Por Luz Ángela Silva Álvarez |
CRÍTICA URBANA N.20 |
El año 2020 marcó el debilitamiento de los preceptos de control ante el conocimiento y entendimiento de los riesgos a los que se encuentra expuesta la humanidad. La pandemia nos ha invitado a reformular la manera como concebimos nuestro rol en el planeta y parte de su enorme magnitud e impacto se refleja en la aparición de una serie de conceptos nuevos y antiguos que paulatinamente han tomado protagonismo o se han incorporado a nuestro léxico cotidiano.
Este hecho es visible en la postulación de las palabras infodemia, confinamiento, coronavirus, resiliencia, entre otras, dentro del listado de las candidatas a palabra del año 2020, selección anual realizada por La Fundación del Español Urgente (FundéuRAE). Aunque no fue seleccionada como palabra del año, la resiliencia es uno de los términos que ha revitalizado su uso en el lenguaje cotidiano, a la luz de la pandemia. Este concepto que no es nuevo y data del siglo I A.P en los escritos de Lucrecio y otros filósofos romanos, se ha construido a través de las décadas, adquiriendo un carácter de ambigüedad y evolución constante, adecuado al contexto en el que es utilizado y las diversas disciplinas que le confieren significados asociados a su campo de estudio, entre las cuales se destacan la ingeniería, psicología, ecología y los estudios urbanos.
De manera general, la Real Academia de la Lengua Española define la resiliencia como “la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”. Esta definición, contiene los elementos principales que han popularizado el término en estos tiempos pandémicos caracterizados por la incertidumbre. En sí, la resiliencia es un concepto esperanzador, al referirse a la capacidad que tiene un individuo o sistema de persistir ante la afectación, interrupción o pérdida del equilibrio y funciones esenciales, debido al impacto de una o varias perturbaciones; esto, a través de la puesta en marcha de diversas estrategias, entre las cuales se destacan la adaptación y reorganización.
En el marco de los sistemas complejos, las ciudades son categorizadas como sistemas socioecológicos, integrados por sistemas sociales y ecológicos que interactúan de manera interdependiente en diferentes escalas tanto temporales como espaciales. Los sistemas sociales están conformados por la sociedad, sus modos de vida e instituciones y las relaciones establecidas; por su parte, los sistemas ecológicos están integrados por los ecosistemas y organismos de la biósfera. En este contexto, la resiliencia es la capacidad por parte de estos sistemas para hacer frente a las perturbaciones y perdurar; razón por la cual, la resiliencia urbana se ha posicionado como un concepto holístico a incorporar para pensar y gestionar la planificación urbana.
Perturbaciones y tensiones en las ciudades
A nivel global anualmente se invierten cerca de 520 millones de dólares a consecuencia de los desastres de origen natural, los cuales son exacerbados por la acción antrópica, con el cambio climático como mayor exponente y su acción directa en el aumento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos naturales. Según la Oficina de las Naciones Unidas para Reducción de Riesgo de Desastres (UNDRR) después de Asia, América Latina y el Caribe es la segunda región con mayor probabilidad de ocurrencia de desastres, con aproximadamente 1205 eventos en el período comprendido entre el año 2000 y el 2020. Además de las perturbaciones causadas por la materialización de los riesgos naturales, en las ciudades existen una serie de tensiones que pueden desarrollarse de manera paulatina o cíclica y dar paso a la ocurrencia de riesgos tecnológicos, socioeconómicos y políticos, los cuales debilitan la estructura y relaciones urbanas.
Existen diversas estrategias de ordenamiento territorial implementadas principalmente por los gobiernos urbanos, las cuales han otorgado gran importancia al trabajo orientado a la reducción de riesgos de desastre haciendo énfasis en los aspectos de prevención y mitigación. Sin embargo, los sistemas socioecológicos aún distan bastante de encontrar un equilibrio en el que se reduzca el impacto de la ocurrencia de fenómenos naturales en los modelos de urbanización imperantes, caracterizado por el desarrollo neoliberal como mantra y basado en la acumulación, aglomeración, el consumo de recursos naturales, combustibles fósiles y la producción de residuos. Esta situación es más crítica al examinar los riesgos socioeconómicos, políticos y tecnológicos, que se hicieron latentes a la luz de la pandemia.
