Por Carme Mayugo |
CRÍTICA URBANA N. 24 |
Participar tiene que ver con formar parte de la comunidad, con implicarse y funcionar desde la empatía; también conlleva hacer con los y las demás. No hay comunicación sin procesos de participación amplios y abiertos que se sustenten en las redes sociales de base.
Cualquier dinámica verdaderamente comunicativa comporta mecanismos que garanticen el acceso a la palabra y escucha activa, la toma de decisiones sobre qué relatos postular en la esfera social y cómo presentarlos, y la autogestión entendida como capacidad organizativa para erigir unos discursos y no otros. Ya lo estableció así el informe final de la Reunión sobre la autogestión, el acceso y la participación en materia de comunicación (UNESCO – Belgrado, octubre de 1977)[1].
La participación es intrínseca a la comunicación y viceversa, ya que cualquier sociedad precisa comunicarse para que sus acciones participativas sean efectivas y produzcan transformaciones sociales y políticas. Pero los poderes establecidos han promovido una confusión coaptativa entre información, divulgación, propaganda, difusión, transmisión, todas ellas unidireccionales, y comunicación, siempre basada en la reciprocidad. De ahí que muchas políticas participativas, con el tiempo, hayan terminado degenerando en dinámicas de ratificación, comprobación, confirmación e incluso control social, con la idea de captar voluntades más que de reconocerlas en toda su complejidad y diversidad. Esta tendencia explosionó en los 2000, con el auge de las llamadas redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram, TikTok, etc.).
La comunicación comunitaria
La imposibilidad de disociar entre participación, comunicación y comunidad llevó, desde los años 60-70, a la emergencia y persistencia de prácticas comunicativas de base comunitaria. Por todo el mundo, se postularon como lugares y situaciones de encuentro social, frente al sistema hegemónico de la cultura de masas. A lo largo de las décadas de los 70 y 80, algunas de estas prácticas se organizaron como emisoras de radio o televisión, y otras sirvieron para constituir centros de producción. En el campo audiovisual, surgieron experiencias tan emblemáticas como Downtown Community TV Center (1972, Nueva York), Notélé (1977, Tournai), Vídeo-Nou (1977, Barcelona), Airelles Vidéo (1980, Aix-en-Provence), Piper Tiger TV (1981, Nueva York), Ràdio Televisió Cardedeu (1981, Cardedeu), Canal Nord (1984, Amiens), Educational Video Center (1984, Nueva York), Clot TV (1984, Barcelona), TV Viva (1984, Recife), Trégor Vidéo (1985, Trégor-Goëlo), Alex Offener Kanal (1985, Berlin), Northern Visions (1986, Belfast), Télé Millevaches (1986, Plateau de Millevaches), TV Maxambomba (1986, Rio de Janeiro), Labor News Production (1990, Seúl) o Escuela Audiovisual Infantil (1994, Belén de los Andaquíes). Algunas desaparecieron, otras se convirtieron en medios de proximidad y olvidaron las dinámicas participativas de sus inicios, pero otras muchas han persistido adaptándose a cambios tecnológicos, sociales y políticos.
Las grandes bazas de la comunicación comunitaria residen en la profusión, la independencia, la cooperación, su capacidad de resistencia y una determinación por devenir sostenibles, a pesar de la precariedad. Para todo ello, es imprescindible la participación e implicación de la comunidad. La profesionalización ha ayudado, aunque haya conllevado la concurrencia de instituciones públicas y privadas que tratan de orientar e incluso controlar el storytelling.
La educomunicación
El auge de la educación popular y la pedagogía crítica[2] en Latinoamérica hizo florecer experiencias de creación audiovisual participativa utilizando la radio y el vídeo en situaciones de aprendizaje. La labor educativa se enriqueció con los aportes de prácticas comunicativas basadas en la interacción social, con la producción de conocimientos situados, fruto de la acción comunitaria. Las dinámicas participativas se tornaban inherentes a cualquier práctica que se preciara de inspirarse en las pedagogías críticas. La participación tejía y modulaba la intersección entre comunicación y educación.
Así surgió la educomunicación como campo de conocimiento e investigación[3]. Es el conjunto de prácticas a la vez comunicativas y educativas que, mediante acciones facilitadoras, fomenta la prealimentación y el diálogo, y promueve también una presencia cotidiana de discursos surgidos de la praxis participativa. En ellas, toman protagonismo personas y colectivos sociales que, de otro modo, no se planteaban o no lograban acceder a la toma de la palabra. Por tanto, movilizan conciencias e incitan a un posicionamiento de compromiso con la comunidad, desde una misma pero también en el compartir mundo con los demás.
Dones Reporteres de Mataró
Un grupo de mujeres de Mataró, en 2008, se planteó aprender a utilizar el medio radiofónico como herramienta de realización personal y organización colectiva, y como punto de encuentro entre los movimientos de base de la ciudad que trabajaban con perspectiva de género. Así nació Dones Reporteres de Mataró[4]. Cada quince días, el equipo produce una nueva edición del programa Amb veu de dona en la radio local, estuvo organizando Infuxerrades en el bar Públic una vez al mes durante años, y constituyó el movimiento Teixit de Dones de este municipio a 30 km al norte de Barcelona. Esta experiencia se mantiene activa en la actualidad, entendiendo la comunicación como un factor clave para promover participación y sostener vínculos comunitarios.
