Por Xosé Allegue |
CRÍTICA URBANA N.14
|
“Galicia es un pequeño país ubicado en la esquina atlántica noroccidental de la Península Ibérica. Periférico respecto de la banana económico-poblacional Londres-París-Frankfurt-Munich-Milán, sus 2.700.000 habitantes actuales no constituyen la masa crítica necesaria para jugar ningún papel relevante en las dinámicas económicas dominantes en el contexto europeo. De hecho, el PIB per cápita en Estándar de poder adquisitivo PPS de Galicia es el 75% de la media europea y un 50% con respecto al del eje centroeuropeo.”
En su territorio de 30.000 km cuadrados repartidos en cuatro provincias y con 1.500 km de costa, se distribuyen 314 ayuntamientos y más de 30.000 núcleos de población, la mitad de los totales del Estado español. Unos tres mil de ellos están vacíos.
|
Una breve y urgente definición
En 2010, Galicia tenía 2.797.653 habitantes. Cien mil más que hoy. La proyección del Instituto Gallego de Estadística (IGE) para 2030 es de 2.599.000. Es decir, pierde 100.000 habitantes cada 10 años. Unos 10.000 al año. En torno a un 3, 8% cada década. Con una población envejecida y con una bajísima natalidad, Galicia tiene el triste honor de ostentar el crecimiento vegetativo negativo más alto de entre las regiones europeas.
|
|
Su baja natalidad está asociada sin duda a las reducidas expectativas laborales y vitales de la gente joven durante los últimos 20 años. Unos 75.000 menores de 35 años con cualificación universitaria están actualmente trabajando fuera de Galicia. Pero el problema no es solo su crecimiento vegetativo negativo, sino sobre todo la desigual distribución de la población en el territorio. El 70% de sus habitantes se ubican en el 30% de la superficie de su franja atlántica. Los porcentajes se invierten para el territorio de sus dos provincias de interior, que acogen además la población más envejecida. No es menor el desequilibrio de su sistema urbano: sólo dos de sus ciudades sobrepasan los 300.000 habitantes y se hallan en su franja costera. Otras cinco se encuentran entre los 70 y los 90.000. Tres de ellas también en su franja costera. De ahí se salta a pequeñas villas de menos de 20.000 habitantes repartidas por el interior no costero. Los 1,5 millones de hogares en Galicia en relación con el millón de familias (IGE 2011) nos ofrecen una proporción de 1,5 hogares por familia, que incluso sin alcanzar el promedio estatal sigue siendo uno de los más altos de Europa. O si se prefiere: hay 4,5 millones de habitaciones, lo que representa 1,61 habitaciones per cápita. Una de las cifras más altas de Europa.
Existen 250.000 segundas viviendas (un 15% del parque total) y 300.000 primeras viviendas vacías en nuestro país (20% del total de su parque inmobiliario). Un tercio del parque, infrautilizado.
Las primeras viviendas vacías permitirían a Galicia absorber de inmediato un crecimiento demográfico de casi 900.000 habitantes, en un país cuya población lleva 40 años decreciendo y con perspectivas de seguir haciéndolo. Y sólo un 1% de viviendas públicas e idéntico porcentaje de suelo en manos de la administración.
La edad media de su población es de más de 47 años, tres más que la media española, cinco más que la media de Europa, y la más alta de un país europeo.
El sector primario tiene un peso del 10%, un 20% el sector industrial y un 70% se dedica al sector terciario y servicios.
El catastro de rústica en Galicia incluye casi 12 millones de parcelas, un 90% de ellas vacantes.
|
|
Una aproximación diagnóstica
En definitiva y por lo expuesto: un país periférico, envejecido, que pierde población, con un territorio obsolescente, abandonado, desequilibrado y depredado. Una estructura de la propiedad del suelo rural atomizada, una economía fuertemente terciarizada y poco industrializada, con un bajo índice de economía productiva, sustituida por la economía especulativa.
Además, una renta per cápita de las más bajas de Europa, con un 20% de sus viviendas vacías y un descompensado sistema urbano. Y sobre todo con gobiernos que ofrecen a cambio de apoyo político y económico, plusvalías a los grandes inversores y a las operaciones infraestructurales y empresariales de gran escala. Operaciones que destruyen el medioambiente y el pequeño tejido industrial, comercial y empresarial preexistente.
