Por Fran Quiroga y Sören Meschede |
CRÍTICA URBANA N.22 |
La asociación cultural y la editorial Bartlebooth han publicado un libro conjunto que analiza cómo la pandemia ha desvelado con mayor crudeza procesos que ya se venían dando sobre el control del espacio público.
Pareciera que durante la pandemia no existía nada más que la crisis sanitaria, pero, todo lo contrario, en la esfera pública se estaban intensificando inequidades, controlando tiempos, distanciando comunidades o limando las potencialidades de la imaginación política, por citar algunos casos. Pasados episodios pandémicos nos han mostrado que la COVID es algo más que un episodio que apenas interrumpe el transcurso de la historia. Podría decirse que la humanidad es la evolución de una simbiosis íntima con patógenos microscópicos que han ido condicionando nuestra relación con los y las demás y con lo que nos rodea, mutando la política y las instituciones de las sociedades de todo el mundo.
Sin exagerar, se podría decir que la COVID se ha desvelado como una plaga con cierto potencial transformador. No solo ha demostrado que es capaz de paralizar la economía y la vida cotidiana de la ciudadanía durante un tiempo prolongado, sino que también la cercanía de la muerte nos ha hecho más vulnerables. El miedo al contagio ha ido parejo a la desconfianza hacia el otro, la sociabilidad —entendida como ese entramado de cuidados y corresponsabilidades mutuas— se ha resquebrajado y el espacio público se ha achicado. La pandemia va a cambiar indudablemente nuestros modos de hacer sociedad, la pregunta es qué camino vamos a tomar. ¿Se enquistarán estos momentos de incertidumbre y ansiedad social que hemos vivido en 2020, mermando las afectaciones personales, la construcción de subjetividades o las propias interacciones sociales? ¿O seremos capaces de aprender de la observación de nuestras carencias, para atrevernos a dar paso a una reflexión mayor sobre lo que nos define como sociedad y sobre cómo queremos vivir en el futuro? Estas y otras preguntas son las que sustentaron la publicación “Mutaciones en el espacio público”, obra que emerge desde Concomitentes, una plataforma de producción artística ciudadana, junto a la editorial independiente Bartlebooth[1].
A través de este libro se apuesta por reconfigurar las relaciones materiales y sensibles de nuestro presente pero, sobre todo, es un convite para recuperar la alegría por seguir construyendo en común. La obra se agrupa en cuatro bloques temáticos: ‘Más allá de la norma’, ‘Ecologías de lo cotidiano’, ‘Tiempo público’ y ‘El arte como espacio de encuentro’. El primero de ellos, Más allá de la norma, se abre con Eficiencias sin vida, en el que Fran Quiroga observa cómo el dictado de la eficiencia —entendida desde una óptica productivista— ha ido dominando cada vez más nuestras esferas privadas y, por extensión, públicas. A través de varios ejemplos, ilustra que esta eficiencia no solo no es efectiva, sino que incluso es perjudicial para entornos sociales y medioambientales, y aboga por prestar más atención a lo inesperado y a lo imprevisto como forma más compatible con la vida. Amador Fernández-Savater y Marcos García llevan este debate, que Fran Quiroga sitúa más en el ámbito de las ecologías sociales y medioambientales, a la esfera cultural. En su conversación, titulada Habitar el conflicto, parten del análisis de que faltan imágenes de cambio que sean capaces de alentar un interés por una transformación de nuestra sociedad. Las prácticas que podrían proveernos de esta imaginación, las localizan en los movimientos sociales y culturales de las últimas décadas. Savater y García han sido capaces de interpretar la incertidumbre y la improvisación, no como una amenaza, sino como un reto desde el que provocar transformaciones sociales. La británica Lyndsey Stonebridge también insiste en su breve ensayo, El mundo por venir: una nueva política de la esperanza, en la importancia de nuestra capacidad de soñar otras realidades. Nos recuerda El principio de la esperanza, del filósofo Ernst Bloch, para insistir que proyectar esperanzas en el futuro no es un pasatiempo banal, sino “el anhelo de otra forma de existencia”.
El segundo bloque, titulado Ecologías de lo cotidiano, versa sobre el concepto del espacio público y se abre con La pandemia refuerza el apoyo mutuo, un relato de la artista estadounidense Mary Mattingly sobre cómo la pandemia ha generado en Nueva York una vasta red de apoyos y una nueva conciencia ciudadana, que se puede entender como un acto de resistencia frente al desmantelamiento de los servicios públicos en la sociedad norteamericana. Esa idea la recoge Comunalizar la ciudad: del consumo al cuidado, el texto de Maria Shéhérazade Guidici. Partiendo del análisis de un fresco de Ambrogio Lorenzetti, que representa dos visiones de la ciudad de Siena del siglo XIII, cuenta cómo la epidemia de la peste de 1347 significó el final del experimento comunal de Siena y se pregunta: “¿Puede la actual pandemia animarnos a repensar las ciudades como lugares de cuidados?”. Guidici lanza una crítica al concepto occidental del espacio público tal y como fue concebido desde el Renacimiento hasta nuestros días, por negarle una participación directa a la ciudadanía y transferir toda la responsabilidad de los cuidados al Estado. José María Torres Nadal vincula esta idea con las ecologías y con la justicia social. En La vida, el espacio público, la pandemia y la arquitectura, eleva el marco definitorio del espacio público a un concepto holístico, para funcionar como un “territorio de vida”, un “espacio-cuerpo-público-político” que hay que cuidar y atender desde una perspectiva más allá de lo humano.
