Por Neus Casajuana |
CRÍTICA URBANA N. 24 |
Es conocido que la mayoría de ciudadanos suele tener una opinión negativa de la clase política. Cualquier encuesta o noticia que busquemos en Google sobre esa valoración no hará más que reforzar la percepción de desconfianza hacia gobiernos, partidos y políticos. Los casos de corrupción o las conductas reprobables agravan la mala imagen, pero los porqués del suspenso general son más complejos.
En el fondo de la cuestión subyace la percepción de que el sistema socioeconómico en el que vivimos nos ha llevado a un nivel de degradación planetaria que está poniendo en peligro a la humanidad y que los niveles de injusticia han alcanzado cotas insostenibles. Mientras unos pocos poseen la mayor parte de la riqueza, muchos tienen que sobrevivir en condiciones indignantes o a base de ayudas públicas si han tenido la suerte de nacer en alguno de los países más desarrollados. En nuestras sociedades están aumentando los niveles de desigualdad, inseguridad, ira, desesperación y soledad y con ellos crece el malestar general hacia los políticos a los que se les hace responsables de estos males. La sociedad no solo no confía en que los gobiernos sean capaces de revertir estos problemas globales, sino que además existe la sospecha, a veces fundada, de que las clases más poderosas son las que realmente mandan o dirigen las políticas desde la sombra.
Por otro lado, los ciudadanos no se sienten muchas veces involucrados en el devenir de la sociedad. Una gran mayoría tiene la sensación de que sus actuaciones individuales tienen un peso nulo para cambiar algo. El espacio de intervención en las decisiones colectivas se reduce al voto en las urnas cada cuatro años. Esta forma de participación light no invita a sentirse socialmente responsable. Aunque cada vez somos más los ciudadanos conscientes del impacto que tiene nuestro estilo de vida en el clima y en el planeta, esta consciencia no es suficiente para plantearnos cambios efectivos en nuestros hábitos si comportan una pérdida significante de grados de libertad y comodidad en nuestros hábitos de consumo, alimentación u ocio.
Los retos globales a los que la humanidad se va a enfrentar en las próximas décadas requieren soluciones contundentes para ser realmente eficaces. No solo en lo referente a los retos ambientales y climáticos, sino a las grandes desigualdades entre una minoría extremadamente rica y una fracción considerable de la humanidad tan pobre que se ve empujada a abandonar tierras y países en busca de algún futuro en alguna parte, a riesgo de perder su vida en el intento.
Los políticos saben que llevar a cabo las medidas radicales que los expertos recomiendan para superar tales retos puede suponer la desestabilización de los gobiernos. La experiencia demuestra que en un clima de desconfianza y desconexión entre ciudadanos e instituciones es muy difícil, si no imposible, aplicar imposiciones con éxito, a no ser que se apliquen a la fuerza y usando métodos propios de regímenes no democráticos. Todos recordamos las protestas de los chalecos amarillos en Francia surgidas a raíz de un aumento moderado del impuesto al gasoil en 2019. Las cuestiones de inequidad no pueden nunca perderse de vista ante cualquier medida que se pretenda tomar.
El temor a la inestabilidad de los gobiernos al aplicar políticas complejas con impactos en múltiples sectores afecta al grado de ambición de los políticos y el resultado es que los avances son desesperadamente lentos y frustrantes. Es en este marco de descontento y de frustración, cuando ciudadanos y gobiernos nos planteamos cómo salir del atolladero cómo afrontar con éxito y a tiempo los grandes retos globales. Sabemos que la imposición de medidas políticas sin un amplio consenso social es una apuesta con muchas probabilidades de fracaso. Entonces, ¿qué cambios en la gobernanza serían necesarios para salir de las crisis que nos afectan de forma eficaz? Cada vez hay más voces que defienden que la respuesta a esta pregunta es, con más democracia y por ello reclaman un mayor papel de toda la sociedad en las grandes decisiones.
Después del fracaso en la subida de impuestos en Francia, Macron decidió apoyarse en una asamblea ciudadana para que, de forma colectiva, trazara un plan de acción para hacer frente al cambio climático. Unas ciento cincuenta personas elegidas al azar de forma representativa recibieron durante seis meses la formación de expertos y la opinión de los grupos de interés. Tras el debate ordenado, la asamblea propuso una lista de 149 medidas dirigidas al gobierno. Estas personas, que pasaron de ser ciudadanos sin ninguna influencia política a ser ciudadanos informados, con criterio, activos y vigilantes, se han constituido en un grupo de seguimiento y presión para que las medidas que propusieron lleguen a implementarse. Esta “Convención Ciudadana por el Clima” dictaminó en 2021 que la política climática del Ejecutivo de Macron era insuficiente y no se ajustaba a las propuestas presentadas por ellos. La democracia participativa es un arma poderosa a la cual los gobiernos pueden acudir para tomar iniciativas con el respaldo ciudadano, pero es un arma de doble filo, ya que se puede convertir en una herramienta de control ciudadano que va a ser menos transigente con la inacción política.
