Por Ruth Varela |
CRÍTICA URBANA N. 31 |
Santiago de Compostela es una ciudad europea de 98.179 habitantes, cuyo centro histórico fue declarado en 1985 Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, al considerar que «su belleza urbana y su integridad monumental se añadían a los profundos ecos de su significación espiritual como santuario apostólico y destino del más importante movimiento religioso y cultural de la Edad Media: la peregrinación por el Camino de Santiago»
A este reconocimiento se sumaba, en 1993, la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO para el Camino de Santiago; además de otros galardones como el Premio Europeo de Urbanismo, en 1998; o el Premio de Buenas Prácticas de la ONU, en 2002, concedido por la planificación de la protección y rehabilitación de la Ciudad Histórica de Compostela.
Todos estos reconocimientos, junto al esfuerzo invertido por la administración pública en la rehabilitación de la ciudad histórica, han ido en paralelo a un gradual proceso de desmejora, más intenso en los últimos años, que ha supuesto el paulatino vaciado del centro histórico, sometido a los efectos de la segregación espacial, primero, y de la gentrificación turística, después. Además, a la pérdida de habitantes, acelerada por la escasez y el encarecimiento de la vivienda, se ha sumado la pérdida de funcionalidad urbana, la congestión de servicios y espacios públicos, o la pérdida de identidad cultural. Asimismo, todos estos reconocimientos han ido en paralelo al progresivo deterioro de la relación entre la ciudad y el mundo rural que la rodea; relación, históricamente privilegiada, que ha sido siempre piedra angular de la esencia de Compostela y que hoy resulta determinante para preservar su futuro.
La definición de Patrimonio, conceptualizada por la UNESCO, viene referida de forma genérica al legado cultural que recibimos del pasado, que vivimos en el presente y que transmitiremos a las generaciones futuras, pero, a partir de esta definición, cada país y cada sociedad debe concretar, ampliar y defender su concepto de patrimonio, en aras de evitar, entre otros efectos indeseados, que, bajo la presión de las economías de acumulación, el patrimonio se vea reducido a un simple «recurso turístico, disponible para activar procesos de valorización turística de aquellos lugares que cuentan con dicho patrimonio»[1]. Expresado de otra manera, cada sociedad debe velar para evitar la pérdida o la mercantilización de su patrimonio y para evitar que, en consecuencia, sus ciudades se vean banalizadas y reducidas a una marca turística, dispuesta para su venta en los mercados globales; la triste paradoja que hoy asola a los enclaves reconocidos por la UNESCO. Paradoja que alerta de la necesidad de llevar a cabo una reflexión profunda sobre la realidad del patrimonio de Compostela, sobre los procesos de valorización y sus actores, y sobre algunas cuestiones clave, hoy relegadas a un tercer plano, y de las que se hablará más adelante.
Compostela ante un nuevo escenario
Santiago de Compostela, al igual que el resto de ciudades, se encuentra actualmente en un nuevo escenario, el antropoceno; un término que se utiliza para nombrar «las repercusiones en el clima y en la biodiversidad de la rápida acumulación de gases de efecto invernadero»[2] y los «daños irreversibles ocasionados por el consumo excesivo de recursos naturales»[3]. En este nuevo escenario, en el que cada vez se ve más comprometida la salud humana y la salud urbana, los retos más importantes a resolver para la supervivencia de la población, y para la supervivencia de las propias ciudades, son los retos ecológicos. Y estos retos ecológicos son, en gran medida, retos económicos y retos sociales. Y aquí es donde una ciudad como Compostela se encuentra con una ventaja comparativa frente a otras urbes; pero, antes de entrar en esta cuestión, conviene traer a colación ciertas cuestiones de contexto, que condicionan los aspectos patrimoniales, así como algunas advertencias que la UNESCO realizó hace más de diez años y que todavía no han encontrado suficiente eco en la realidad de la gestión de la ciudad gallega.
En un escenario de cambio de paradigma y de crisis ecosocial como el actual, y a las puertas de una profunda crisis alimentaria a nivel global, es más necesario que nunca repensar nuestra relación con el patrimonio, protegiendo y poniendo en valor no solamente las arquitecturas, sino también las personas, modos de vida, modos de habitar y modos de relación social, que le dan sentido y significado a esas arquitecturas; la Humanidad del patrimonio[4].
Se hace preciso recordar aquí que «los aspectos inmateriales del patrimonio incluyen creencias, valores éticos y comportamentales de una sociedad, clase o grupo social que la caracterizan y distinguen[5]», a pesar de lo cual estos aspectos inmateriales han sido a menudo olvidados, cuando no marginados. Y se hace también preciso recordar muy especialmente las recomendaciones sobre el paisaje urbano histórico realizadas en 2011 por la UNESCO, que implican «el paso de una concepción centrada principalmente en los monumentos arquitectónicos a una visión más amplia, que tome en consideración la importancia de los procesos sociales, culturales y económicos en la conservación del patrimonio urbano». Recomendaciones que conllevan trascender «la noción de “conjunto” o “centro histórico» para abarcar el contexto urbano general y su entorno geográfico»; reivindicando[6], con ello, la importancia de la disciplina urbanística y de la ordenación territorial.
