Por Maricarmen Tapia |
CRÍTICA URBANA N.20 |
Las ciudades crecieron y se extendieron bajo la creencia de que había “suficiente” territorio y que todo lo que en la ciudad sucedía justificaba su crecimiento. La actual crisis ambiental y energética pone en crisis el modelo de desarrollo urbano llevado hasta ahora y exige cambios profundos en nuestra forma de habitar.
La crisis ambiental pone de manifiesto las consecuencias negativas del modelo económico y cultural actual. Las necesidades propias del modelo capitalista exigen un crecimiento constante y una acumulación permanente del capital. Ello ha llevado a diversas consecuencias que están destruyendo los ecosistemas del planeta y poniendo en riesgo la propia sobrevivencia de nuestra especie.
Las proyecciones del actual modo de habitar y el crecimiento poblacional arrojan que, para el 2030, el 60% de la población vivirá en ciudades. Hace unos años esta frase sonaba inocua. Sin embargo, hoy, frente a la crisis ambiental, y muy especialmente frente a la crisis que supone la pérdida del petróleo como energía básica (peak oil), generan una gran interrogante y mucho silencio en torno a en qué ciudades y en qué condiciones vivirá esa población.
El necesario cuestionamiento del urbanismo
El actual modelo urbano, la enseñanza y las propuestas del urbanismo no son neutrales y, en gran parte, han reproducido socioespacialmente la discriminación en formas diversas y complejas, tal como lo hemos comprobado en los números anteriores No discriminación, Ciudades para los cuidados, Derecho a la ciudad. Este mismo modelo urbanizador ha hecho un uso del suelo y del patrimonio natural que ha tenido efectos negativos en la salud de las personas y en el equilibrio de los sistemas naturales.
Con este número iniciamos una reflexión sobre los desafíos que nos representa repensar nuestras formas y lugares de vida. Es un punto de partida formal de Crítica Urbana en esa búsqueda de soluciones y en una lucha contra futuros distópicos que ya se están planteando.
Esta reflexión activa y crítica no se basa en una creencia ciega en una salida a la crisis ambiental, sino en una responsabilidad activa hacia ella, en una resistencia al devenir marcado por el abuso, la explotación, la acumulación por desposesión, el individualismo, y resistir desde el humanismo, la dignidad, los derechos de las personas, lo colectivo, lo solidario y, todo ello, en respeto profundo a la naturaleza.
La visión biocéntrica nos arroja del centro del universo, y nos pone, en toda nuestra diversidad humana, como una especie más de la naturaleza, de la cual dependemos y que requiere sus propias condiciones para reproducir sus ciclos. Del mismo modo, el urbanismo tendrá que recolocarse, ralentizarse y sumergirse en una necesaria crisis capaz de crear nuevas formas de habitar y urbanizar.
Nota sobre la autora
Maricarmen Tapia, arquitecta, doctora en Urbanismo por la Universitat Politècnica de Catalunya. Ha desarrollado su trabajo en las áreas de patrimonio y en planificación urbanística, tanto en el mundo académico como en instituciones públicas. Participa activamente en la defensa de los derechos de las personas en la ciudad y el territorio, a través de organizaciones, publicaciones e investigaciones. Es directora de Critica Urbana.
Para citar este artículo:
Maricarmen Tapia Gómez. Urbanismo y crisis ambiental. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.4 núm. 20 Urbanización y crisis ambiental. A Coruña: Crítica Urbana, septiembre 2021.