Un país cuya soberanía ha sido vendida al mejor postor. Y que ha perdido, en sus políticas públicas, el sentido de lo pequeño, de la escala humana, de la pequeña escala frente a las grandes inversiones, a las grandes infraestructuras, a las grandes empresas…
Y sin embargo, un país con grandes potenciales en algunos sectores estratégicos como la pesca, la industria agroalimentaria y vinícola, la construcción naval, la madera para la construcción, la industria cultural, las energías alternativas, y la investigación, entre otras. Y con una riqueza medioambiental entre las más importantes de Europa.
Todos estos indicadores nos hablan, como magistralmente diseccionara el profesor Xosé M. Beiras en su libro de 1973 O atraso económico da Galiza, de un país explotado, expoliado, depredado, colonizado y mal gobernado. Sorprendente y significativo que un análisis de los años 70 continúe plenamente vigente.
Un país que, en relación con su territorio, ha carecido desde siempre de políticas públicas regulatorias eficaces. Desde que en 1981 fue elegido el primer gobierno autonómico, Galicia, gobernada desde entonces y hasta el momento por la derecha, ha sido víctima de políticas capturadas al servicio de sus raquíticas élites extractivas y de su sistema financiero, que, rescatado con dinero público, ha sido malvendido a entidades con centros de decisión lejanos. Lo mismo ocurre en los ámbitos del urbanismo, la vivienda, la industria, la economía, la sanidad, la educación, los cuidados…
Sabemos que los intereses del capitalismo desregulado concentran su actividad económica en las ciudades y en sus entornos. Máxima expresión del capitalismo monopolista, las ciudades son la principal fuente de extracción de rentas especulativas, producto de una legislación urbanística que facilita la obtención privada de inmensas plusvalías, favorecidas por el planeamiento redactado desde la administración pública, sin que éstas reviertan apenas en ella, como compensación de su propia acción regulatoria.
Por ese motivo, y a pesar de los inmensos potenciales de su capital territorial, se produce un imparable proceso de obsolescencia programada del rural interior. Proceso que provoca su conversión en territorio de sacrificio al servicio de actividades mineras extractivas altamente contaminantes, de canteras no recuperadas para ser reconvertidas en vertederos ilegales de materiales tóxicos y de industrias depredadoras del medio natural.
La expresión territorio de sacrificio caracteriza a una región geográfica que ha estado permanentemente sometida, con la connivencia de la administración pública, a agresiones medioambientales y a falta de inversión económica para paliarlas. En opinión de los especialistas, habitualmente corresponden a comunidades de bajos ingresos, culturalmente marginales y con baja capacidad de movilización y respuesta social, con gobiernos capturados que asumen como “daños colaterales” los relacionados con la contaminación, los desechos tóxicos y la industria pesada. Una definición a la medida.
En territorios sometidos a daño ambiental, ello ha significado siempre la situación de vulnerabilidad y empobrecimiento de las comunidades residentes. Sufre por tanto el territorio gallego las deseconomías de escala y aglomeración sin beneficiarse de las economías de localización tan necesarias para la búsqueda de equilibrios.
Un país en definitiva que, entre otras cosas urgentes, necesita de una democracia y una justicia espaciales de las que siempre ha carecido.
|
Derecho al territorio “…as if people mattered”
La proximidad de la actividad productiva primaria territorial a los espacios de ubicación de la industria de transformación, y a los espacios de consumo, favorecería sin duda la fijación de la población, además de reducir los costes de transporte territorial, facilitando la movilidad democrática y accesible y reduciendo así la inversión pública en grandes infraestructuras. Lo que nos obliga a reivindicar la búsqueda de la soberanía alimentaria local, la permacultura y el decrecimiento como actores clave en estos necesarios procesos de reubicación y reequilibrio.
La asignación de papeles económicos ligados al capital territorial de cada comarca resulta tan importante como la ubicación estratégica de dotaciones y equipamientos públicos de pequeña escala con criterios de solidaridad territorial.