El bloque Tiempo público se inicia con ¿Dónde estás?, un texto muy personal de Leticia Sabsay, en el que analiza cómo la política del confinamiento ha vuelto a popularizar conceptos como “núcleo familiar” u “hogar”. La necesidad de pertenecer a un determinado lugar y la relación espacio-temporal siempre han estado allí presentes, pero, en el unísono de nuestras vidas occidentales, ha perdido importancia. Para Sabsay, la pandemia pone en evidencia la multitud de factores (geográficos, familiares, políticos…) que condicionan la respuesta a las preguntas “¿dónde estás?” y “¿cómo estás?” y concluye que, con la falsa seguridad que nos sugiere la pertenencia a un determinado lugar y tiempo, corremos el peligro de olvidar que el tiempo y el espacio pueden ser plurales y heterogéneos. En su contribución, ¿Qué tiempo hace?, Jara Rocha y Amparo Lasén exploran cómo las políticas públicas de cuarentena y confinamiento han afectado a esta percepción temporal personal y a los climas emocionales que las acompañan; a la vez, analizan, retomando una idea que ya se percibe en el primer bloque, cómo el estado de excepción permanente ya venía siendo dado y se acentuó con la pandemia. En esa temática también insiste Athena Athanasiou. En su texto, Una y otra vez, ya no, todavía no, elabora una crítica mordaz al capitalismo actual para luego reflexionar sobre el fenómeno de que, incluso en momentos de crisis, no seamos capaces de dejar volar nuestra fantasía y solo seamos capaces de fantasear de manera responsable y (auto)regulada. Su pregunta “¿cómo podemos reivindicar la imaginación de la vida colectiva al margen de la capacidad de normalización de un presente que limita y distribuye injustamente esas posibilidades?” resuena en varios de los textos de esta publicación.
Se cierra el libro con El arte como espacio de encuentro, que trata la aparente brecha entre la realidad de las instituciones culturales y su vocación de ser un actor público y social relevante. En Un museo fuerte, un museo vulnerable, Haizea Barcenilla y Eneas Bernal parten de la paradoja de que las normas del comportamiento social que se aplicaron durante la pandemia son habituales desde hace décadas en los museos y centros culturales. A través de cinco ejemplos, muestran cómo los espacios de la cultura pueden escaparse de esta lógica para albergar experiencias de vida y se preguntan qué tipo de relaciones queremos que se planteen entre objetos, cuerpos y espacios. Este texto dialoga con Un tanque en un pedestal, un ensayo de Hito Steyerl de 2017, en el que la artista alemana lanza un ingenioso órdago a las instituciones culturales para reforzar su vinculación con las cuestiones sociales actuales, en vez de limitar su cometido a la salvaguarda del pasado. Lo completa una conversación entre Alexander Koch, Anastassia Makridou-Bretonneau y Sören Meschede sobre el potencial de las prácticas artísticas que ensayan nuevos modos relacionales y, especialmente, aquellas que ensanchan la democracia y la felicidad para seguir construyendo juntas.
Finaliza el libro con una aproximación a los resultados de la encuesta Un cuestionario para el futuro que se realizó desde Concomitentes en la primavera de 2020. Una reflexión sobre la percepción coral de un momento concreto, cuyo valor reside en ser la foto fija de un sentimiento colectivo al inicio de la pandemia, con todas las dudas, angustias, frustraciones y anhelos futuros que trajo consigo. La pandemia ha constreñido obligatoriamente al espacio público y este embate ha puesto en evidencia procesos políticos que ya se estaban anunciando en las últimas décadas: la creciente normativización del espacio, la inequidad social, la desconfianza en el otro, el desmantelamiento de iniciativas públicas o comunitarias o el ansia por la inmediatez se han desvelado con mayor crudeza en los últimos años, y ante eso habrá que generar respuestas colectivas.
_________________
[1] Sören Meschede y Fran Quiroga (Coord.) Mutaciones en el espacio público. Bartlebooth y Concomitentes, 2021, 164 p. ISBN 978-84-120302-8-0
Nota sobre los autores
Sören Meschede es gestor y productor cultural y coordinador de la asociación Concomitentes. En los últimos años ha centrado su atención en el campo de las prácticas artísticas colaborativas y participativas, en proyectos que buscan fusionar artes visuales y performativas y en la concepción y desarrollo de residencias artísticas. Entre 2008 y 2018, Sören fue co-coordinador de hablarenarte, entidad a través de la cual editó el libro Glosario Imposible (Madrid, hablarenarte, 2018).
Fran Quiroga es investigador transdisciplinar y mediador de la concomitancia Legado Cuidado de Concomitentes en Galicia. Desde su trabajo, hibrida campos de acción como son la creación contemporánea, la participación social o el pensamiento. Ha dirigido investigaciones experimentales como el #salóndoMARCO, Fiestas Raras o Ruraldecolonizado entre otras. Es coeditor y coautor de los libros Pensar y Hacer en el medio rural (Madrid, Ministerio de Cultura y Deporte, 2020), A través das marxes (Lugo, Bartlebooth, 2017), La fiesta, lo raro y el espacio público (Lugo, Bartlebooth, 2019). Desde el 2015 trabaja con el grupo de investigación HISTAGRA en la Universidade de Santiago de Compostela.
Editorial Bartlebooth: Bartlebooth es una plataforma de edición e investigación que examina la práctica espacial contemporánea, fundada en 2013 y desarrollada en la actualidad por Antonio Giráldez López y Pablo Ibáñez Ferrera.
Para citar este artículo:
Fran Quiroga y Sören Meschede. Concomitentes: Otra forma de pensar en el espacio público. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.5 núm. 22 Espacio público, espacio en conflicto. A Coruña: Crítica Urbana, enero 2022.