Por Lucía Escrigas |
CRÍTICA URBANA N.16 |
Tras un pequeño portalón en la Iglesia de San Pedro de Mezonzo de A Coruña se encuentra Accem, una organización sin ánimo de lucro que trabaja para mejorar la calidad de vida de las personas migrantes y refugiadas. Hablamos con Yosi Ledesma, trabajadora de la ONG en el Programa de Sensibilización Intercultural y Participación de Familias Migrantes en la Escuela, para que nos cuente en profundidad cuál es la situación que atraviesa Galicia en esta materia.
«Donde más grande es la discriminación, aquí en Galicia, es en el mercado laboral», cuenta Yosi a través de la pantalla, ya que la situación nos impide encontrarnos. Culpa de ello a los prejuicios y a la estructura que tiene la ley de migración, que dificulta el acceso a la documentación y a los estudios.
«Otro sector de discriminación, que está más oculto, es el de los entornos educativos», donde encontramos más concentración de migrantes en aquellos colegios con menos recursos económicos, «en los que mal llaman ‘guetos’», apunta Ledesma. «La diversidad se va perdiendo a medida que vamos subiendo los niveles educativos», hasta que en la Universidad ya es inexistente, tanto a nivel de profesorado como de estudiantado, continúa relatando.
Nos preguntamos, ¿cómo funciona la discriminación en el acceso a la vivienda y en la estructura de la ciudad? Sobre este aspecto, Yosi también tiene mucho que contar. «Se aprecia que las condiciones que se ponen para que una persona migrante pueda alquilar una vivienda tienden a ser más duras», sostiene Ledesma mientras relata que los anuncios de alquiler en ocasiones son discriminatorios, al poner cosas como no se alquila a tal nacionalidad.
Las viviendas, como los supermercados, no están adaptadas a otras culturas. «Tenemos que distribuir los muebles igual que lo hace la gente de aquí», aclara Yosi. Ninguna persona migrante quiere volver a la tediosa tarea de buscar casa de nuevo dadas las dificultades que eso implica, por lo que no se sienten en posición de hacer o exigir cambios en ella. Nos relata que, en muchos casos, lo que les ofrecen son trasteros llenos de objetos viejos que se rompen con facilidad, siendo no sólo una cuestión de que no cumplen con las necesidades culturales, sino que carecen de las condiciones mínimas para vivir cómodamente.
En cuanto a la ciudad, la fuerte segregación que existe es evidente tanto en los barrios como en las calles. El sentimiento de pertenencia a un nuevo lugar es difícil de conseguir para las personas migrantes. «Están los que llegan y no se sienten parte, se sienten como un elemento extraño, sin derecho a usar el bar o sentarse en la plaza». Además, los prejuicios son fuertes y están profundamente arraigados en los imaginarios. «Si una mujer negra se sienta en la plaza es porque posiblemente esté ejerciendo la prostitución y si lo hace un hombre marroquí es porque posiblemente esté fumando un porro», nos cuenta sin perder el ánimo.
La discriminación no se da solo desde abajo, pues ya en la legislación hay una clara diferenciación de acceso a la vivienda. Cuando la Constitución dice que todo ciudadano tiene derecho a una vivienda, deja por el camino a todas las personas migrantes que no consiguieron esa condición.
Yosi no deja de sonreír en toda la entrevista, sobre todo cuando habla del trabajo que realizan desde Accem. «Generamos actividades para que los y las participantes desarrollen cualquier acción en igualdad y para que compartan una actividad en común, más allá del origen o de la condición social y económica», cuenta con ilusión, «todas las actividades son abiertas al público”. También realizan grupos de familias en escuelas para hablar de temas compartidos, como la adolescencia. Sin embargo, hay mucho trabajo ya que el nivel de asistencialidad es alto, por eso siempre que pueden trabajan con otras ONG «con el fin de no duplicar trabajos y así optimizar esfuerzos».
«Para no discriminar debemos empezar por revisar nuestro discurso», termina Yosi la entrevista. El trabajo debemos realizarlo en común y, aunque no sea fácil, es posible.
Nota sobre la autora
Lucía Escrigas es arquitecta por la Universidade de A Coruña. Siempre ha estado interesada en el urbanismo desde una visión social, por lo que ha participado en distintos proyectos de investigación urbanísticos en diferentes ciudades, como A Coruña o Madrid. Es miembro del equipo de colaboradores y asesores de Crítica Urbana.
Para citar este artículo:
Lucía Escrigas. Discriminación en la ciudad: ¿somos todos los que estamos?. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.4 núm. 16 No Discriminación A Coruña: Crítica Urbana, enero 2021.