Las deseconomías causadas por el Urban Sprawl1 y la ciudad difusa, a lo largo del eje Ferrol-Coruña-Compostela-Pontevedra-Vigo, nos obligan a proponer la implementación de un sistema urbano en red. Un sistema policéntrico y reequilibrador, que explore el inmenso potencial del territorio dinamizando las villas de interior con políticas de rehabilitación pública de vivienda y generación de empleo local que favorezcan el crecimiento poblacional. Y facilitando una movilidad territorial democrática, sostenible y universalmente accesible.
Debemos reivindicar por tanto el derecho al territorio, el derecho a vivir y trabajar en él. El derecho al uso productivo de la tierra, y, como se ha dicho, a la soberanía alimentaria, ofreciéndole, solidariamente, oportunidades económicas y asignando a las ecoregiones funciones ligadas a sus potenciales productivos y a su capital territorial.
Y el reforzamiento de las políticas medioambientales, especificando la necesidad de expandir la superficie de las áreas protegidas, y profundizando sus mecanismos de gestión, para alentar la inversión pública y privada, implementando figuras de protección que faciliten el desarrollo no destructivo de espacios naturales y la fijación de población.
En definitiva, el derecho al territorio se concreta en la consecución de los derechos a la vivienda, a un medio ambiente sano (agua, aire, alimentos), al trabajo, a la proximidad residencia-trabajo-ocio, a la movilidad democrática, a la energía accesible. Pero también del derecho al espacio público, a las telecomunicaciones, a la cultura, a la educación, a la asistencia social y sanitaria… Derechos todos ellos que, hoy en día, están insatisfechos para la mayor parte de los habitantes del territorio gallego.
Es urgente y necesario un cambio radical de paradigma en la ocupación del espacio. Y necesaria una rehabilitación territorial. Es decir: una estrategia para la dispersión inteligente del gasto público, creando pequeñas infraestructuras ecológicas y pequeñas dotaciones y equipamientos respetuosos con el medio ambiente, equidistribuidos, tal y como se ha señalado, con criterios de reequilibrio y solidaridad.
Las posibilidades que posee el territorio para la autonomía energética y la creación de pequeñas redes de abastecimiento de agua desde los infinitos manantiales históricos, de saneamiento fitosanitario y de autogestión de los residuos sólidos domésticos, ofrecen espléndidas expectativas al rural territorial como oportunidad para situarse fuera de las redes urbanas existentes y por tanto para el cambio de modelo energético, habitacional y productivo.
Lo pequeño todavía es hoy, 47 años después de la publicación del libro de Schumacher, no solo hermoso sino necesario. Como reza el propio subtítulo de su libro de 1973 Small is Beautiful …as if people mattere2. Como si la gente importase. La gente, las personas y el bien común, por encima de la macroeconomía y de los gobiernos. O la economía y los gobiernos al servicio de las personas y no de la plutocracia depredadora y de las élites extractivas.
En resumen: democracia espacial, solidaridad territorial y recuperación de la escala adecuada en las propuestas territoriales desde lo público.
Exactamente lo contrario de lo que, hasta el momento, ha ocurrido en Galicia.
Por eso este momento nos ofrece una grandísima, inexcusable e inaplazable oportunidad para iniciar de modo irreversible el camino para hacerlo posible.
__________
Notas
1 Geddes, Patrick. Cities in Evolution. an introduction to the town planning movement and to the study of civics. London, Williams & Norgate, 1915.
2 Schumacher, E.F. Small is beautiful. Economics as if people mattered. London: Blond & Briggs, 1973.
|
Nota sobre el autor
Xosé S. Allegue Fernández es Doctor Arquitecto Urbanista y experto en gestión patrimonial. Es desde 1993 Jefe de la Oficina de Proyectos del Consorcio de la Ciudad de Santiago, al que representa en el grupo ciudades Patrimonio de la Humanidad españolas. Desde 2012 miembro de la ponencia técnica y de la Comisión asesora de la ciudad histórica de Santiago de Compostela. Sus focos de interés son la gestión patrimonial, las políticas de vivienda y el equilibrio territorial en Galicia.
Para citar este artículo: José Allegue. Galicia: derecho al territorio ‘…as if people mattered’. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.3 núm. 14 Metrópolis ¿única alternativa?. A Coruña: Crítica Urbana, septiembre 2020. |