Por Marina Marcian y Tonet Font |
CRÍTICA URBANA N.13
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“A pesar de disponer de uno de los mayores y más modernos recintos feriales de Europa en Hospitalet de Llobregat, Fira de Barcelona se resiste a abandonar el recinto histórico de Montjuïc, un espacio obsoleto y prácticamente en desuso de 270 000m2 de suelo municipal reclamado por entidades y vecinas para su uso comunitario.”
El miedo a plantar cara a los lobbies ¿se ha convertido en una excusa silenciada para cercenar el debate ciudadano y postergar ese cambio tan anhelado? Tenemos todas las razones para reinventar este espacio y devolverlo a quien le pertenece: las vecinas de Barcelona.
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Un sueño: la vida recupera el recinto de Montjuïc de la Fira, ahora espacio abierto a la ciudad
La vida es música, es sonido, es debate que debiera llenar de sentido los obsoletos pabellones feriales de Montjuïc. En su exterior, el actual silencio debiera colmarse de sonidos de voces de niñas que juegan en espacios recuperados para el paseo y el juego, para la práctica deportiva, y alcanzar de forma más franca la montaña de Montjuïc.
Este suelo municipal ha sido soñado en debates de las entidades y los barrios contiguos. Se idean espacios de gestión comunitaria donde se crearán piezas artísticas y ensayarán espectáculos, una biblioteca autogestionada, salas donde grupos de vivienda cooperativa debatirán sobre cómo hacer de los viejos pabellones sus hogares y espacios de trabajo, huertos comunitarios y espacio verde para el deporte y el paseo. Para el futuro, tal vez, escuelas e institutos y otros equipamientos imprescindibles para los territorios vecinos, barrios antiguos y densos, separados de la montaña de Montjuïc por un infranqueable recinto ferial que les da la espalda.
Una pesadilla: las instituciones niegan el debate ciudadano sobre sus bienes comunes
El sueño de recuperar el recinto de la Fira en Montjuïc se convierte en una pesadilla cuando las instituciones públicas están más pendientes de alimentar un proyecto de crecimiento económico infinito que de abrir un debate ciudadano sobre el futuro del lugar, cuya concesión administrativa caduca en 2025. A diferencia de Can Batlló o de la antigua prisión Modelo, el consistorio da la espalda a las demandas vecinales articuladas por el colectivo LaFiraOLaVida. Así como en Berlín la ciudadanía pudo decidir en referéndum el futuro uso del aeropuerto de Tempelhof, en Barcelona se niega un debate abierto y sin condiciones previas sobre el futuro de un entorno que todas las partes reconocen obsoleto.
La Fira, concesionaria desde 1966 del recinto de Montjuïc, es sobre el papel una entidad de mayoría pública, participada a tercios por el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat de Catalunya y la Cámara de Comercio de Barcelona. Los constantes enfrentamientos entre representantes municipales, tradicionalmente progresistas, y representantes regionales, habitualmente conservadores, llevaron en el año 2000 a un compromiso insólito: el Consejo de Administración de la Fira estaría conformado por siete empresarios designados por la Cámara de Comercio. Por tanto, a pesar de su naturaleza pública funciona como un actor privado, y no de los más ejemplares o transparentes. Aún gestionando bienes y presupuestos públicos, no duda en vulnerar los derechos de las trabajadoras contratadas y subcontratadas con prácticas tan bochornosas como pagar a las azafatas de congresos en función de su altura o sustituir a trabajadoras en huelga, como sucedió en 2019 con las riggers (montadoras de escenarios), que exigían salvaguardar la continuidad de sus contratos y condiciones de trabajo en los nuevos pliegos de licitación después de 12 años de trabajo.
Con los años, Fira de Barcelona ha ido ampliando sus dominios desde el recinto de Montjuïc, donde dispone de 110.000m2 de techo expositivo, a un nuevo recinto en la Gran Via de Hospitalet de Llobregat de 240.000m2 que próximamente será ampliado en otros 60.000m2 para cumplir con sus compromisos con el Mobile World Congress. Además, Fira sumará a finales de 2020 la gestión de 100.000m2 más del centro de Congresos y Convenciones del Fórum. Un crecimiento del 40% de su tamaño que casa mal con la voluntad proclamada por el Ayuntamiento de diversificar la economía local y depender menos del turismo.
Aunque Fira presuma de convocar a más de dos millones de congresistas al año y de generar cifras millonarias para la economía regional (2.600M€ al año) no estamos ante una historia de éxito. Su operativa y planes de expansión se construyen como un frágil castillo de naipes sobre presupuestos e inversiones públicas, obtención de créditos preferentes y condiciones muy favorables: por ejemplo, pagar tan sólo 300.000€ al año de alquiler por el suelo de Montjuïc. A lo anterior, se suma a la deuda de Fira 2000 SA, promotora del recinto de Gran Vía e impulsora del proyecto Univers Montjuïc, que va creciendo con los años y debe ser refinanciada constantemente, de ahí el reciente crédito de 380M€ avalado por las instituciones públicas. Y aún con todas estas deudas acumuladas, los gestores de la Fira se niegan a renunciar a Montjuïc, a pesar de la enorme inversión que supondrá su “actualización”. ¿Por qué?
