La ocupación de la ciudad tras el estallido social del 18 de octubre, Santiago, Chile
Por Ángela Erpel |
CRÍTICA URBANA N.13
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“El rayo verde es un fenómeno óptico atmosférico, que hace que veamos un destello color esmeralda cuando el sol recién se pone, cuando su última porción desaparece tras el horizonte, dura una fracción de segundo y solo puede verse cuando se dan ciertas condiciones ambientales ideales. El rayo verde anuncia un ocaso y un comienzo.”
18 de octubre en Chile, desde Santiago y otras ciudades del país, las calles son ocupadas por una furiosa ciudadanía, ciudadanía que no es tan ciudadanía porque tiene restringido el uso de su propia ciudad, ciudadanía que no es tan ciudadanía porque para un número importante de migrantes, ella aún les es negada no solo legal sino culturalmente. El alza del boleto de transporte que fue la chispa del estallido social en Chile, solo demostraba el descontento por este capitalismo en crisis, que no se sostiene porque precarizó la vida de las personas a niveles extremos e indignos.
La insurrección de Chile del 18.O en adelante cobró vida y cuerpo. Ese cuerpo se manifestó en las acciones masivas y los elementos que aparecieron como parte del arsenal de protesta, entre ellos, los rayos láser verdes, punteros con que cientos de manifestantes señalaban a helicópteros y drones de la policía y que, mediante el uso colectivo de este artefacto lumínico, pudieron derribar las cámaras aéreas destinadas a vigilar e identificar manifestantes. También los helicópteros peligraban su estabilidad al ser encandilados por estas luces de largo alcance.
Con un evidente impacto estético, que transforma fugazmente a la ciudad en una viñeta de comic futurista, estas tecnologías de resistencia (baratas y accesibles para cualquier persona gracias a las importaciones) se han comenzado a masificar en numerosas protestas. Se vieron por primera vez de manera masiva en las revueltas de El Cairo en 2013, donde fueron usadas para verificar el apostamiento de francotiradores o fuerzas policiales en el techo de los edificios y luego fueron utilizadas de manera espontánea por miles de personas que celebraban la caída del gobierno en la icónica Plaza de Tahrir. Reaparecieron el 2019 en las protestas estudiantiles de Hong Kong.
Esta manera de ocupar la ciudad fue, para algunos, una afrenta. Lo mismo con la toma total de la Plaza Italia (Renombrada “Plaza de la Dignidad”), principal centro neurálgico de la ciudad que ha sido ocupado desde el día 1 de estallido hasta hoy, lo que desató la indignación de las cúpulas dirigentes. La ciudad estaba siendo resignificada sin permiso, cayeron estatuas de próceres y se levantaron personajes icónicos salidos de la creatividad colectiva: el perro matapacos, pareman, Pikachu, etc. Las noches en Plaza de la Dignidad se transformaron en encuentros donde se transitaba entre la violencia represiva de las fuerzas policiales, la rabia contenida de los manifestantes y la algarabía carnavalesca de una manifestación popular. La ciudad estaba tomada y su defensa lumínica eran los rayos verdes que atravesaban calles, plazas y edificios.
Tal osadía fue leída como una provocación, el presidente en un acto insólito declaró “Estamos en guerra ante un enemigo poderoso”, un joven diputado conservador señaló que la existencia de esos rayos láser hablaba claramente de una intervención extranjera que financiaba semejante despliegue tecnológico, lo que las redes no tardaron en desmentir y festinar recordándoles que dichos implementos valen 5 dólares y los venden en tiendas chinas.
Las clases dirigentes, aún aturdidas por esta respuesta social, respondieron reuniéndose de manera urgente en el ex Congreso, para firmar un acuerdo pactado entre ellos, que pusiera fin a la revuelta callejera mediante el llamado a un plebiscito para redactar la nueva Constitución y reemplazar la existente, heredera del régimen dictatorial de Pinochet. Esta demanda, que es una de las centrales de la población manifestante, fue pactada entre políticos y se ofreció una salida institucional. También se realizó con mucha exposición televisiva, a altas horas de la noche y con elementos de show mediático. Se acompañó también de una costosa intervención urbana, las principales plazas de ocho ciudades del país amanecieron esa madrugada, cubiertas por grandes lienzos blancos, como cordilleras nevadas, con la palabra “PAZ” escrita con letras negras.
