Por Nadia Casabella |
CRÍTICA URBANA N. 32 |
El profesor que daba la clase gesticuló como si hablara, pero ningún sonido salió de su boca. Agitó las manos como si quisiera extraer algo de ella, la lengua medio sacada, para inmediatamente después paladear con desagrado. Lord Chandos habla que las palabras se descomponen en su boca como si de “hongos podridos” se tratara (1981:30), se siente aturdido por la complejidad y riqueza de todo lo que le rodea, pero incapaz de simplificarla en conceptos que resulten más o menos fáciles de transmitir, incapaz de expresar con palabras ideas o argumentos medianamente abstractos.
Leer el texto acompañado de su mímica nos descolocó, y ayudó a que nos imagináramos cuán física era la angustia que Lord Chandos reproduce en su carta[1], mientras confesaba la falibilidad de lo que hasta entonces había sido un yo sin tacha. “He perdido por completo la capacidad de pensar o hablar coherentemente sobre cualquier cosa” (1981:30), escribe Lord Chandos en 1902. La clase era de Teoría y Crítica de la Arquitectura, en la Escuela de Arquitectura de Barcelona (ETSAB). La carta servía para hablar de la irrupción del Movimiento Moderno, que, a la imagen de Lord Chandos, se siente perplejo ante una realidad distorsionada por viejos conceptos, una realidad que se revela y nos demanda un cambio de perspectiva, de vocabulario, de todo nuestro ser. Jared Diamond (2012) describe una situación similar cuando se pregunta qué podemos aprender de las sociedades tradicionales y nos llama inadaptados, porque nuestros cuerpos y manera de hacer se descubren en una situación bien distinta de la que los engendró. Pero la carta también era la ocasión de hablar de la confianza y apuesta de los arquitectos que propulsaron el Movimiento Moderno de que de la crisis pudieran surgir nuevos conceptos capaces de dar cuenta de la realidad.
Allá
Esta es una de las interpretaciones posibles. Pero la idea de que hay una realidad que se comporta como el Fénix que renace de sus cenizas merece ser explorada. La perplejidad que lord Chandos experimenta quizá tiene que ver con el destinatario de la carta, ambientada en 1608 y dirigida a Francis Bacon, el inventor de la filosofía práctica y defensor del conocimiento empirista, para quien los hechos se manifiestan fuera de toda intervención humana, y sobre todo, uno de los responsables de la gran escisión entre la naturaleza y la cultura, entre la ciencia y la sociedad de la que habla Latour en “Nous n’avons jamais été modernes” (1997) como el fundamento de la modernidad. La incomodidad o imposibilidad que experimenta Lord Chandos no es simplemente autobiográfica, sino que es algo que nuestra sociedad, al aceptar simplificar y así despreocuparse de la complejidad del mundo que nos rodea, al aceptar “liberarse” de las enrevesadas interdependencias que la unían con los seres y procesos con los que hacía cuerpo, provocó. La imposibilidad de dar cuenta del mundo que experimenta Lord Chandos tiene que ver con la enajenación que sentimos cuando las relaciones de intimidad que manteníamos con otras especies, el viento, el suelo, además de con otros humanos (Worster, 1993) son destruidas para “recatarnos” de nuestra animalidad y contingencia, cuando nos aleja de las entidades que contribuyen a hacerla habitable, y sobre todo cuando ignoramos que nuestra habitabilidad no puede pensarse sin todo lo que hace mundo con nosotros.
La arquitectura siempre ha jugado un papel mediador entre el espacio envolvente y sus habitantes potenciales. La arquitectura ayuda a calificar esta inmensidad, a darle una dirección: este lugar y ningún otro, este lugar de habitación. En el mundo biológico no humano, hablamos de hábitat o biotopo. Estos términos reconocen que incluso en ausencia de una arquitectura propia, vivir significa desarrollar relaciones con otros seres biológicos (plantas, animales, hongos, microorganismos, etc.), construir una comunidad, “construir parentesco” en palabras de Donna Haraway (2016), y no sólo espacios. Sin embargo, reconectarnos de todo aquello de lo que hemos sido separados, apostando por una reconfiguración entre humanos y no humanos, es una jugada que está lejos de ganarse de antemano. Como Stengers nos recuerda (2013), partimos de una asimetría: no somos iguales, aunque participemos todos del mismo entorno, nuestro medio ambiente o Umwelt, el espacio que nos rodea, el lugar donde estamos. Reconfigurar no puede entenderse en el sentido de reconciliar y lograr así un beneficio mutuo para los humanos y el planeta, sino que debe partir de reconocer nuestra vulnerabilidad.