El metabolismo social como patrimonio
Siendo así, esta recomendación de la UNESCO llama a poner el foco en la peculiar relación de Compostela con el mundo rural que la rodea, es decir con el paisaje histórico de carácter rural de la ciudad; peculiar relación a la que se alude cuando se describe Compostela como «la aldea más grande del mundo»[7] y peculiar relación que tiene mucho que ver con su configuración urbana y territorial y con el metabolismo social de la ciudad tradicional; que es, en palabras del arquitecto catalán Albert Cuchí,[8] uno de los patrimonios más valiosos de Compostela. Recuérdese aquí que el metabolismo social puede definirse como «el modo en que las sociedades organizan el intercambio de energía y materiales con su medio ambiente»[9]. Un metabolismo social urbano, el de Compostela, que nos habla de las relaciones tradicionales de los habitantes de la ciudad con su entorno natural y que es un ejemplo paradigmático de metabolismo circular, por contraposición al metabolismo lineal de la ciudad actual.
La consideración patrimonial del metabolismo social de la ciudad tradicional conduce a valorar Compostela, su término municipal, las tierras de Compostela y todo su hinterland rural, por su estructura territorial y características biofísicas y, con ello, por su potencialidad de volver a ser un gran espacio verde productivo y multifuncional. Espacio verde, en singular, para diferenciarlo de los espacios verdes, en plural, que, tanto en Compostela como en muchas otras ciudades, han quedado relegados a islas, cada vez más fragmentadas, que fueron perdiendo su funcionalidad, su conectividad ecológica, su biodiversidad, sus sistemas hídricos naturales, y su capacidad de estructurar la ciudad; espacios verdes sobre los que también es preciso intervenir con urgencia.
La necesidad de un cambio de modelo
En el año 2010 el arquitecto Albert Cuchí redacta un documento muy valioso, el Estudio de las bases y el alcance de una Estrategia verde para Santiago de Compostela[10], un documento inicial que inexplicablemente no tuvo continuidad, de manera que la Estrategia verde como tal nunca vio la luz. En este borrador el arquitecto catalán aporta un marco conceptual, plenamente vigente hoy en día, para aprovechar las potencialidades físicas y patrimoniales de la ciudad, con el objetivo de desarrollar un proyecto urbano sostenible. Y para ello propone aprovechar uno de los patrimonios más valiosos de la ciudad, que es el metabolismo social de la ciudad tradicional, es decir la manera en que los habitantes de Compostela se relacionaban con su medio natural, la forma, circular, en que los habitantes consumían y procesaban energía y recursos del medio natural.
A partir del marco conceptual de ese estudio preliminar de la Estrategia verde de Cuchí de 2010, plenamente vigente hoy en día, cabe hacer hincapié en que para preservar el futuro de Compostela es necesario impulsar un cambio de modelo de ciudad, desligando el modelo territorial y productivo de la destrucción del medio natural y recuperando la funcionalidad de la trama urbana y de los espacios verdes. Es necesario, entre otras acciones, recuperar los sistemas alimentarios de proximidad y los sistemas hídricos, proteger las reservas de suelos fértiles, renaturalizar la ciudad y cerrar los ciclos de los residuos. Y, para que todo ello sea posible, es necesario devolver a la ciudadanía el control del metabolismo social. Control imprescindible para lograr la suficiencia alimentaria o la rebaja de la demanda energética y control imprescindible para lograr reducir el consumo de recursos externos y la dependencia de los combustibles fósiles. Es necesario, en suma, reconectar la ciudad con su territorio para poder superar el modelo urbano vigente, que implica un gran consumo de recursos y una alta producción de contaminantes, y transformarlo en un modelo en el que la ciudad sea «un elemento más en el engranaje necesario para la gestión del mosaico territorial, articulado con este mosaico y con sus componentes»[11].
La influencia de la planificación en la salud urbana es inmensa, repercutiendo en la calidad del aire que se respira, de los espacios que se habitan, del agua que se bebe, así como en la accesibilidad y movilidad espacial, en la actividad física que se puede desarrollar, en el acceso a los alimentos y/o en la atención sanitaria que se recibe, entre otras cuestiones. De la misma manera la influencia de la planificación en la actividad económica es crucial porque condiciona el éxito o el fracaso de las actividades productivas. No obstante, los ciudadanos escuchan hablar de una serie de términos que desconocen en gran medida y que están relacionados con esa planificación, como son las infraestructuras verdes, la conectividad ecológica, los servicios ecosistémicos, la justicia ambiental, la biodiversidad urbana, la agricultura regenerativa, la suficiencia alimentaria, el ciclo del agua, o la circularidad. Y a pesar de que, en relación a estos conceptos, los actuales modelos urbanos y territoriales son muy deficientes, resulta muy difícil que los ciudadanos imaginen lo mucho que ganarían teniéndolos en cuenta y trasladándolos a la agenda de acción política.
