Por Rubén C. Lois |
CRÍTICA URBANA N.15
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En los últimos textos que he escrito casi siempre referidos al COVID, insisto en una idea para mi fundamental: el mundo ha cambiado con la pandemia y no sabemos hasta qué punto las mudanzas registradas serán irreversibles. La noción de crisis se ha reforzado con relación a la época actual. Primero fue la crisis económico-financiera de 2008, y cuando ya la habíamos superado, llega la crisis sanitaria, con la amenaza permanente de los efectos del cambio climático, que nos sitúan ante la eventualidad de una crisis ambiental, más o menos inminente.
Por lo tanto, cabe deducir que estos decenios iniciales del siglo XXI son los de crisis en el modelo de desarrollo, en el sistema económico capitalista, bajo el que se ordena el mundo. Y esta crisis afecta a todo el espacio, sea urbano y rural, a escala 1:2.000 y a escala 1:1.000.000. Afecta a la Geografía en su plenitud, y la Geografía junto con el urbanismo debe repensar la ciudad y el proceso urbanizador. Se trata de una tarea prioritaria, ya que la ciudad era el escenario triunfante del capitalismo hegemónico, de la globalización y del libre comercio cuando la vieja normalidad regía sin grandes contratiempos nuestras vidas.
A pesar de que la sucesión de datos, informes y políticas públicas más o menos contradictorias puedan despistarnos, una evidencia resulta clara respecto a la evolución de la pandemia: las ciudades y áreasurbanas más compactas, densificadas y vinculadas a un mayor nivel de movilidad de la población son los espacios más afectados por la COVID.

Santiago Compostela. Praza Roxa. Foto: Maricarmen Tapia
Ciudades globales en el epicentro
Primero fue una gran ciudad china, Wuhan, luego Milán y Lombardía en Europa, más tarde New York, también Sao Paulo o Melbourne. Siempre las ciudades globales en el epicentro de la crisis sanitaria, donde los muertos se cuentan por miles y los infectados constituyen un porcentaje significativo de la población. Además, a la mínima relajación de las normas de confinamiento, las posibilidades de rebrote vuelven a centrarse en estos lugares. En consecuencia, para la Geografía urbana y el urbanismo, los ejemplos de grandes capitales mundiales, bien comunicadas por aeropuertos y trenes rápidos, con empresas que mantienenrelaciones económicas y comerciales en todo el mundo, se revelan los espacios frágiles de la nueva crisis. Un panorama de millones de personas encerrados en sus casas, costosas y no muy grandes, conectados por ordenador con el exterior, y que toman todas las precauciones al salir a comprar o a hacer ejercicio, constituyen en reverso un tanto fantasmal de la ciudad mundial, emprendedora y creativa que los manuales y numerosos libros nos mostraban como ejemplos de centros triunfantes hace tan sólo unos pocos años.
Como resultado de esta constatación, el debate ente ciudad compacta y ciudad dispersa parece beneficiar hoy en día a esta última. Incluso se vuelve a evocar un cierto renacimiento del rural, tranquilo y más seguro, frente a las aglomeraciones que promueve la urbanización. Pero si profundizamos un poco más en nuestra reflexión, estas impresiones iniciales se matizan. Aun considerando la magnitud mundial de esta crisis, es previsible que la misma pueda ser superada en unos meses. Por lo tanto, las grandes capitales y ciudades globales continuarán operando como nodos de referencia en el sistema urbano mundial. Otra cuestión diferente se refiere a que los urbanistas y planificadores tendrán que actuar limitando las elevadas densidades de algunos sectores o barrios de la ciudad. Unas cifras de densidad superiores a los 70 u 80 hab/km2 no sonrecomendables ante un escenario más o menos reiterado de crisis sanitaria, ambiental o económico-financiera. Tampoco semeja que la ciudad dispersa, periurbana, con el derroche ambiental y el exceso de movilidad que impone, sea la alternativa deseada. Sin duda, y este debate se ha generalizado a otros aspectos del gobierno, tendremos que ampliar el protagonismo de lo público frente a la hegemonía de un discurso neoliberal en las ciudades que nos ha llevado, o agravado, el efecto de las crisis. Lo público, expresado en las acciones de gobierno a diferentes escalas (desde la local a la estatal), deberá adquirir un protagonismo superior que en estos últimos decenios de lógicas desreguladoras. Esto supondría un retorno a la planificación urbana y territorial, abandonadas en épocas recientes, y una mayor consideración por los escenarios de sociabilidad (sean espacios libres, zonas verdes, dotaciones y equipamientos) en el diseño de la ciudad. Aunque no existe la completa convicción de respetar lo público y lo colectivo por parte de algunos dirigentes, el miedo a la crisis que se ha instalado entre nosotros obliga a una concepción del urbanismo más centrada en la calidad de vida, con criterios ambientales cada vez más rígidos, y con precauciones respecto a modelos de crecimiento ilimitado y competitividad que pueden revelarse frágiles en poco tiempo.
