Por Maricarmen Tapia Gómez |
Directora Crítica Urbana |
CRÍTICA URBANA N.30 |
Los niños y las niñas pueden devolvernos la consciencia de contar con espacios para la creatividad, la espontaneidad, el encuentro y el juego, donde hacer algo con alegría y con el solo fin de entretenerse o divertirse.
La propuesta de Nadja Monnet de coordinar un número de Crítica Urbana sobre “Ciudades, infancias y juegos” nos pareció pertinente dentro de la línea de no discriminación de la revista, y, muy especialmente, porque permite una perspectiva única y crítica a nuestros espacios de vida.
La pérdida del espacio público como espacio de sociabilidad, unido a la hiperexigencia de la productividad en la vida cotidiana y de la rentabilidad en la vida urbana, ha provocado que el juego fuera relegado de la experiencia urbana de niños y niñas, y de su presencia en el espacio público.
Los y las autoras de este número, más que listar los beneficios de los juegos en el espacio público -como el desarrollo cognitivo, la memoria, la salud física y sicológica-, nos posicionan críticamente frente a los juegos y a los espacios de juego como parte de la práctica y aprendizaje de los y las futuras ciudadanas.
Nos vuelven a demostrar cómo la planificación y el diseño urbano no son neutrales. Cómo se van excluyendo de la ciudad espacios de juego y espontaneidad. Pero van aún más lejos: no se trata hoy solo de contar con espacios, sino que el diseño y lo que allí sucede sólo es eficiente y adecuado en cuanto es diseñado, apropiado y vivido por las comunidades. Nos muestran experiencias de transformación de los espacios al ser dotados de significado e incluidos en la experiencia cotidiana y, más aún, en la experiencia desde nuestra corporeidad.
Los artículos que saltan en el tiempo y los espacios – países, ciudades–, no se arrojan nostálgicos a la infancia perfecta y a los juegos inocuos, sino que miran críticamente cómo estos han sido modeladores de roles y sesgos culturales.
Los espacios de juego aquí propuestos permiten la acción directa de los niños y niñas en el desarrollo de sus juegos, siendo quienes planifican, diseñan, construyen y usan. Inventan o repiten, lo importante no es el hacer ni la novedad ni la cantidad sino la experiencia de crear, de compartir, la espontaneidad y la resolución creativa. Los juegos preparan a los animales para su vida adulta; en la infancia, el juego es también un ensayo-error permanente, la idea es divertirse, seguir la historia que se crea y zambullirse en la sincronía de la imaginación conjunta. El juego libre libera y permite el desarrollo de habilidades sociales, de arraigo, de convivencia y de rápida resolución del conflicto.
El juego requiere ser rescatado de las viejas estructuras de reproducción social de la discriminación y la violencia como valores distintivos, para convertirse en espacios de desarrollo y placer compartido de niños y niñas. Ser espacios de vida y de riqueza relacional en nuestras ciudades.
Nota sobre la autora
Maricarmen Tapia Gómez Arquitecta, doctora en Urbanismo por la Universitat Politècnica de Catalunya. Ha desarrollado su trabajo en el análisis y diseño de políticas urbanas, tanto en el mundo académico como en instituciones públicas. Participa activamente en la defensa de los derechos de las personas en la ciudad y el territorio, a través de organizaciones, publicaciones e investigaciones. Es directora de Critica Urbana. Más artículos de la autora +
Para citar este artículo:
Maricarmen Tapia Gómez. El derecho a la ciudad de niñas y niños. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales, Vol.6, núm. 30, Ciudades, infancias y juegos. A Coruña: Crítica Urbana, diciembre 2023.