El Montjuïc que imponen los siete empresarios de la Fira, que se tradujo en el mandato anterior (2011-15) en el proyecto Univers Montjuïc, no debe ser entendido sólo como la actualización de un recinto ferial desfasado, sino como la tabla de salvación de una institución hiperendeudada y con un proyecto empresarial megalómano. Más allá de la renovación o construcción de algún pabellón para lo que denominan “ferias urbanas” –como si Hospitalet no fuera “urbano”– el proyecto consiste en la construcción de edificios de oficinas “en los que también habrá zonas para el emprendimiento, el coworking o el showroom para empresas”[1], en definitiva un área de actividad económica destinada a las grandes empresas a quien Fira privilegia, para extender su concesión administrativa más allá del 2025 y seguirla explotando para equilibrar sus cuentas de resultados.
Probablemente sea el control de Fira sobre los medios de comunicación y sobre la mayoría de las fuerzas políticas representadas en el Ayuntamiento lo que explique su capacidad de imponer sus proyectos tanto al consistorio actual como a los anteriores. La negativa a abrir el debate puede ser entendida como una huida hacia adelante para no tener que reconocer abiertamente el derrumbe del mito de una Barcelona económicamente todopoderosa (Iñaki García). La Fira es un gran agujero de deuda surgido de decisiones empresariales que han fiado su sostenimiento al crecimiento sin fin de congresistas, a inversiones en infraestructuras orientadas a la economía del visitante y a la precarización laboral. No es razonable ni sostenible convertir el recinto de Montjuïc en el respirador de una entidad que necesita revisar sus planes de forma urgente, ni es justo cargar ese peso a las espaldas de algunos de los barrios más gentrificados de la ciudad y necesitados de equipamientos, zonas verdes y vivienda asequible y social, como no lo es perpetuar la precariedad de sus trabajadoras ni los privilegios de los de siempre.
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Una falsa premisa: no existe el camino del medio
Los sueños de una Fira que quiere ser líder mundial en turismo de congresos y eventos son la pesadilla de unos barrios y entidades asfixiados por la emergencia habitacional, la gentrificación y la falta de concreción de la tan reclamada como ausente diversificación económica. La reciente crisis del COVID19 no hace más que poner ante un espejo a una Barcelona dependiente de la economía del visitante aún con todas sus externalidades negativas. Pero la necesidad de la activación de los bienes comunes para salir de la crisis no es una conclusión sacada del escenario actual, es un principio básico de la construcción de ciudades desde la óptica de la lucha contra la desigualdad.
La crisis sanitaria, económica y social que ha estallado por el COVID19 constata que es urgente poner en práctica una alternativa económica y social que rompa con la trampa del crecimiento. En esta planificación del retorno a la acción debemos impulsar un modelo que se concentre en la diversificación económica para dar respuesta a las necesidades de la ciudadanía. En el caso de Barcelona es imprescindible el replanteamiento de su modelo de desarrollo turístico, que ha sido una importante fuente económica en la que se sustenta la ciudad entretanto causa procesos gentrificadores y expulsa a sus vecinos y vecinas. Reinventar dicho modelo implica desmontar la colonización de los barrios asediados por el turismo de masas, generar ocupación estable y huir de las condiciones laborales precarias, dar forma a una movilidad más sostenible, frenar los impactos de la contaminación de aviones y cruceros, garantizar el acceso a una vivienda digna. Dar centralidad, por tanto, a la vida en los barrios y a la economía de proximidad. Y existen muchas posibilidades: el comercio justo y local, la recuperación de la industria de manera sostenible y cooperativa, la agricultura para autoabastecernos y comer sano y de proximidad, el fortalecimiento de las redes de cuidados, la cultura de base y la creación artística no precarizada, la vivienda social y la autoconstrucción, las energías renovables y la formación integral para la vida; son sólo algunos ejemplos.
LaFiraOLavida[2] es una plataforma ciudadana que lleva evidenciando la necesidad de devolver este activo público a la ciudadanía desde mayo de 2019. Exigimos iniciar un debate público y abierto para repensar el espacio, debate que Fira de Barcelona impide a la ciudadanía. Reclamamos la gestión democrática de este bien común y su reincorporación a la esfera pública generadora de riqueza y bienestar colectivos. La Barcelona que queremos, por la que se trabaja desde múltiples espacios comunitarios y que aboga por la centralidad del retorno social de los bienes públicos y el protagonismo de las personas que habitan la ciudad, se plantea ahora como una decisión que no se puede postergar. Podemos volver a apostar por modelos caducos que niegan las necesidades y voluntad de las vecinas, o escoger la vida
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[1] Proyecto Universo Montjuïc: http://www.fira2000.org/projecte/montjuic/?lang=es
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Nota sobre la autora
Marina Marcian. Licenciada en derecho y ciencias políticas. Politóloga y gestora cultural de profesión. Activista vecinal y feminista descolonial. Vocal del Irídia. Cantante y defensora de la cultura de base. Teorías de la justicia, migraciones, opresión y privilegios, reinvención de los bienes comunes y centralidad de los cuidados.
Nota sobre el autor
Tonet Font. Arquitecto e investigador en economía urbana y desarrollo local. Profesor universitario, miembro del colectivo Arquitectxs de Cabecera. Colaboro con la Dinamo Fundació. Urbanismo y vivienda social y cooperativa, derecho al barrio y a la ciudad, innovación social.
Para citar este artículo: Marina Marcian y Tonet Font. La Fira o la vida: es el momento de atrevernos a escoger la vida. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.3 núm. 13 Derecho a la ciudad. A Coruña: Crítica Urbana, julio 2020. |