La disputa por el espacio público a través de intervenciones artístico-políticas entre diferentes sectores, ha sido un factor interesante del estallido chileno. Otro ejemplo de esto es la irrupción de una performance sorpresivamente masiva, de la mano de un grupo feminista que impactó a nivel mundial con la masificación de una coreografía simple y repetitiva, con una letra clara y profunda de cuestionamiento a las instituciones patriarcales y a la violencia estructural que afecta a las mujeres. El colectivo Las Tesis, compuesto por cuatro activistas de Valparaíso, aglutinó a miles de mujeres en todo el mundo, que replicaron la performance en diferentes idiomas y adaptando la letra a su realidad particular. El blanco a que se apunta son las instituciones, cuestionadas, reprobadas, se apunta a la violencia que va más allá del golpe, a la violencia con que se diseña silenciosamente la vida de las personas comunes.
La ocupación de las calles en Santiago muestra cómo esta vida, que quiere sacudirse la violencia con que fue diseñada, vuelve a las calles usando máscaras antigases y antiparras a prueba de balas, evidenciando un modelo decadente y atacado, rodeado de humo, que forma un entorno de una estética apocalíptica, mostrando la diversidad de formas que toma el cuerpo manifestante, la piedra, el escudo, el grafiti, unidas a elementos más nuevos como los punteros laser para desactivar dispositivos de control y para realizar una coreografía espontánea de luces en plena jornada de protesta. Todo este cuerpo manifestante es la encarnación de lo que se viene.
No podíamos imaginar que algo pudiera sacudirnos más que la revuelta social… hasta que llegó la pandemia, un fenómeno sin precedentes al menos en estas generaciones de chilenos/as. Así estuvimos, enfrentando con valentía lo que se calló por tantos años, estábamos juntos, en la calle y sin miedo, ahora por un virus estamos separados, encerrados y asustados. ¿Cómo saldremos de aquí? Algunos dicen que cambiaremos, que nos pondremos más solidarios, menos individualistas y con más conciencia del otro, luego de haber convivido con la muerte y las penurias de la desigualdad; otros dicen que el capitalismo se va a agudizar y que los totalitarismos encontrarán un caldo de cultivo para fomentar las medidas represivas. No lo sabemos, la incertidumbre ha sido lo único concreto que hemos tenido. Lo claro es que a pesar de los contagios, las cuarentenas, los confinamientos obligatorios y todos los cambios de nuestra cotidianeidad, el modelo no se ha alterado en lo más mínimo y por el contrario, da muestras a ratos, de consolidarse de la manera más brutal. Es de esperar que esta consciencia de la desigualdad, la que nos empujó al estallido social, no solo se ponga más robusta durante esta pandemia, sino que además, se ponga más estratégica en su actuar. Es de esperar que vuelvan, de alguna manera, las manifestaciones y que sigamos empujando resistencias aunque sea con otras formas, sin perder la energía que nos llevó a desplegar tanta creatividad y rebeldía.
Jules Verne, en 1882, en su cuento El Rayo Verde (Le Rayon Vert), dice “Si existe el verde en el paraíso, no puede ser más que este verde, que es sin duda, el verdadero verde de la esperanza”.
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Nota sobre la autora
Angela Erpel Jara, Socióloga feminista, Universidad de Chile. Con formación de posgrado en Habitat y Pobreza Urbana en América Latina (UBA, Argentina) y en Género, Políticas y Participación (Universidad General Sarmiento, Argentina). Actual Coordinadora del programa Democracia y Derechos Humanos, Fundación Heinrich Böll Cono Sur y miembro del directorio del Fondo Alquimia (Fondo para mujeres de Chile). Activista en grupos feministas, lésbico feministas y medioambientales.
Para citar este artículo: Ángela Erpel. El rayo verde. La ocupación de la ciudad tras el estallido social del 18 de octubre, Santiago, Chile. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.3 núm. 13 Derecho a la ciudad. A Coruña: Crítica Urbana, julio 2020. |