Es innegable que cada territorio presenta tensiones locales. Sin embargo, la pandemia nos muestra que el mundo está realmente interconectado y las tensiones que se evidencian en cada ciudad parecen ser muy similares. La crisis sanitaria agudizó las asimetrías sociales y económicas ocasionadas por la inequidad urbana, el desempleo, la corrupción y la falta de políticas orientadas a la salud preventiva y el Buen Vivir, entendido, en pocas palabras, como la generación de bienestar que trascienda el consumismo y se encuentre en armonía con la naturaleza, potencializando las capacidades de los individuos.
Ideas para fortalecer la resiliencia urbana
Ante los retos derivados de las crisis ocasionadas por la pandemia se puede afirmar que somos resilientes, pues la sociedad ha implementado múltiples acciones de adaptación para mantener el funcionamiento de los componentes del sistema social y asegurar su permanencia ante la adversidad. Sin embargo, la pandemia presenta la oportunidad de pensar, planificar y fortalecer la resiliencia urbana como un objetivo que se puede alcanzar a través de la gestión conjunta de los actores que intervienen en las funciones urbanas mediante la formulación y puesta en marcha de diversas estrategias. A continuación, se mencionan algunas ideas basadas en la sostenibilidad ambiental, equidad, inclusión y el uso de tecnologías:
• Aumentar y cualificar el espacio público: estos lugares de encuentro, apropiación y resignificación deben ser pensados con atributos que mejoren sus características de manera tanto cuantitativa como cualitativa, incorporando siempre la equidad y accesibilidad como principios.
• Viviendas para seres humanos: el confinamiento reafirmó la importancia de la vivienda como un derecho fundamental para todos y todas. Es necesario contar con viviendas adecuadas que sean diseñadas pensando en la habitabilidad, accesibilidad a servicios públicos, multifuncionalidad, seguridad y el contexto cultural y familiar al que responden.
• Diversidad, flexibilidad y equidad económica: la diversidad económica minimiza la vulnerabilidad del subsistema económico presentando alternativas para hacer frente a las perturbaciones o tensiones. En este sentido, se ha demostrado que, en el contexto de la pandemia, las ciudades que dependían de un sector, como el turismo, evidencian un mayor grado de afectación económica en comparación con aquellas que tenían una mayor diversidad de actividades. Es necesario fortalecer la flexibilidad y las economías locales, gestionar mecanismos de acceso equitativo a empleo formal con garantías para los trabajadores; e incentivar el consumo responsable de productos locales y establecer alianzas de distribución a diferentes escalas.
• Salud con enfoque preventivo: la salud como un derecho esencial. Se debe fundamentar en la prevención con hábitos de vida saludable, mediante infraestructura, programas y proyectos que promuevan el bienestar individual y colectivo.
• Resiliencia social: comprende el fortalecimiento de las habilidades de las comunidades para hacer frente a las perturbaciones y tensiones que se presentan, mediante la generación de estrategias de prevención, mitigación y adaptación al cambio, manteniendo su identidad. Es necesario que los individuos se apropien del concepto y trabajen en red en la construcción de ciudades con más inclusión y equidad.
• Gobernanza: es necesario robustecer los mecanismos de participación y toma de decisiones de manera equilibrada y horizontal, entre distintos actores urbanos que participan en la construcción y fortalecimiento de la resiliencia en las ciudades.
Conclusión
En el contexto de incertidumbre y crisis ocasionada por la pandemia, la resiliencia urbana se presenta como un constructo de capacidades que permiten mirar hacia el futuro sin omitir la incertidumbre y el riesgo. Es imperativo incorporar el fortalecimiento de la resiliencia a distintas escalas, atendiendo a las particularidades locales, con el reconocimiento de las dinámicas y necesidades de las comunidades, el respeto al medioambiente y la equidad como pilares fundamentales.
Esta apuesta de largo aliento es multidimensional, debe trascender las tendencias de planificación a corto plazo y requiere del trabajo mancomunado de los actores de la vida urbana, mediante acciones concretas orientadas hacia la consolidación de ciudades y ciudadanos, que tengan la capacidad de seguir adelante ante las adversidades, minimizando las causas estructurales que les hace vulnerables, replanteando el tipo de desarrollo al cual se apunta.
Nota sobre la autora
Luz Ángela Silva Álvarez: geógrafa de la Universidad Nacional de Colombia con estudios de maestría en urbanismo en curso. Interesada en estudios urbanos orientados a la sostenibilidad ambiental, riesgos naturales y esquemas de gobernanza. lasilvaa@unal.edu.co.
Para citar este artículo:
Luz Ángela Silva Álvarez. Fortalecer la resiliencia urbana. Una lección de la pandemia. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.4 núm. 20 Urbanización y crisis ambiental. A Coruña: Crítica Urbana, septiembre 2021.