, las desigualdades y violencias económicas, sociales y ambientales. Como antídoto hace falta fomentar una pedagogía que promueva mayor conocimiento y vincule las responsabilidades individuales, colectivas e institucionales para alcanzar las diferentes y simultáneas dimensiones de la transición ecosocial. Una cultura compartida que rechace la violencia y prevenga los conflictos, que potencie las redes comunitarias y promueva nuevas sinergias. Un proceso constituyente que articule una agenda política, estructurada desde la base, que compagine la dimensión local con la global conectando las peculiaridades de cada contexto con una visión más amplia. Todo ello dependerá también de la capacidad de hacer de la cooperación, solidaridad y autoorganización las prácticas de una política emancipadora que defienda la vida digna como derecho universal.
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[1] The Limits to Growth fue realizado por un equipo interdisciplinar del Massachussetts Institute of Technology (MIT) integrando un especifico programa de simulación informática (World3), y promovido por el Club de Roma, una ONG que agrupa a personalidades de diferentes perfiles y países, cuyo objetivo es investigar y divulgar los problemas globales de la contemporaneidad para comprender sus dificultades y efectos.
Nota sobre la autora
Emanuela Bove es arquitecta, investigadora independiente y docente. Su trabajo se centra en la cooperación, el urbanismo participativo, la participación ciudadana y acción comunitaria, el derecho a la vivienda y a la ciudad. Es miembro de la Taula Veïnal d’urbanisme de Barcelona, de la red SET (ciudades del Sur Europa frente a la turistificación) y del consejo redacción de Crítica Urbana. Más artículos de la autora +.
Para citar este artículo:
Equipo Editorial. Decrecimiento y planificación territorial. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.5 núm. 27 Hábitat y Decrecimiento. A Coruña: Crítica Urbana, marzo 2023.