Compostela como tarea
Como nos recuerda Cuchí, «la forma del territorio es siempre consecuencia del modelo productivo de la sociedad que lo utiliza»[12]. A su vez esta forma del territorio producido, junto a la forma de producirlo, responde a un relato, cuya legitimidad es preciso debatir de forma democrática para la transformación del modelo de ciudad hacia la sostenibilidad[13].
Para que este debate sea fructífero, es necesario comprender que Santiago de Compostela se encuentra frente a una oportunidad histórica porque, gracias a la relación que aún mantiene con su entorno rural, puede impulsar ese cambio de modelo hacia una ciudad sostenible de forma mucho más sencilla y con menores costes de transición que la mayor parte de las ciudades.
Preservar el futuro de Compostela es una tarea que requiere un buen nivel de gobernanza y de planificación. Aprovechar esta oportunidad histórica y planificar el futuro en base a ella es una tarea prioritaria que todavía está pendiente. Es nuestra tarea.
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Notas
[1] Analía Almirón, Rodolfo Bertoncello y Claudia Alejandra Troncoso, “Tourism, Heritage and Territory: Interrelation Based on Argentine Cases”, Estudios y perspectivas en turismo 15, n.º 2 (2013), consultado 10 de septiembre de 2023: 101-124.
[2] UNESCO. Correo de la UNESCO: Un solo mundo, voces múltiples, 15 de abril de 2023, “Antropoceno: la problemática vital de un debate científico”, febrero de 2018.
[3] Ídem
[4] Xosé Santiago Allegue Fernández, “Humanidad del patrimonio y derecho a la ciudad: el caso de Santiago de Compostela”, Crítica Urbana: revista de estudios urbanos y territoriales 2, n.º 7 (2019), consultado 3 de septiembre de 2023: 17-20.
[5] Salvador Rodríguez Becerra, “Antropología, historia, patrimonio”. Ars et Sapientia, (diciembre, 2004), año V, consultado 10 de agosto de 2023: 153-167
[6] Jimena Jordán-Salinas, Víctor Pérez-Eguíluz y Juan-Luis De las Rivas-Sanz, “Paisaje Urbano Histórico: aprendiendo de una ciudad paisaje, Segovia”. EURE: revista latinoamericana de estudios urbano regionales 46, n.º 137, (2020), consultado 4 de septiembre de 2023: 87-110.
[7] Álvaro Lago, Retablo de Jácaras tristes y farsas jocundas. Barcelona: Barataria, 2012, 98.
[8] Albert Cuchí et al, Estudio de las bases y el alcance de una Estrategia Verde para Santiago de Compostela (Santiago de Compostela: Consorcio de la ciudad de Santiago de Compostela, Universitat Politècnica de Catalunya: 2010), 19.
[9] Juan Infante Amate, Manuel González De Molina y Víctor M. Toledo. «El metabolismo social. Historia, métodos y principales aportaciones”. Revibec: revista iberoamericana de economía ecológica 27 (2017): 130-152.
[10] Cuchí et al., Estudio de las bases…
[11] Ídem
[12] Albert Cuchí, 10 de marzo de 2023, comentario “La cocina del paisaje”, el blog de Albert Cuchí, 4 de enero de 2015, https://albertcuchi.wordpress.com/2015/01/04/la-cocina-del-paisaje/
[13] Ídem
Nota sobre la autora
Ruth Varela es doctora arquitecta por la ETSA de A Coruña, especialidad de urbanismo, con la tesis Exploración y construcción de conocimiento sobre patrimonio cultural mediante formalismos gráficos; Sobresaliente cum laude, Mención Internacional y Premio Extraordinario de Doctorado. Ha sido investigadora en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y en la actualidad es investigadora Juan de la Cierva en la Universidad de A Coruña. Ha recibido más de una treintena de premios por sus proyectos de arquitectura e investigación. Recientemente ha sido finalista en la XVI BEAU, Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo y en el Premio europeo AHI, Architectural Heritage Intervention, por la investigación sobre la Plaza de Abastos de Compostela y la codirección del documental Os segredos do Mercado de Abastos de Santiago de Compostela
Para citar este artículo:
Ruth Varela. Preservar el futuro de Compostela: patrimonio, retos ecosociales y salud urbana. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol. 7, núm. 31, Galicia. Conflictos socioambientales. A Coruña: Crítica Urbana, marzo 2024.