Por Mariana Hernández |
CRÍTICA URBANA N.22 |
¿El territorio de lo social se ha convertido en un campo de batalla? Cuando se trabaja en «la intervención social» ya no se trabaja en la búsqueda de un bien común, parece ser que, a ojos de algunos colectivos, las personas que participan de las acciones propuestas por las diferentes asociaciones son solo cifras, ya no son personas o individuos, sino unas cifras.
Ciertas ayudas y subvenciones del estado para las asociaciones permiten crear unas actividades y crear sinergias en el territorio, pero en la mayor parte de los casos, las acciones tienen que ser evaluadas de forma cuantitativa: ¿cuánto público participó de la actividad? Esto permite a los financiadores ofrecer una ayuda en consecuencia. Pero, esta forma de financiamiento pone a las asociaciones a competir entre ellas para aumentar el aforo.
Los talleres para vagabundear
La Asociación 3.2.1 trabaja con los valores de la pedagogía social, y la mayor parte del tiempo el trabajo se realiza en el espacio público con el fin de dar herramientas a los habitantes de un territorio determinado para que lo puedan aprovechar y transformar según sus necesidades y capacidades.
Desde el 2018, la asociación comenzó un proyecto llamado los talleres para vagabundear en la ciudadela «La Castellane», en Marsella, Francia. Una opción entre otras para que los niñ@s puedan encontrarse y compartir en una actividad diferente. Ell@s son libres de participar según sus ideas, ell@s son autónomos y pueden explorar nuevas formas para expresarse y jugar a través del teatro, la pintura, la música, la danza y algunos, hazlo tú mismo «DIY». Sus familias también están invitadas a participar.
El verano 2020 este proyecto toma vuelo con la apropiación de una plaza de la ciudadela tras la demanda de los niñ@s. En cada oportunidad se encontraban más y más motivados a compartir sus sueños y a buscar las formas para darle vida al espacio donde juegan, una calle para compartir, para hacer la pintura y dejar su marca en el suelo.
Un territorio en conflicto
Conforme el proyecto avanzaba, aquellos que no estaban de acuerdo se hicieron oír[1] y acordaron varios momentos para rechazar e interpelar nuestras actividades y buscar un conflicto.
«Le recuerdo que usted me ha faltado al respeto hoy – usted secuestró a los niñ@s para hacer sus actividades, y eso no se hace ya que usted se encuentra en mi territorio (…) Usted hizo las actividades y nos ha robado los niñ@s que tenían que haber hechos las actividades con nosotros, ya le he dicho en diferentes ocasiones que eso no se hace, no se hacen actividades en un mismo territorio, ni en un mismo momento que las otras asociaciones, usted acaba de llegar y pretende tomar mi territorio y para mí eso es la guerra… si lo que usted desea es una guerra, ya le advertí, usted no puede hacer sus acciones donde yo trabajo desde hace rato (…)»[2]
Si en principio esta reacción parece desmesurada, es la respuesta a una función por competencia en un territorio dado. La historia del territorio y la intervención social no puede resumirse en esta situación. ¿Cómo vemos al otr@?, a aquel/lla que participa en las actividades y (es visto) como un objeto desposeid@ de sus capacidades de elección y de autonomía.
Nos queda la pregunta sobre ¿cómo transformar la intervención social? ¿cómo pueden buscarse los mecanismos para trabajar juntos «sin pisarse»?
Ahora bien, podemos imaginar un esquema de interacción y de intercambio durable imaginado para tod@s. Tenemos la capacidad de trabajar juntos y de escuchar las necesidades de un@s y otr@s por medio de la diversificación de las acciones, se pueden tejer lazos y transformar nuestro día à día, trabajar junt@s para transformar la vida cotidiana junto al Estado, las asociaciones en el territorio, nosotr@s cambiamos el rumbo y tenemos la oportunidad de repensar el espacio público.
Es en la reflexión colectiva y el savoir-faire juntos que se puede encontrar una sinergia para repensar y re imaginar las formas como utilizamos el espacio público como un lugar para compartir
En conclusión, la problemática es mucho más profunda que lo que creemos, este tipo de interacciones en el territorio nos muestra que la acción social es aún impartida desde «arriba» con una visión de aquell@s que «saben más, sobre los que le conviene a sus públicos». Para quienes dirigen desde “arriba”, los individuos no son personas, les tratan como si hubiesen perdido la capacidad de transformarse ell@s y sus espacios de vida, y nosotros seguimos reproduciendo los mismos esquemas colonialistas y paternalistas de la intervención social.
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[1] Nota de la autora: Es importante señalar que es un contexto mayoritariamente masculino.
[2] Extracto diario de campo 15/10/2020 – (conversación telefónica con un director de una asociación de barrio)
Nota sobre la autora
Mariana Hernández Nivia. Socióloga de la Universidad del Valle, Colombia y Antropóloga en desarrollo sostenible de la Universidad Aix-Marseille, Francia.
Para citar este artículo:
Mariana Hernández. La calle para compartir. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.5 núm. 22 Espacio público, espacio en conflicto. A Coruña: Crítica Urbana, enero 2022.