Repensar el concepto de ciudad global
Estos meses nos han demostrado claramente que existe una Geografía (urbana) de la crisis. Algunas urbes han notado mucho más los efectos del COVID-19 y otras menos. La territorialización a la que nos referimos resulta sencilla y debe marcar la dirección para el urbanismo del futuro. Por una parte, la ciudad compacta y de gran tamaño es peligrosa ante un escenario de crisis ambiental o sanitaria. Es necesario repensar el concepto de ciudad global, ahora que la presencialidad en muchos actos, reuniones y toma de decisiones no es imprescindible. Retomar con fuerza el policentrismo que ya imaginara P. Geddes nos parece un buen camino para reorganizar el sistema urbano, donde más ciudades medianas y pequeñas pueden adquirir importancia, no sólo como centros especializados o creativos, sino como escenarios de calidad de vida. La urbe compacta se mantendrá frente a la ilógica urbanización difusa de porciones crecientes del territorio, pero se deben frenar y controlar las densidades, la fragmentación del espacio residencial en microviviendas, y el absoluto predominio de lo construido frente a lo libre o lo verde en determinados barrios, por lo general más pobres. La ciudad segregada de las clases sociales provoca todo tipo de problemas y conflictos. Algunas desligadas de la crisis del COVID, como el estallido antirracista en Estados Unidos. Otras asociadas directamente, como pobreza urbana ymayor incidencia de la pandemia. Por eso, las políticas urbanas y el urbanismo tienen que retomar sus objetivos de corrección de las desigualdades residenciales, dotacionales y étnicas en el interior de las ciudades. Unas ciudades bien planificadas, presididas por el objetivo de la mejora de las condiciones de vida y la corrección de las brechas sociales profundas, serán más resistentes a las futuras crisis. Expresado de otra forma, el nuevo urbanismo que cabe desarrollar en esta época de incertidumbre, se basa numerosas recetas clásicas ya aplicadas, que ahora se beneficiarán de progresos técnicos en eficiencia energética, diseño inteligente a través de nuevos sofwares y modelos de planificación participativa ya ensayados en muchos lugares. Aguardemos por nuestro bien que estas soluciones se impongan.
En numerosas obras se repite que la obsesión de los geógrafos y urbanistas por ordenar bien el territorio y la ciudad no es nada nuevo. Pero en nuestra defensa se debe argumentar que ya predijimos los escenarios de crisis contemporánea, siempre generados por la desregulación. Por lo tanto, aunque las grandes ciudades globales seguirán manteniendo su primacía, y el debate compacto-disperso continúe prolongándose hacia el futuro, aprender de los buenos ejemplos de planificación continúa siendo la receta idónea para hacer frente a crisis sanitarias, pandemias y amenazas ambientales, que en el futuro se presentarán ante nosotros.
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Nota sobre el autor
Rubén C. Lois, geógrafo, catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela. Cuenta con una activa participación en cuerpos profesionales, actualmente es Vicepresidente de la Unión Geográfica Internacional. Ha trabajado para la administración pública y dirección de centros interinstitucionales. Autor de numerosas publicaciones sobre análisis territorial. Es parte del equipo de redacción de Crítica Urbana.
Para citar este artículo: Rubén C. Lois. La ciudad y el urbanismo en tiempos de pandemia. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.3 núm. 15 Coronavirus: impacto urbano y territorial. A Coruña: Crítica Urbana, noviembre 2020. |