En ese sentido, la referencia que Lord Chandos hace a Craso y la morena[2] no puede ser fortuita: el parentesco que Craso construye con su morena justifica ante el Senado (todopoderoso) que pueda estar compungido y derrame las lágrimas que Domicio no fue capaz ni siquiera de derramar por sus dos esposas fallecidas. Lord Chandos, a través de Craso, confiesa que depender del mundo que le rodea lo libera: dependo luego existo. Porque la realidad me afecta, me solidariza, dice Lord Chandos, me hace existir con los otros, en relación con los otros, “hasta el más profundo regazo de la paz” (von Hofmannsthal, 1981:37). En este sentido, la falta de coherencia a la que Lord Chandos se refiere puede tener que ver con algo que Guattari explica en su libro sobre las tres ecologías: cara a las disrupciones de finales del siglo XX, el sujeto se ha vuelto un lugar inadecuado para pensar y actuar. Hugo von Hofmannsthal escribe antes del fin del siglo XX, y las disrupciones que encara son otras, igualmente urgentes: “algo indecible me obliga a pensar” acerca de Craso y su morena (von Hofmannsthal, 1981:37). Ese algo indecible puede que esté relacionado con descubrir y aceptar nuestra vulnerabilidad, y con ella, la posibilidad de aliarse. Lord Chandos, al escribir su carta, no sólo consiente la emoción extática de una realidad que se multiplica ininterrumpidamente, la epifanía de la que habla Magrís (1981:11). Quizá busque aliados que se interesen en y por la misma situación (Stengers, 2017, Stengers, 2019), dispuestos a pensar y actuar colectivamente, y a re-imaginar esa realidad emergente y en ebullición, porque nos concierne.
Aquí
Craso y su morena escogieron a Lord Chandos como el suelo me escogió a mí. Nos desajustamos cuando el desajuste nos asalta, no porque nos haya precedido. Depende de nosotros hacerlo y hacernos desaparecer, o hacerle frente y aliarse. Pero no deberíamos confundirnos: no somos nosotros los que nos aliamos, en tanto que individuos, sino que son nuestros aliados los que nos encuentran. En mi caso fue un grupo de mujeres, casi todas llegadas a Bruselas de otra parte (Grecia, España, Suiza, o Turquía), muchas arquitectas, que me encontraron para empezar “Super Terram”, un proyecto de co-creación subvencionado por Innoviris (el instituto de investigación e innovación regional). Durante 18 meses (noviembre 2021 – abril 2023) nos dedicamos a explorar y profundizar la siguiente pregunta: cuando vemos el suelo como un ecosistema vivo en lugar de un material inerte ¿qué cambios ocurren en la forma en que percibimos, vivimos, planificamos y soñamos el futuro de nuestras ciudades?
Lo cierto es que parece complicado tener una relación pacífica con el suelo de la ciudad. Hay demasiado o muy poco, o está demasiado contaminado, o demasiado lleno de recuerdos, o demasiado compacto, o demasiado seco, o demasiado húmedo, o demasiado sucio, o demasiado fertilizado, o demasiado ácido, o demasiado inerte. O todo al mismo tiempo. El suelo en la ciudad, en cualquier ciudad, es preocupante. Son tantos los problemas potenciales que convoca que acaba por paralizarnos. Además, el suelo sigue extrañamente limitado a un pequeño grupo de expertos, bastante inmune al debate abierto. Si todo el mundo se siente autorizado a hablar del agua, el aire o la biodiversidad, en cuanto planteamos el problema del suelo (o su inexistencia), la mayor parte mira a otro lado. Y si se quedan, es para hablar de la contaminación del suelo y sus riesgos.
Y cuando nos preguntan qué pensamos qué es un suelo sano, nuestra imaginación tiende a huir en dirección a suelos vírgenes imaginarios, escondidos en algún lugar de las afueras o más bien en el bosque, lugar recóndito por excelencia. Pero no pensamos que un buen suelo consista simplemente en su multiplicidad: porque cumple funciones ecológicas como captar carbono, drenar agua, descomponer materia, etc. (Barles et al., 1999); porque es depositario de memorias, la memoria de la ciudad y su construcción física, hecha de vertederos y terraplenes contaminantes, pero también los recuerdos de la tierra que dejamos atrás, o las dificultades de echar raíces aquí (Cahn et al., 2018). Un buen suelo lo es porque moviliza afectos y conduce a la creación de instituciones que identifican el suelo como un agente de nuestra geohistoria común (Latour & Schultz, 2022). Para nosotras, el equipo de “Super Terram”, un buen suelo influye en la forma en que construimos nuestras ciudades, cuando nos hace dudar, nos interpela, nos conmueve, cualesquiera que sean sus características u orígenes.
