Por Fernando Ocampo |
CRÍTICA URBANA N. 33 |
Ferrol, una ciudad ilustrada, con enorme compromiso social a lo largo de su historia, que busca maneras de conservar la Memoria.
Ferrol, un pequeño pueblo de 1.200 habitantes, pescadores y agricultores, perteneciente a la casa de Andrade, fue designado por José Patiño, ministro de Felipe V, en 1726, como cabecera del principal de los tres Departamentos Marítimos -el del Norte- que abarca del río Miño al Bidasoa -fronterizos, respectivamente, con Portugal y Francia-. La población está en el interior de una ría de complicado acceso, casi inexpugnable y justo en el vértice noroeste peninsular, entre el Atlántico y el Cantábrico, en una posición geoestratégica fundamental, frente a los mares que usaban los enemigos tradicionales: Francia y, sobre todo, Inglaterra.
La Ilustración y la conformación de una clase
Pasó, entonces, a ser villa de realengo transformándose en todos los aspectos: el defensivo y de fortificación, creando o reforzando castillos, fortines y baterías; construyendo arsenales y astilleros, polvorines, almacenes, fábricas, cuarteles; proveyendo todos los elementos necesarios para la logística de lo anterior: desde la construcción de nuevos barrios -La Magdalena y Esteiro- hospitales -uno de Marina y otro civil-, iglesias, cárcel, talleres e industrias auxiliares, hornos, comercios de víveres, artesanos y oficios varios, todo lo que va conformando una ciudad, aunque tal título no lo tendría hasta 1858.
En paralelo, los astilleros van poniendo a flote magníficos buques –una imponente Armada– a veces hasta 12 a un tiempo en las gradas: “El Apostolado”.
El vuelco demográfico fue tremendo y en menos de medio siglo se pasó de 2.000 a 25.000 habitantes, pasando a ser la urbanización más poblada de Galicia. Una población desigual, donde los hombres se llevan un porcentaje mucho más alto de lo normal respecto de las mujeres y los niños. Vienen de todos los lugares de Galicia y de más allá, unos por su voluntad, buscando un trabajo que abunda; otros llegan en las levas obligatorias, para vagos, maleantes y etnias determinadas, organizadas por gobernantes como el Marqués de la Ensenada para trabajar forzados en la construcción de los arsenales. También la nutren los reemplazos de marinería o del ejército.
Aquellos ingenieros militares ilustrados van llenando estos paisajes y espacios de magníficas construcciones militares y civiles, conformando los mejores Astilleros de Europa, a donde han ido a estudiar y copiar lo más puntero del momento –a veces como espías– y una ciudad cartesiana, racionalista, de calles paralelas construidas sobre un plano, como una “tableta de chocolate”. Patrimonio monumental muy bien conservado para el que se viene trabajando –a veces no con el entusiasmo debido – la declaración, por la UNESCO, de Patrimonio de la Humanidad.
Fundan una cultura de vida y de trabajo. Es un pueblo con teatros y ópera, con escuela de pilotos y cátedra de latinidad, con grandes matemáticos, astrónomos, arquitectos y los mejores técnicos en construcción naval. Y crean también una clase obrera muy especializada, con la mejor formación y avanzadas ordenanzas y reglamentaciones de trabajo: una cultura obrera, que hace a este pueblo muy diferente del resto de Galicia. Van surgiendo asociaciones gremiales, sindicatos, inquietud por lo colectivo, deseos de instrucción y de información, nacen periódicos, escuelas nocturnas para adultos, escuelas de aprendices para jóvenes, de Artes y Oficios…. Sociedades Obreras y Casinos de Clases para los Cuerpos Subalternos de Ejército y Armada. La concienciación política y social de los trabajadores y de los cuerpos inferiores –y más numerosos– de Marina, es grande.
