Por Blanca Valdivia |
CRÍTICA URBANA N.17 |
El urbanismo feminista plantea la necesidad de construir territorios que pongan la sostenibilidad de la vida y los cuidados en el centro de las decisiones urbanas. Desde Col·lectiu Punt 6, hemos desarrollado conceptualmente el paradigma de la ciudad cuidadora, como la ciudad que te cuida, te deja cuidarte, te permite cuidar de otras personas y cuida del entorno. El objetivo de este artículo es evidenciar por qué es necesario este cambio de modelo urbano y esbozar algunos criterios de la ciudad cuidadora que cuida del medio ambiente.
En las ciudades vive el 55% de la población global y en áreas como el Estado español y América Latina, este porcentaje alcanza al 80%[1]. Al mismo tiempo, las ciudades consumen el 78% de la energía mundial y producen más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de que ocupan menos del 2% de la superficie de la Tierra[2]. Además, el crecimiento de las ciudades ha tenido un gran impacto en términos medioambientales, con el agotamiento y destrucción de recursos energéticos, orgánicos y territoriales.
El modelo de ciudad vigente promueve un crecimiento urbano sin límites, basado en la ruptura de cualquier vínculo con el entorno natural y sin importar las consecuencias ambientales y sociales. Las ciudades no son espacios neutros, son una producción cultural y como tal reflejan los valores hegemónicos de la sociedad en la que se encuentran. Así, nuestros espacios urbanos están inmersos en los valores de un sistema capitalista y patriarcal basado en la división sexual del trabajo, la acumulación de capital y la maximización del beneficio privado. Por ello, se ha materializado una configuración urbana que prioriza las actividades productivas por delante de otras (reproductivas, comunitarias o personales), dedicándoles más espacio, mejores ubicaciones y conectividad.
Para promover territorios más justos en términos sociales y ambientales, es fundamental integrar los cuidados en el urbanismo, partiendo de que la vulnerabilidad es una característica innata de las personas, que nos sitúa en una relación de interdependencia con otras personas. El papel de las ciudades es proporcionar un soporte físico adecuado para satisfacer la red compleja de cuidados que es necesaria para sostener la vida.
Desde el ecofeminismo también se critica, por un lado, el modelo de producción y consumo que vive de espaldas al equilibrio natural y al bienestar humano y, por otro, el sistema patriarcal que supedita la libertad y los derechos de la mitad de la humanidad. Ante la crisis ambiental (pico del petróleo, crisis climática, crecientes problemas de acceso al agua, las sustancias químicas artificiales de efectos desconocidos en los seres humanos) y la crisis de cuidados (traslimitación de tiempos humanos, muy especialmente de los tiempos de las mujeres) se identifica al sistema capitalista y patriarcal como productor de insostenibilidad y de injusticia y causante del deterioro de las condiciones y la calidad de vida. (Grupo de Ecofeminismo, Ecologistas en Acción, 2011).
En este sentido, Herrero, Pascual, González, Gascó[3] enfatizan que la vida humana se desarrolla inserta en un medio físico natural, del que dependemos para existir y reproducirnos, que tiene límites físicos y se autoorganiza en ciclos naturales y cadenas tróficas para poder mantenerse y perdurar.
Además, haciendo referencia a la noción de ecodependencia, es indispensable enmarcar los entornos urbanos, en un contexto natural que ya ha rebasado sus límites, por lo que planificar la ciudad incorporando los cuidados no puede basarse en el actual modelo de consumo de recursos (económicos, territoriales, ambientales, energéticos). Es necesario promover un cambio radical de modelo de ciudad que incluya los límites naturales en aspectos como la movilidad, la infrautilización residencial, la gestión de residuos o la provisión de servicios energéticos.
El urbanismo con perspectiva de género ha vivido un desarrollo en los últimos años que se ha materializado en un aumento de las publicaciones y proyectos elaborados desde este enfoque. Sin embargo, en un contexto de crisis climática y crisis global de cuidados, no es suficiente con acciones o miradas parciales y puntuales, sino que es fundamental un cambio de paradigma que ponga la sostenibilidad de la(s) vida(s) en el centro.
Desde Col·lectiu Punt 6 concretamos este nuevo modelo urbano en la propuesta de la ciudad cuidadora, que es una ciudad que nos cuida, cuida de nuestro entorno, nos deja cuidarnos y nos permite cuidar a otras personas.
A continuación, voy a centrarme en algunos criterios que esta ciudad cuidadora debe incorporar para cuidar el medioambiente.
Para promover el cuidado del medioambiente en las ciudades es fundamental llevar a cabo acciones dirigidas al decrecimiento. Por ejemplo, apostando por una reducción paulatina del dominio de los vehículos motorizados que hacen un uso abusivo de los espacios públicos y que producen altos índices de contaminación, accidentes e inseguridad vial, especialmente para las personas mayores y los niños y las niñas.
