Por Jere Kuzmanić |
CRÍTICA URBANA N.20 |
Colin Ward ha sido un escritor productivo, un historiador y arquitecto y urbanista en gran parte invisible al amplio público profesional, a pesar su rol clave en la historia de las corrientes “bottom-up“ y ambientales de la arquitectura y el urbanismo.
Habríamos de considerar a Ward como un puente importante entre personajes de la geografía anarquista y del regionalismo anteriores a la Segunda Guerra Mundial, como Reclus, Kropotkin, Geddes y Mumford, y la generación de los anarquistas y arquitectos desde abajo de la segunda posguerra como Giancarlo De Carlo, John F.C. Turner y otros. Este texto trata de un aspecto del trabajo de Ward que aún no ha sido objeto de atención: su perspectiva sobre la relación entre el ser humano y el medio ambiente.
Sus primeros intereses por la vivienda de autoconstrucción surgieron al observar acciones directas del periodo después de la guerra, en 1946. Más tarde, desarrolló una crítica de la gestión a gran escala y de la burocracia masiva de los housing estates (polígonos de vivienda) de propiedad estatal/municipal y se convirtió en uno de los mayores referentes en el campo del urbanismo y la vivienda desde abajo.
Las formas y las políticas de la producción de vivienda, tenencia (tenure) y modelos de gestión se convirtieron en la preocupación dominante de sus escritos, involucrándose al mismo tiempo en otros temas: las asociaciones cooperativas de inquilinos (tenants association cooperatives), el concepto de propiedad, la autoconstrucción, el urbanismo participativo, usos y apropiaciones de los servicios y espacios públicos, y ecología.
Las soluciones anarquistas
En 1947 Ward se convirtió en el editor de la revista Freedom fundada por Pjotr Kropotkin. Permaneció como editor hasta los años 1960. Durante este período, sus artículos –principalmente en el contexto de temas como urbanismo, vivienda, organización de trabajadores, ecología y educación– difundieron su particular visión del anarquismo. Ward critica el enfoque dogmático de la anticipación de la revolución del siglo XIX, y empieza a abogar por una forma más pragmática de anarquismo, buscando soluciones anarquistas para la vida cotidiana.
Colin Ward abogó por reconocer las prácticas existentes entre las personas que se organizan para, por ejemplo, proveerse de vivienda. Aunque al lado de las grandes narrativas del anarquismo podría aparecer simplista, su legado tuvo un profundo impacto en la ideología y ha anticipado muchas de las urgencias contemporáneas en arquitectura y urbanismo –como por ejemplo la búsqueda de la sostenibilidad y la participación.
Además de escribir durante toda su vida, Colin Ward fue un activo educador y urbanista. Ha inspirado muchos proyectos de vivienda experimental, autoorganización de los trabajadores, huelgas y acciones de okupación. Raramente fue un portavoz de cualquiera de ellos, pero estuvo a menudo presente como observador. Quizás por su creencia en que podríamos hacerlo nosotros mismos y que nadie tiene que explicar la ‘anarquía’ -ya está sucediendo entre la gente. Su cercanía a los movimientos en el campo, su cercanía a la comunidad, y sus reflexiones sobre la pedagogía son, de hecho, una contribución radical a la comprensión de los aspectos sociales de la ayuda mutua, la cooperación y la empatía.
Colin Ward murió en 2010, dejando un legado monumental aún inexplorado en su amplia influencia en las disciplinas espaciales y las culturas de la planificación de la Europa de los Treinta Gloriosos.
El medio ambiente como sujeto político
Como arquitecto, Ward escribió sobre cómo el entorno construido y las condiciones espaciales específicas dan forma a la vida cotidiana de los usuarios, a menudo utilizando ejemplos de cooperación popular, de la clase trabajadora y a pequeña escala para crear espacios para la vivienda, el trabajo y el ocio. La idea de ‘construir su propia vivienda’ es para Ward un paso hacia la eliminación de todas las leyes y documentos de planificación.
Paralelamente, Ward trabajó durante décadas como responsable de educación en la Town and Country Planning Association del Reino Unido. Estos trabajos le inspiraron a publicar textos sobre la relación entre arquitectura, urbanismo y educación[1].
Lo que sigue es probablemente una de las tareas más complejas al presentar el trabajo de Colin Ward y analizar sus perspectivas sobre el triángulo medio ambiente-individuo-sociedad. El motivo es que rara vez Ward escribió explícitamente sobre el medio ambiente en términos absolutos y en su obra usó más bien el término environment para explicar el carácter relacional del espacio. Estas piezas del rompecabezas nunca fueron compiladas en un artículo, libro o colección de textos. Incluso en su compilación de textos más elaborada, Autonomy, Solidarity, Possibility: The Colin Ward Reader[2], los editores lo presentan como un ambientalista, pero luego no reconocen el medio ambiente como una categoría distinta de su obra.