Si comencé a indagar sobre el suelo bajo mis pies, fue porque extrañaba el olor a petricor. Si continué indagando fue porque sentí que había muchas preguntas en el suelo, y que ninguna de ellas podía responderse de una sola manera. El suelo tenía una profundidad que ninguna forma de conocimiento podría agotar jamás. El arqueólogo, el sepulturero, el agricultor, el edafólogo, el biólogo, el arquitecto, el artista, el naturalista, el constructor… Todas estas profesiones tenían conocimientos sobre el suelo, pero ninguna de estas partes podría ser concluyente. Por una vez, podríamos asumir y disfrutar libremente de nuestra ignorancia (Salazar et al., 2020). Como nadie lo sabe realmente, ya no necesitamos fingir. Así que, ¿por qué no acercarnos al suelo con asombro? (Ingold, 2011).
Al menos eso es lo que pensamos al principio, juntas, hasta que nuestra iniciativa empezó a ser juzgada en función de nuestra “experiencia” o falta de experiencia. ¿Dónde están vuestros análisis bioquímicos de suelo, dónde está vuestra taxonomía, qué sabéis sobre pedogénesis? No lo sabemos, pero queremos saberlo, nos parece importante saberlo. Quizás no lo sepamos de la misma manera, pero qué más da, el suelo es lo suficientemente profundo y grande para albergar todo nuestro conocimiento al respecto. De todos modos, ¿quién dice que lo que los otros saben es más cierto o importante que lo que sé? Es importante para mí, para nosotras. ¿Quiénes sois vosotros para suplantar el suelo y decidir qué conocimientos o afectos cuentan? (Puig de la Bellacasa, 2017).
Volvamos al petricor, en realidad un subproducto químico de las bacterias actinomicetos: los aceites de algunas plantas se almacenan en los poros del suelo y se liberan mediante los aerosoles que esta bacteria produce después de una lluvia ligera. El olor atrae a otras criaturas que consumirán la bacteria, ayudando a difundir sus esporas por todas partes. Además, estos poros nos ligan con nuestro pasado lejano: el petricor nos ayuda a recordar el alivio de nuestros antepasados al husmear la lluvia, confirmando que habría suficiente comida disponible para sobrevivir. “Super Terram” buscaba generar una sensación similar de alivio: demostrar que el suelo, si se piensa y actúa colectivamente, importa con suficiente determinación y asombro como para evitar la barbarie (Stengers, 2013; Stengers, 2019).
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Releo la invitación de Crítica Urbana: dedicado a la obra de autoras y autores relevantes en temas de la ciudad y el territorio. Estamos de acuerdo que la “Carta de Lord Chandos” es un texto atípico, pero su utilidad aquí ha sido ayudarme a compartir mi “sucesiva y cauta corrección de rumbo” (Magrís, 1981:9) con la ayuda de autores como Isabelle Stengers o Bruno Latour. Un día te despiertas después de años de trabajo profesional y académico dedicado a investigar, en una perspectiva metabólica y circular, maneras de acelerar la transición socioeconómica y ecológica de las ciudades existentes y su periferia como condición para un futuro sostenible, y te ocurre como a Lord Chandos, que ciertas palabras sólo salen con un tremendo esfuerzo de tu boca, porque el armazón onto-epistemológico (Barad, 2014) que disociaba a las ciudades de la naturaleza era defectuoso en primer lugar, y sobre todo, consintió la explotación y la descalificación violenta de otras formas de vivir y concebir el mundo. Latour lo explica así: “(…) los del noroeste pudieron salvar a sus pueblos y algunos de sus paisajes destruyendo el resto del mundo y empujando a otros pueblos a la miseria.” (1997:18). Mi empeño desde entonces no ha sido otro que aprender con el mundo, dejarse afectar, escuchar lo que (nos) pide, construir historias que como el mundo están continuamente haciéndose (Stengers, 2021), y aceptar tímidamente la riqueza e inconmensurabilidad de lo que nos rodea no como una derrota intelectual sino como una oportunidad de “espesar” el mundo y sus alianzas (Stengers, 2017).