En una ciudad que depende casi exclusivamente de las necesidades estratégicas de construcción naval, de los presupuestos que los Gobiernos decidan dedicar a estos Astilleros, la conflictividad laboral es frecuente. Los despidos ennegrecen cíclicamente el panorama y las manifestaciones y las huelgas son habituales. Las condiciones de trabajo y los salarios serán a lo largo del tiempo continuos puntos conflictivos. No solo entonces, hoy también es esto el pan nuestro de cada día.
Las guerras dejaron en Ferrol su trágica huella a lo largo de los siglos, las de familia, las de la independencia americana, las carlistas, las de Cuba y Filipinas, las de Marruecos… al ser cabecera naval y con guarnición de Ejército fue siempre una ciudad jerarquizada y mucha oficialidad y gran parte de las dotaciones de los buques era ferrolana. Por eso aquí los desastres bélicos incidieron más que en otros lugares.
La proclamación de la II República, fue celebrada con entusiasmo y con mucha esperanza en las deseadas transformaciones sociales para las clases más necesitadas. La población, con altos índices de afiliación sindical –UGT y CNT– y militancia partidista de izquierdas: socialistas, comunistas, republicanos de varias tendencias, galleguistas… así como las Clases de Marina de conciencia y compromiso republicano, la acogieron con los brazos abiertos esperando ver otro mundo posible.
Llegada la derecha al poder y empezando a deshacer el tímido camino andado, la frustración es enorme y en Ferrol y comarca se intenta secundar el movimiento revolucionario de Octubre de 1934. También esto fracasa y mucha gente es condenada a prisión o pierde sus empleos. El Gobierno del Frente Popular de febrero de 1936 los indulta y restituye a la Constructora o a la Armada. Va naciendo en la ciudad, promovida por la burguesía, clases medias y familias de militares, una activa afiliación a partidos de derechas y fascistas.
El golpe militar y la represión
El golpe militar de julio de 1936 fue iniciado aquí los días 20, 21 y 22, por oficiales de Marina y de Artillería de Ejército y seguido por los de los otros Cuerpos. Las Clases Subalternas, Cabos y Marinería, en gran número, y la clase trabajadora, comprometida pero desarmada, trataron de defender la legalidad republicana sin éxito.
Hubo una treintena de muertos civiles y militares en estos tres días y ante las promesas de los golpistas de respetar las vidas, los fieles a la República depusieron las escasas armas que mantenían alzadas y la guerra terminó en Ferrol y pocos días después en Galicia.
De inmediato empezaron las detenciones masivas y los fusilamientos y “paseos” sin formación de causa. Los Consejos de Guerra militares aplicaban las leyes recién formuladas, con carácter retroactivo, sin posibilidades de defensa y condenaban a muerte, a cadena perpetua o a largos años de prisión… Se perdían los empleos, se sufrían torturas, humillaciones, expropiaciones de bienes, multas imposibles de pagar…
Así durante tres años de guerra, otros de guerrilla y varios después contra todas aquellas personas que activa o pasivamente discreparan del régimen dictatorial que duraría 40 años hasta la muerte del dictador.
Los lugares emblemáticos
Son muchos los espacios de la ciudad que se han convertido en lugares emblemáticos de la represión: la Cárcel del Partido y el Baluarte de Artillería en la ciudad y la Prisión de la Escollera, o los buques prisión “Plus Ultra”, “Contramaestre Casado” o “Genoveva Fierro” en el Arsenal , donde durante días, semanas o meses se hacinaban, muchas veces en condiciones infrahumanas, los detenidos, en tanto no eran sentenciados a muerte o a prisión –las absoluciones eran mínimas– o sacados por las noches, por falangistas y guardias civiles, con el pretexto de “hacer diligencias” y asesinados en una cuneta o en la pared de un cementerio.
La Escuela de Maquinistas de la Armada que albergaba la Dirección de Orden Público y el Cuartel de Falange, era el lugar preferente de los interrogatorios y las torturas.
Los Consejos de Guerra, presididos por militares, con acusadores y defensores militares, se celebraban principalmente en el Cuartel de Zapadores para las causas instruidas por el Ejército y en la Escuela de Maquinistas para las de Marina.