Empecemos por definir qué es exactamente lo que Ward considera el ambiente y qué tiene de específico su enfoque. El medio ambiente de Ward es una categoría socio-natural; bastante lejos de algo que necesita ser protegido. El entorno es a) recíproco: produce y es producido; b) esencialmente social: inevitablemente se relaciona con todos y todas nosotras; y c) inherentemente personal: es una condición relacional que define la posición de cada individuo en el espacio y la sociedad.
El medio ambiente es recíproco: ¿el medio ambiente de quién?
Ward ve el entorno como algo que es producido por el usuario, y al mismo tiempo, define a ese mismo usuario. El término entorno a menudo se expresa como relacional, para explicar nuestra relación con los demás y cómo los demás, desde su propio punto de vista personal y social, influyen o perciben esta relación. Por un lado, tiene sus realidades políticas, sociales y económicas. Por el otro, es tangible, tiene un aspecto o apariencia, y se consume tanto a nivel sensorial como en nuestra memoria. O al menos eso creemos[3].
Para Ward, esta reciprocidad es el argumento a favor de la encarnación del control por parte del habitante a la pequeña escala. Los grupos autoorganizados que emplean la acción directa y el apoyo mutuo cotidianamente en la creación y apropiación del espacio son la esencia molecular de cómo se crea el medio ambiente. Desde niños jugando en las calles, pasando después por okupas, asociaciones de inquilinos y cooperativas de vivienda que cambian el panorama de la política de vivienda en la Gran Bretaña de la posguerra, hasta, finalmente, el movimiento de huertos de asignación (Allotment gardens) y su papel en la configuración del paisaje natural urbano.
El entorno o medio ambiente (environment) está hecho por sujetos políticos y, esencialmente, los anarquistas y los planificadores comparten el objetivo común de descentralizar el proceso de crear ese ambiente y adecuarlo a las necesidades y deseos de cada persona. Ward destaca:
“La importancia de escuchar, fomentar y desarrollar el material de las personas y el ‘conocimiento incorporado’ de sus entornos. En esto, enfatiza la importancia de la educación ambiental y del diseño y de prestar atención a la variedad de formas en que las personas trabajan productivamente, se involucran estéticamente y transforman los entornos en los que están completamente instaladas, pero en los que pueden estar fácilmente alienadas”.[4]
El medio ambiente es esencialmente social: se relaciona con todxs
Sin rastro alguno de romanticismo naturalista, el medio ambiente es una construcción construida sobre relaciones de propiedad, uso de suelo y política en todas las escalas, o como lo expresan Wilbert y White: «Como ambientalista, Ward recomendó que deberíamos dejar de lado el ‘culto a la naturaleza salvaje’ para desarrollar un ambientalismo que valore los paisajes de trabajo/operativos y el entorno construido».
Estaba en contra de la sensibilidad formal y moralista hacia el entorno como una «naturaleza» singular que rige algunos principios éticos sobre qué hacer y qué no hacer en términos de «protección» de esa propia naturaleza. Según él, el proteccionismo que fetichiza el campo y la naturaleza salvaje a menudo va de la mano con un proceso excluyente de gentrificación del campo, un término interesante que deberían considerar seriamente los propagandistas del «urbanismo verde» contemporáneo. Contra la fetichización de la «naturaleza» propone una responsabilidad hacia la creación de la naturaleza. El tipo de ambientalismo que «mantiene un ojo atento a la política de la misantropía, ya sea enterrado en las narrativas de los conservacionistas, o en los argumentos neomalthusianos sobre la tragedia de los comunes».
Ward propone una máxima fundamental: «La pregunta central, entonces, no es si debemos transformar o producir la naturaleza, sino cómo y con qué consecuencias». A través de esta comprensión de todas las diferentes formas en que los grupos de personas usan y manipulan la naturaleza para un beneficio recíproco, podríamos imaginar un nuevo capítulo de El apoyo mutuo de Kropotkin, un capítulo más reciente sobre la ayuda mutua entre nosotros: «mucho más preocupado por obtener ‘soberanía popular’ sobre lo que siempre se considera paisajes transformados dinámicamente». Ward enfatiza las virtudes del entorno construido, tanto de la vida rural como urbana, y encuentra cuerpos sociales de colaboración y cooperación en el núcleo de cómo se reproduce y se conserva un entorno.