Este texto está dedicado a Cris, Adelaïde, Agnes, Verena, Maricarmen, Benedikte, Ananda, Sotiria y Jolein, por su valentía para pensar, solas y acompañadas.
Referencias
Barad, K. (2014) “Diffracting Diffraction. Cutting Together-Apart”, en Parallax 20, 3, pp. 168-187
Barles, S., Breysse, D., Guillerme, A., Leyval, C. (1999) Le sol urbain ; Anthropos
Cahn, L., Deligne, Ch., Pons-Rotbardt, N., Prignot, N., Zimmer, A., Zitouni, B. (2018) Terres des villes. Enquêtes potagères de Bruxelles aux premières saisons du 21e siècle ; Éditions de l’éclat
Diamond, J. (2012) The World Until Yesterday. What can we learn from traditional societies?; Penguin Books
Haraway, D. (2016) Staying with the Trouble: Making Kin in the Chthulucene; Duke University Press
Ingold T. (2011) Being Alive: Essays on Movement, Knowledge and Description; Routledge
Latour (1997) [1991] Nous n’avons jamais été modernes. Essai d’anthropologie symétrique ; Éditions La Découverte
Latour B., Schultz N. (2022) Mémo sur la nouvelle classe écologique : Comment faire émerger une classe écologique consciente et fière d’elle-même ; Les empêcheurs de penser en rond
Magris, C. (1981) “La indecencia de los signos”, en Von Hoffmansthal, H. (1981) [1902] Carta de Lord Chandos, pp. 9-16; galería-librería Yerba
Meulemans, G. (2017) The lure of pedogenesis. An anthropological foray into making urban soils in contemporary France; doctoral dissertation, United Kingdom, University of Aberdeen
Puig de la Bellacasa, M. (2017) Matters of Care: Speculative Ethics in More than Human Worlds; University of Minnesota Press
Salazar, J.F. et al. (eds.) (2020) Thinking with Soils: Material Politics and Social Theory; Bloomsbury Publishing
Stengers, I. (2013) [2009] Au temps des catastrophes. Résister à la barbarie qui vient ; Les empêcheurs de penser en rond
Stengers, I. (2021) [2018] Activer les possibles. Dialogue avec Frédérique Dolphijn ; Éditions Esperluète
Stengers, I. (2017) Civiliser la Modernité ? Whitehead et les ruminations du sens commun ; Les presses du réel
Stengers, I. (2019) Résister au désastre. Dialogue avec Martin Schaffner ; Wildproject
Von Hofmannsthal, H. (1981) [1902] Carta de Lord Chandos; galería-librería Yerba
Worster, D. (1993) The Wealth of Nature. Environmental History and the Ecological imagination; Oxford University Press
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Notas
[1]. La carta de Lord Chandos es una carta ficticia que Philipp, Lord Chandos, dirige al filósofo inglés Francis Bacon. Escrita por Hugo Von Hofmannsthal, es una de las pocas piezas en prosa del autor antes de dejar de escribir. La traducción citada aquí es la de Josep Quetglas, que es también el profesor al que se refiere el texto.
[2]. La historia de Craso es la de un orador de quien relatan que se había encariñado con una morena mansa, mudo y humilde pez en un estanque de sus jardines, al extremo de llegar a ser la comidilla de la gente. Al parecer, la morena estaba adornada con aretes y pequeños collares. Cuando la morena murió, Craso vertió amargas lágrimas. Y el gracioso Dacio, en plena sesión del Senado, se mofó del viudo de un pez. Craso le replicó: “Yo sentí por él lo que tú fuiste incapaz de sentir cuando se te murieron tus dos primeras esposas.”
Nota sobre la autora
Nadia Casabella. Arquitecta, Universitat Politècnica de Catalunya, 1997, y urbanista (London School of Economics, 2005), co-fundadora del estudio 1010 architecture urbanism SL, profesora en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Libre de Bruselas La Cambre-Horta, e investigadora del Laboratorio de Urbanismo, Infraestructuras y Ecologías de la misma universidad (LoUIsE). Le fascina la ciudad y sus embrollos socio-técnicos, que le gusta examinar a través de las interdependencias entre las infraestructuras urbanas y las ecologías que resultan de su construcción. Es miembro del consejo asesor de Crítica Urbana. + artículos de la autora en Crítica Urbana.
Para citar este artículo:
Nadia Casabella. Entre aquí y allá. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales. Vol. 7, núm. 32, Lecturas para el pensamiento crítico. A Coruña: Crítica Urbana, junio 2024.