Restringir el número de coches significa que las políticas públicas deben comprometerse con la movilidad sostenible, fomentando una red de transporte público asequible y accesible, tanto en las estaciones de transporte como en los vehículos y conectada con una amplia red peatonal y con diferentes espacios (productivos, reproductivos, espacios de ocio, deporte…). El modelo de transporte público no puede penalizar ni a las personas que viven en las periferias de clases trabajadoras, ni a las personas que se desplazan para hacer actividades no productivas, o fuera de los horarios convencionales de jornada laboral.
Priorizar la movilidad sostenible, a pie y en bicicleta, se consigue con un entramado urbano que favorezca los recorridos peatonales, con calles que conectan los diferentes espacios de uso cotidiano y que son funcionalmente útiles (con comercios y equipamientos en plantas bajas) y con elementos urbanos como bancos, sombras, fuentes, señalización que facilitan caminar. Las personas viandantes son las protagonistas de la calle, la velocidad de los vehículos motorizados se ralentiza y el ritmo de la calle lo marcan los peatones. El uso de la bicicleta se fomenta con una red de carriles bici, mapas, señalización, aparcamientos seguros, quioscos de autorreparación… que facilitan que todo tipo de personas puedan utilizar la bicicleta en cualquiera de sus recorridos cotidianos.
Reducir los desplazamientos en vehículo privado, va de la mano de promover la proximidad como cualidad urbana. Para ello hay que dotar a cada barrio de una red de espacios públicos, equipamientos, servicios y redes de transporte público. Favoreciendo la mezcla de usos, conservando las tramas mixtas existentes e introduciendo nuevos usos en áreas monofuncionales, ya sean residenciales, industriales o de servicios.
Para acabar con el despilfarro territorial, es necesario dejar atrás las fórmulas de tabula rasa, de rehacer desde cero y comprometerse con la rehabilitación de espacios y edificios. Esto también pasa por elaborar normativas que penalicen la existencia de viviendas vacías y facilitar la cesión temporal de solares vacíos para su uso y gestión comunitaria. Además, es importante impulsar estrategias para el aprovechamiento de los recursos existentes, por ejemplo, incorporando nuevos usos en equipamientos y espacios infrautilizados a determinadas horas del día, como patios de colegios, bibliotecas o gimnasios de centros escolares.
La ciudad que cuida nuestro entorno no consume recursos territoriales, energéticos y ambientales sin límite. Intenta minimizar los residuos que produce y promueve acciones para limpiar el aire que nos contamina. Asimismo, pone en marcha actuaciones para mejorar la gestión en el ciclo del agua.
La ciudad que se preocupa por el entorno construye corredores verdes y desarrolla estrategias para recuperar la flora y la fauna autóctonas. Este modelo de ciudad considera que las zonas verdes deben ser espacios de proximidad que deben estar disponibles a escala de barrio para garantizar el acceso a más personas de espacios de calidad ambiental y en contacto con la naturaleza.
La ciudad cuidadora hace énfasis en la escala de barrio, en la existencia de una red de espacios, equipamientos y sistemas de movilidad, que son de proximidad, que facilitan la vida cotidiana de las personas y que están distribuidos de manera homogénea por toda la ciudad. Pero además, existe una continuidad entre las diferentes escalas, de la vivienda, el edificio, el barrio, la ciudad, el área metropolitana, que contribuyen a la ruptura de la dicotomía público-privado y que favorecen el desplazamiento entre espacios y actividades. Una ciudad cuidadora se articula en un territorio cuidador en el que las diferentes administraciones públicas cooperan en la gestión territorial y son solidarias. Municipios contiguos comparten recursos, como equipamientos deportivos, para favorecer una gestión más eficiente de los recursos económicos, territoriales y ambientales.
Queda un largo camino por recorrer para hacer ciudades más justas social y territorialmente, pero como decía Gloria Anzaldúa “Nada sucede en el mundo «real» a menos que ocurra primero en las imágenes de nuestras cabezas”.
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Notas
[1] World Bank data https://datos.bancomundial.org/indicator/SP.URB.TOTL.IN.ZS
[2] Information of ONU-Habitat https://www.un.org/es/climate-change/climate-solutions/cities-pollution
[3] Herrero, Yayo; González Reyes, María; Pascual, Marta; Gascó, Emma. La vida en el centro. Voces y relatos ecofeministas. Libros en acción (Ecologistas en Acción), 2018.
Otro artículo de la autora en Crítica Urbana:
La penalización del cuidado en la ciudad capitalista y patriarcal
Nota sobre la autora
Blanca Valdivia es socióloga por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Gestión y Valoración Urbana por la Universidad Politécnica de Catalunya. Es integrante de Col·lectiu Punt 6, cooperativa feminista que trabaja para repensar espacios domésticos, comunitarios y públicos desde una perspectiva de género interseccional y para contribuir a la transformación social.
Para citar este artículo:
Blanca Valdivia. La ciudad cuidadora que cuida el medioambiente. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.4 núm. 17 Ciudades para los cuidados. A Coruña: Crítica Urbana, marzo 2021.