Los fusilamientos, por ejecución de sentencia, tenían lugar, con mayor frecuencia, en los Cementerios de Canido o Serantes, en la Punta del Martillo o Galería de Tiro del Arsenal, en el Castillo de San Felipe o el Baluarte de Artillería, pero también en muchos otros lugares de la comarca, como los 34 miembros del “Acorazado España” y “contramaestre Casado”, en una misma noche, en O Val, Narón.
El Memorial de Canido
El pasado 24 de febrero de 2024, en Canido, el barrio alto de la ciudad, donde estaba el cementerio citado, se inauguró un sencillo Memorial en recuerdo de las víctimas de la Dictadura de las comarcas de Ferrol, Eume y Ortegal. Una obra escultórica en acero, sufragada por el Concello de Ferrol, proyecto desinteresado del reconocido artista plástico Manuel Patinha, colocada sobre un pedestal de granito revestido en metacrilato con la relación de 904 víctimas en estas comarcas entre 1936 y 1975.
Este monumento se consiguió tras persistente trabajo de la Comisión del Memorial creada al efecto, de varios historiadores y de la Asociación Cultural Memoria Histórica Democrática con el apoyo unánime de la Corporación ferrolana. Su inauguración, a la que asistieron muchos familiares de las víctimas, fue una jornada memorable y entrañable. Ahí está este Memorial para perpetuar el recuerdo y para propiciar futuros actos en ese sentido.
La Memoria Democrática
Esa perpetuación del recuerdo de las víctimas, no en una somera relación de nombres y fechas, sino en la constatación de quiénes eran y por qué sufrieron la represión, ese recuerdo de todas las personas asesinadas, presas, torturadas, exiliadas, expoliadas, quienes sufrieron el desprecio, la calumnia, las humillaciones…
La nueva Ley de la Memoria Democrática posibilita herramientas fundamentales para recuperar, consolidar y conservar esa Memoria. Para resarcir a las víctimas o a sus herederos en la medida de lo posible. Para realizar el análisis riguroso de los acontecimientos pasados, para educar a las nuevas generaciones en esos valores del conocimiento y reconocimiento para la no repetición.
La Asociación Cultural Memoria Histórica Democrática, a la que pertenezco, viene desarrollando desde hace más de dos décadas una labor pedagógica a este respecto, con Congresos de la Memoria, publicaciones, conferencias, exposiciones, homenajes a las víctimas y sobre todo, trabajando para el futuro, para las nuevas generaciones llevando todo esto a los Institutos.
En esta línea, esta Asociación viene formulando dos propuestas fundamentales:
- La creación en los Ayuntamientos de un órgano asesor, el Consejo Sectorial de la Memoria, para proponer, aconsejar y fomentar acciones relacionadas con esta materia, del que formarían parte la Corporación, historiadores y Asociaciones implicadas.
- La instalación en el Castillo de San Felipe, en la boca de la Ría, de un Centro Municipal de Interpretación de la Memoria, además de la historia de la propia fortaleza, que, regido por el Ayuntamiento y ocupando un par de celdas, por las que tantas víctimas pasaron, mostraría a los visitantes del castillo una exposición permanente de lo que fue la represión, sus antecedentes y sus consecuentes y sería lugar para actos puntuales. Supondría esto, para uno de aquellos trágicos lugares, la utilidad de mantener viva la Memoria de quienes fueron represaliados por desear un mundo más justo y de progreso para todas y todos.
Nota sobre el autor
Fernando Ocampo Montesinos es bancario jubilado. Graduado Social por la Universidad de Santiago y colaborador habitual de diversas Asociaciones Culturales. Actualmente directivo de A.C. Memoria Histórica Democrática.
Para citar este artículo:
Fernando Ocampo. Ferrol y la memoria. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol. 7, núm. 33, Memoria y ciudad. A Coruña: Crítica Urbana, septiembre 2024.