Por Isabel Duque Franco |
CRÍTICA URBANA N.15
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Cuando en marzo de este año se hizo evidente la propagación del COVID-19 entre las ciudades latinoamericanas, una de las preocupaciones más recurrentes fue el impacto que la pandemia, junto con las medidas de cuarentena y aislamiento social, tendrían sobre una región caracterizada por la desigualdad socio-económica y espacial.
No hubo que esperar mucho tiempo para constatar cómo los peores presagios tomaban forma. En Bogotá, por ejemplo, cuando apenas habían transcurrido unos días de la cuarentena obligatoria, se comprobó que los sectores más vulnerables de la ciudad, sin viviendas adecuadas y dependientes de la economía informal, tenían serias dificultades para permanecer en casa y prevenir el contagio.
Actualmente con 274.829 casos confirmados, Bogotá concentra el 32,1% de los contagios registrados en el país1. Los datos por localidad y estrato socio-económico2 muestran de manera contundente que la mayoría de casos, hospitalizaciones y decesos se están produciendo entre la población más vulnerable en términos socio-económicos (Gráfico 1).
Si bien los estratos 2 y 3 son predominantes en la ciudad, el hecho de que la mayoría de personas afectadas por el virus corresponda a estos sectores, significa que están más expuestas al contagio y que las probabilidades de que enfermen, e incluso fallezcan, son mayores que en otros estratos. Esto se explica fundamentalmente por dos factores relacionados entre sí: unas condiciones de habitabilidad deficitarias que facilitan el contagio y una pobreza monetaria asociada al empleo informal que impide el aislamiento social.
En Bogotá existen alrededor de 23.500 asentamientos informales, el 60% de los cuales se encuentra en las localidades de Ciudad Bolívar, Usme, Bosa y Kennedy3, que a su vez concentran el 39% de los infectados en la ciudad. Las viviendas en estos asentamientos presentan problemas de hacinamiento, carecen de acueducto o acceden al servicio por medios rudimentarios, no cuentan con alcantarillado y tampoco con espacio público o una infraestructura básica para el cuidado. A esto se suman los desalojos a arrendatarios por el incumplimiento en el pago del alquiler durante la crisis sanitaria. Una situación que, a pesar de las prohibiciones desde el gobierno nacional, ha resultado especialmente crítica en los sectores populares, en donde muchos propietarios tienen el alquiler como como único ingreso.
De otra parte, al comenzar el año la tasa de empleo informal en la ciudad era del 42%4. Se trata de una población que carece de ingresos estables, no cuenta con medidas de protección social como un seguro de desempleo y trabaja por un sueldo diario. En el marco del confinamiento esto ha implicado un doble riesgo: de un lado, que no disponen de los recursos suficientes para subsistir durante ese tiempo y de otro, que deben salir a trabajar arriesgando su propia salud, la de sus familias y sus comunidades. Según el monitoreo al aislamiento que realiza la Alcaldía Mayor de Bogotá5, durante el mes de agosto, un mes crítico en los niveles de ocupación de las UCI, la mayoría de personas que tuvieron que salir de sus hogares pertenecían a los estratos 1 y 2; el 39% lo hizo por trabajo frente al 24% de los estratos 4, 5 y 6. En cambio, el 15% de las personas de estratos altos salieron para sacar una mascota, tomar cursos o socializar con amigos. Entre los estratos bajos estas actividades apenas llegan al 6% (Gráfico 2).
Resulta evidente que los sectores sociales más expuestos al contagio por razones económicas son aquellos dependientes de la informalidad o empleados en trabajos no calificados. El gobierno de la ciudad adoptó una serie de medidas para mitigar los efectos de la crisis sanitaria entre la población más pobre o vulnerable. En materia de hábitat algunas de las medidas fueron la aplicación de subsidios a servicios públicos domiciliarios para estratos del 1 al 4, la reconexión de servicios, especialmente de acueducto, así como la asignación de un subsidio de arriendo solidario. Con respecto al ingreso y sostenimiento, se creó el programa Renta Básica Bogotá, un sistema de ayudas monetarias que hasta el mes de agosto había sido asignado a hogares de estrato 1 (21,6 %), 2 (61,2%) y 3 (16,2%). El programa también incluye la entrega de ayuda alimentaria (mercados, canastas alimentarias, bonos y comida preparada)6. Sin embargo, la distribución de estas ayudas no ha estado exenta de problemas. Durante las primeras semanas la administración se vio desbordada, se presentaron demoras en la entrega de mercados y subsidios debido al proceso de identificación de las posibles familias beneficiarias y a problemas de tipo logístico, lo que generó protestas y cacerolazos en diferentes barrios de las localidades más pobres. Según los manifestantes, las estrictas medidas de aislamiento social les impedían conseguir su propio sustento y las ayudas del gobierno no llegaban o eran insuficientes7, de suerte que estaban ante el dilema de “contagiarse o morir de hambre”.