El entorno es intrínsecamente personal: los niños y la ciudad
Finalmente, los escritos más profundos de Ward se corresponden con el tema de la percepción personal del entorno. Este cuerpo de su obra, en mi opinión, es el colmo de su idealismo y, al mismo tiempo, se basa en pensamientos tangibles y fácilmente comprensibles. Animaría a cualquier persona a leer las obras de Ward también con una especial vigilancia por su sensibilidad para la percepción del entorno de cada persona.
Para ilustrar la naturaleza compleja del medio ambiente, Ward utiliza un método sencillo. Desde entrevistas o memorias personales más íntimas, reconstruye los puntos en común sobre la percepción y descripción del espacio que todos compartimos. Se centra en descubrir los significados sociales de cómo el narrador ilustra las experiencias personales. Lo que todos compartimos en nuestras memorias son las similitudes de un espacio en el que suceden experiencias pasadas, pero más aún, las constricciones sociales que permiten que estos entornos sean recreados en nuestra memoria y nuestras conversaciones.
Por mucho que estas constricciones limiten nuestra imaginación (que es inseparable de la memoria), ellas conectan también las experiencias. Por lo tanto, las experiencias personales en el espacio más público siguen siendo íntimas, pero también reconocibles por otros. El mejor ejemplo de esta línea de pensamiento es el libro Child and the city. En este libro, Ward considera a los niños y las niñas como los usuarios de los espacios abiertos en la ciudad y observa el modo en que se apropian, negocian y cambian este espacio. Se centra en la creatividad y el espíritu colaborativo en el que esto sucede.
Con los niños, Ward demuestra el verdadero sujeto del ambiente –el creador y el visionario, sin límites de la política y la propiedad del suelo, sin las cargas del alquiler o de un plan urbanístico. Los niños que juegan, disfrutan y aprenden en contacto directo con el ambiente son los propagadores del espacio convivial de Ivan Ilich, que Ward cita en el libro Talking to architects: “[El Espacio] que le da a cada persona la mayor oportunidad de enriquecer el entorno con los frutos de su propia visión frente a aquellos entornos que niegan la posibilidad al usuario y permiten a sus diseñadores determinar el significado y las expectativas de los demás[5].
La responsabilidad de crear la naturaleza
En su obra Ward critica de manera bastante directa la dicotomía de las doctrinas derecha-izquierda en el urbanismo, afirmando que, si observamos el «fracaso» de sus modelos de desarrollo espacial de territorios, entendemos que la planificación debe buscar una tercera vía. La tercera vía para Ward es buscar la manera de dotar a cada habitante urbano de un terreno acompañado de una especie de responsabilidad social, siendo éste, más que una propiedad, la fuente de un medio ambiente saludable. Con la idea de la responsabilidad en la creación de la “naturaleza” –siendo todo con lo que nos relacionamos– Ward reconcilia el triángulo medio ambiente-individuo-sociedad.
*Agradecimientos por la ayuda con el texto a José Luis Oyón y Mirela Tabula.
_________
Notas
[1] Mills, S. (2010) ‘Colin Ward: The ‘Gentle’ Anarchist and Informal Education’. The encyclopedia of pedagogy and informal education. [https://infed.org/mobi/colin-ward-the-gentle-anarchist-and-informal-education]
[2] Wilbert, C, and White F., D. (2011) Autonomy, solidarity, possibility: the Colin Ward reader.
[3] Ward, C. (1978) The Child in the City. London: Architectural Press.
[4] Wilbert, C, and White F., D. (2011) Autonomy, solidarity, possibility: the Colin Ward reader.
[5] Ward, C. (1996) Talking to Architects. Ten Lectures. London: Freedom Press, ISBN: 0900384883
> Otro artículo del autor en Crítica Urbana Por José Luis Oyón y Jere Kuzmanić ‘Ciudades del mañana’ y la tradición anarquista en la historia del pensamiento urbanístico del siglo XX.
Nota sobre el autor
Jere Kuzmanić (Split/Barcelona). Es asistente del Departamento de Urbanismo de la Facultad de Ingeniería Civil, Arquitectura y Geodesia de Split. Inició sus estudios de doctorado en la UPC, Barcelona, sobre historia del urbanismo protoecológico con profesor José Luis Oyón como tutor. Participa en una serie de investigaciones científicas, profesionales y activistas en el campo del urbanismo y los estudios urbanos críticos. jerekuzmanic@gmail.com.
Para citar este artículo:
Jere Kuzmanić. Colin Ward y la naturaleza compleja del medio ambiente. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.4 núm. 20 Urbanización y crisis ambiental. A Coruña: Crítica Urbana, septiembre 2021.