La fórmula de las asambleas ciudadanas ha sido utilizada en diferentes países para la resolución de problemas complejos de distinta índole (urbanísticos, sociales…) y está tomando relevancia en la cuestión del cambio climático. Muchos gobiernos están ya aplicando esta fórmula de participación, entre ellos España, Baleares o Catalunya, pero existen otras fórmulas de participación directa que podrían constituirse como nuevos espacios para la información, la comunicación, el debate y la propuesta ciudadana de forma generalizada. Las herramientas digitales facilitan estos procesos. Ciudadanos y gobiernos deberíamos usar estas herramientas e impulsar su utilización para avanzar en la gobernanza compartida.
Para que estas iniciativas de democracia participativa tengan realmente una repercusión social real es imprescindible que sean conocidas y reconocidas por toda la sociedad y que el seguimiento de la experiencia y de sus resultados esté al alcance de cualquiera. Los medios de comunicación tienen un papel decisivo en la expansión de su conocimiento. Un peligro que puede malograr los objetivos de democratización es que los gobiernos quieran utilizar estas iniciativas con fines de «lavado de cara ciudadano» o citizens washing en palabras del Defensor del Pueblo de la UE al referirse al proceso participativo Conferencia Sobre el Futuro de Europa puesto en marcha por la UE en 2021 que ha tenido un impacto negligible entre los ciudadanos europeos.
El Proyecto del Banco Ciudadano Europeo
En 2021 Revo Prosperidad Sostenible participó en un proyecto europeo liderado por Positive Money Europa en el cual se utilizaba la plataforma digital Decidim de acceso libre, para iniciar un proceso de participación en un tema tan poco conocido y árido cómo es la estrategia del Banco Central Europeo (BCE).
Aprovechando que el BCE había iniciado un proceso de consulta sobre este tema, impulsamos el proyecto European Citizens Bank en la que participaron cinco países: España, Francia, Alemania, Italia y Países Bajos. Desde esta plataforma digital se invitó a los ciudadanos a participar en un proceso de formación a través de la documentación escrita en un lenguaje accesible y de una serie de webinars con expertos que trataron las siguientes cuestiones: El Banco Central Europeo y su función. La democratización del Banco Central Europeo y de la política monetaria. Las políticas radicales del BCE y la flexibilización cuantitativa. ¿Qué podría hacer el BCE en la transición a un modelo económico sostenible? ¿Es posible regular al sector bancario que emite el dinero que usamos? Se invitó a la elaboración de propuestas por parte de los participantes y a su valoración mediante votación. Las diez propuestas más votadas trataban de los siguientes temas: Introducción del euro digital del BCE; Distribución del Dinero directamente a la gente; Financiación directa del BCE a los estados; Digitalización del dinero con protección de la privacidad; Caducidad del euro digital del BCE; Revisión democrática mandato BCE; Responsabilidad y transparencia de los efectos distributivos BCE; Condonación de la deuda derivada del Covid-19; Separación de banca comercial y banca de inversión; Democratización del crédito y oportunidades de emprender. El proyecto concluía con el debate de dichas propuestas, guiado por facilitadores y expertos para llegar a la redacción de unas conclusiones recogidas en el Informe completo. En este proceso participaron 167 españoles y sus valoraciones fueron muy positivas.
Las conclusiones del proyecto se entregaron a los parlamentarios europeos de los cinco países participantes para que las tuviesen en cuenta en las propuestas políticas relacionadas con el sistema monetario y el BCE. Desafortunadamente, no se llegó a tiempo para incorporar las conclusiones del proyecto en la consulta sobre la estrategia del BCE.
Aunque no ha habido resultados tangibles sobre el impacto del proyecto entre los parlamentarios europeos, nuestra valoración es que este es un proceso en curso que justo ha comenzado pero que va a tener continuidad, ya que el BCE se ha comprometido a revisar su estrategia cada 5 años y, por tanto, los ciudadanos deberemos aprovechar todas las oportunidades para hacer oír nuestra voz. Nuestro objetivo es poder dar continuación al proyecto European Citizens Bank e impulsar otros procesos participativos a través de plataformas digitales, no solo para los asuntos relacionados con el sistema bancario o monetario, sino para tratar cualquier otro tema de interés general, cómo puede ser el cambio climático.
Cómo resumen final, concluimos que solamente la profundización de nuestras democracias, con la implicación ciudadana y el ejercicio de la inteligencia colectiva puesta al servicio del interés general, puede ayudarnos a superar los retos globales que están poniendo en peligro nuestra propia civilización.
Nota sobre la autora
Neus Casajuana Filella es bióloga y farmacéutica por la Universidad de Barcelona. Técnica de salud pública. Activista. Presidenta de Revo Prosperidad Sostenible.
Para citar este artículo:
Neus Casajuana. Más participación para superar los retos globales Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.5 núm. 24 Participación: mito o realidad. A Coruña: Crítica Urbana, junio 2022.