Entrevista a Plácido Lizancos
Por Equipo Crítica Urbana |
CRÍTICA URBANA N.15
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En los inicios del confinamiento en España, el pasado mes de marzo, surgió en Galicia la Clínica das Casas, una iniciativa de la Escuela de Arquitectura de A Coruña con el fin dar asistencia a la ciudadanía para la mejora de las condiciones de habitabilidad en los hogares durante el confinamiento. Entrevistamos a Plácido Lizancos, director de la Escuela y miembro del grupo que puso en marcha este servicio.
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¿CÓMO UNA INICIATIVA DE ESTE TIPO LLEGA A QUIENES LO PUEDEN NECESITAR?
En tiempos de reclusión, el principal camino para llegar a las personas que precisan el servicio de la arquitectura son las redes. Y no hablo solo de las redes digitales, sino de las redes de ayuda, bien sea de las formales como las ONG o los servicios sociales institucionales, sino también las redes de ayuda mutua.
Una de las evidencias del confinamiento es que ha habido mucha gente que ya estaba confinada antes del confinamiento: personas de edad, personas con disfuncionalidades y patologías incapacitantes, matrimonios monoparentales sin recursos económicos, inmigrantes alegales o simplemente gente de tan baja capacidad económica que debían desarrollar su vida en un ámbito social y espacial muy limitado. En muchísimas de estas situaciones el aislamiento es también informativo y digital. No podíamos plantearnos llegar a estas familias a través de los canales formales.
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¿CUÁLES FUERON LAS PRINCIPALES NECESIDADES DETECTADAS DURANTE EL CONFINAMIENTO?
Múltiples. Desde disfuncionalidades debidas a la necesidad de utilizar la casa para actividades para las que no había sido proyectada, dando lugar a patologías de orden funcional, hasta asuntos de salud y confort, como por ejemplo todas aquellas cuestiones que se evidenciaron en los hogares con condiciones precarias de iluminación, ventilación o climatización. Añadiría además una tercera familia de situaciones que son las relacionadas con la vivienda como dispositivo de socialización. Durante lapandemia se puso al descubierto que la vivienda durante el confinamiento podía provocar, con su rigideces y estrecheces, la perdida de la autonomía individual de las personas o de los subgrupos dentro del grupo familiar. En ese mismo orden de cosas se puso al descubierto la inexistencia o en su caso la mala calidad de los espacios colectivos de la edificación, muchas veces limitados a un estrecho rellano en una escalera sin ventilación natural, a un garaje en un sótano mohoso o a un vestíbulo sucio y oscuro en la planta de los trasteros. Imaginamos cuánto más llevadera podría haber sido la vida de las personas si todas estas situaciones hubieran estado adecuadamente resueltas.
¿QUÉ VIVIENDAS NECESITAN MAYOR ATENCIÓN, LAS URBANAS O LAS RURALES?
En el mundo urbano se acusa con diferencia la existencia de viviendas, edificios y espacios urbanos de menor calidad. Y atención a este dato: en Galicia, al igual que en muchos otros lugares del Estado, cuando hablamos de vivienda rural o urbana debemos indicar que incluso en pequeños núcleos de población, alzados en entornos nítidamente agrarios, las viviendas en tiempos recientes se han diseñado de acuerdo con los esquemas funcionales y espaciales dominantes, que son los urbanos. La construcción del espacio colectivo ha seguido los mismos patrones, importados desde la ciudad. Es así por lo que podemos ver en minúsculos núcleos de población problemáticas de habitabilidad precaria, pues, por ejemplo, las viviendas se construyen en edificios en altura, con sus habitaciones abriendo a minúsculos patios, pese a estar rodeadas de amplísimos paisajes agrarios. Es sorprendente, pero es una realidad.
Otra problemática diferente es la de la infravivienda, que en la Galicia rural es más abundante; sin embargo, algunas de estas situaciones quedan paliadas por las redes de asistencia mutua, que en este medio suelen ser vigorosas.
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¿NOS PODRÍAS DAR ALGUNAS RECOMENDACIONES PARA MEJORAR NUESTRAS VIVIENDAS EN EL CONTEXTO DE COVID?
No llamo a que nadie tome ahora una caja de herramientas y se ponga a derribar tabiques o a ampliar sus ventanas o a colgar balcones nuevos en sus fachadas, tal como los medios de comunicación de masas insinúan. Creo que lo verdaderamente importante en este momento es que las personas manifiesten públicamente cuáles son las condiciones en las que están viviendo y demanden políticas de mejora. Esta atención deben reclamársela a las autoridades, al mundo profesional, a la academia y al mundo empresarial, incluyendo a la banca. La vivienda fue una operación lucrativa, es hora de que ese lucro se reinvierta y que las políticas públicas pongan a las personas en el centro. Esa es la triple recomendación: visibilizar, programar y actuar.
¿CUÁLES SON LAS DIFICULTADES PARA PONER EN MARCHA UNA INICIATIVA DE ESTE TIPO?
Todo trabajo social requiere crear confianza entre las partes. Las personas usuarias de viviendas tienen motivos más que sobrados para desconfiar de todo lo que les venga de fuera.
Y la otra gran dificultad es cambiar el paradigma. La vivienda es un derecho y como tal debe ser uno de los pilares del estado de bienestar y esto parece haber sido olvidado por todos los actores, incluso, paradójicamente, por las personas usuarias.
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¿QUÉ PLANES TENÉIS PARA EL FUTURO?
Seguir trabajando hasta que el derecho a una vivienda digna esté consolidado y nadie se quede atrás.
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Para citar este artículo: Crítica Urbana. Garantizar los servicios de arquitectura a las personas. Entrevista a Plácido Lizancos. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.3 núm. 15 Coronavirus: impacto urbano y territorial. A Coruña: Crítica Urbana, noviembre 2020. |