En términos generales, las medidas implementadas por la administración de la ciudad, junto con las del gobierno nacional y las diferentes iniciativas solidarias promovidas desde la sociedad civil, no han sido más que paliativos ante una situación de proporciones inusitadas y con profundos impactos a mediano y largo plazo. En julio la tasa de desempleo alcanzó el 25,1%, cerca de 15 puntos porcentuales por encima de la tasa registrada en julio de 20198. En 2019 el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) ya resultaba preocupante para Bogotá, al pasar de 4,1% al 7,1% en apenas un año9. Teniendo en cuenta que algunas de las variables contempladas en este índice, como las relacionadas con salud, educación y trabajo, se están viendo afectadas con la pandemia y el confinamiento, previsiblemente más personas han sido o serán empujadas hacia la pobreza durante este año.
Asimismo, las desigualdades socio-económicas se han agudizado y se evidencia un mayor empobrecimiento en determinados segmentos sociales. Muestra de ello es la cantidad de hogares de estrato 3, considerado tradicionalmente como un sector de ingresos medios, que han requerido de los auxilios de renta básica y ayuda alimentaria; sumándose así a los estratos socio-económicos más bajos, también duramente golpeados por la crisis. De otra parte, los problemas asociados a los déficits habitacionales no solamente siguen sin resolver, sino que están agravados por el surgimiento de nuevos asentamientos informales durante la cuarentena10.
Desde comienzos de septiembre se han ido flexibilizando las restricciones y la economía parece estarse reactivando lentamente. No obstante, la recuperación social y económica, así como la superación de la brecha ahondada por la crisis, pasa, ahora más que nunca, por una política pública ambiciosa producto de la concertación entre el sector público, el privado y la ciudadanía.
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1. SALUDATA, Observatorio de Salud de Bogotá. Fecha de corte octubre 04 de 2020.
2. Se trata de un sistema de clasificación basado en las características físicas de las viviendas y su entorno inmediato relacionado también con el ingreso. El estrato 1 presenta las peores condiciones y el 6 las mejores.
3. Techo. (2015). Derecho a Bogotá. Informe de Asentamientos Informales. Bogotá. Disponible en: https://issuu.com/techocolombia/docs/derecho_a_bogot__
4. Observatorio de Desarrollo Económico. (2020). Boletín Mercado Laboral Especial No.66. Abril 23 de 2020. Bogotá: Secretaría de Desarrollo Económico.
5. Alcaldía Mayor de Bogotá. (2020). #Yo me quedo en casa. Seguimiento COVID -19. Bogotá Informe de seguimiento#18 Encuestas telefónicas. Agosto 21 de 2020. Disponible en: https://bogota.gov.co/monitoreo-al-aislamiento-bogota
6. Alcaldía Mayor de Bogotá. (2020a). Renta básica. Bogotá rinde cuentas. Octubre 3 de 2020, Disponible en: https://rentabasicabogota.gov.co/#rendicion
7. Se calcula que las transferencias monetarias mitigan apenas hasta el 40% del ingreso.
8.Observatorio de Desarrollo Económico. (2020a). Boletín Mercado Laboral No.121. Septiembre 4 de 2020. Bogotá: Secretaría de Desarrollo Económico.
9. DANE. (2020). Encuesta Nacional de Calidad de Vida 2018-2019. Bogotá: DANE.
10. Rivera, Mónica. (2020). El desalojo en medio de la cuarentena en Altos de la Estancia. El Espectador, mayo 19 de 2020. Disponible en: https://www.elespectador.com/noticias/bogota/el-desalojo-en-medio-de-la-cuarentena-articulo-919986/
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Nota sobre el autora
Profesora del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia. Socióloga de esa Universidad y Doctora en Geografía Humana por la Universidad de Barcelona. Forma parte del Grupo de Estudios sobre la Problemática Urbano-Regional en Colombia (Geourbe). Ha trabajado en la promoción y acompañamiento de procesos de planeación participativa, en escuelas de formación ciudadana y pedagogía política así como en el fortalecimiento de las capacidades de incidencia de organizaciones sociales en Bogotá y otras regiones de Colombia. Es parte del equipo de redacción de Crítica Urbana.
Para citar este artículo: Isabel Duque Franco. Ahondando la brecha. Pandemia y desigualdad socio-espacial en Bogotá. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.3 núm. 15 Coronavirus: impacto urbano y territorial. A Coruña: Crítica Urbana, noviembre 2020. |