Vídeo-memòries i recerca de l’entorn
Muchos barrios de Barcelona precisan recuperar su memoria y articular el presente con su historia reciente. Mediante el proyecto Vídeo-memòries i recerca de l’entorn[5], la educomunicación deviene un instrumento de implicación del alumnado de secundaria. La iniciativa se fraguó en el instituto Barri Besòs a partir de la experiencia pionera Geovivència, surgida para responder a la necesidad de los y las estudiantes de posicionarse críticamente y adquirir una serie de conocimientos situados en relación a su entorno cotidiano[6]. Con el tiempo, nació una metodología que se fue extendiendo a otros territorios de la ciudad: Font de la Guatlla, Sant Andreu, y Sant Pere, Santa Caterina y la Ribera.
En estas prácticas, la acción participativa se inscribe en una operación de descubrimiento, rescate y reconocimiento de las aportaciones de personas y entidades que han luchado y trabajado incansablemente por conseguir mejoras en sus territorios. El audiovisual aparece como oportunidad para el diálogo entre distintas generaciones, y pone de relieve las memorias que con el paso del tiempo se diluyeron en los barrios de la ciudad. Además, promueve la valorización de los lugares de encuentro social y comunitario en el espacio público. Y, de forma participativa, recoge y articula distintos puntos de vista sobre temas transversales como derechos, diversidad, interculturalidad, medio ambiente, sostenibilidad…
Magdeburg Moritzplatz
La serie de ficción Magdeburg Moritzplatz[7] se hizo realidad de la mano del canal abierto (offener kanal) de esta ciudad alemana. Desde 2020, esta experiencia de audiovisual participativo se dirige a jóvenes entre 15 y 27 años que vivan en la zona norte de Magdeburg, y que tengan historias que contar inspiradas en su vida cotidiana y sus vivencias. Una vez se involucran en la iniciativa, deciden si desarrollar el guion de la serie, actuar frente a la cámara o asumir alguna labor de realización audiovisual. El proyecto se realiza en estrecha colaboración con otras iniciativas culturales y educativas que están operando en Neustadt, con la idea de hacer más atractiva la vida en este distrito de la ciudad. La experiencia ha conseguido conjugar relatos juveniles con dinámicas socioculturales y de regeneración urbana de la zona.
Audiovisuel Participatif
Los platós participativos que organiza una buena parte de las entidades que integran la federación francesa Audiovisuel Participatif[8] constituyen una excelente oportunidad para compartir puntos de vista, debatir y dialogar entre personas muy distintas. La mera excusa de preparar, montar y llevar a cabo, conjuntamente y en directo, un programa de televisión es una oportunidad perfecta para que cada cual elija su rol y la comunidad se autoorganice de forma participativa. Con ello, se pueden descubrir habilidades performativas, subvertir liderazgos, contraponer visiones y articular lugares de encuentro social. Además, estas prácticas influyen en la toma de decisiones sobre cuestiones que afectan a la comunidad.
Estos son solo algunos ejemplos de cómo se abren espacios de participación desde de la creación audiovisual colectiva, ya sea en radio, vídeo o multimedia. En la confluencia entre educomunicación y comunicación comunitaria se halla un sinfín de prácticas, cuyo valor es servirse a sí mismas, en el sentido de ser lo más independientes posible de las instituciones y otros vértices de poder. Su trascendencia viene determinada también por su enorme variedad y capacidad de proliferación. La imbricación entre participación, comunicación y educación siembra el terreno para que constantemente surjan posibilidades de acción, aunque esas adopten nuevas formas y características. Su fuerza es recursiva, fluye, se reconvierte y no hay quien lo pare.
Metodologías y creación audiovisual participativa
Aprender haciendo y reflexión crítica son dos grandes motores de cambio que movilizan participación y que, al tiempo, se sirven de ella. Comportan una comprensión comprometida y proactiva de la realidad social, incluyendo las tensiones y conflictos que conlleva la complejidad de la propia acción participativa. Las características mediadoras de comunicación comunitaria y educomunicación las convierten en potenciadoras de vínculos comunitarios entre una gran diversidad de colectivos sociales, estén o no previamente interrelacionados. Por tanto, son también potenciadoras de nuevas ocasiones para la participación, con momentos y lugares que se erigen en multiplicadores de acciones participativas.
Desde esta perspectiva, se entiende la participación como oportunidad para elaborar relatos colectivos fundamentados en el aprender haciendo y la acción performativa conjunta. A partir de ellos, se visualizan oportunidades o conflictos latentes, y se crean nuevos escenarios. La convivencia y los vínculos de pertenencia abren espacios de diálogo, favorecen el debate de ideas, permiten compartir imaginarios individuales y colectivos, facilitan el intercambio de sentires y ayudan a comunicar emociones.
Estos procesos también sufren desajustes por causas internas y externas. Algunas veces es complicado sostener la implicación de los y las participantes a lo largo del tiempo, por lo que hay que buscar siempre recursos para alimentarla. En ocasiones aparecen conflictos que estaban latentes y que perjudican al propio desarrollo de la práctica creativa. En otros casos, las instituciones públicas o privadas financiadoras inducen dinámicas que terminan instrumentalizando estos procesos. Algunos de sus resultados pueden llegar a ser muy tentadores, o incluso contrarios a los deseados.
Los relatos que surgen de procesos de creación audiovisual participativa tienen ese poder de modificar el mundo, el entorno, mediante la intención de los y las que participan en ellas; o sea, de las redes sociales de base que producen contenidos, protagonizan procesos, organizan difusiones, reciben retornos, etc. También promueven situaciones de aprendizaje significativo. En ese comunicar se articulan relaciones y dirimen tensiones del entorno inmediato, la sociedad y el mundo.
Los procesos fundamentados en la producción creativa de discursos audiovisuales que protagonizan personas y colectivos sociales de la comunidad instituyen la participación como dispositivo movilizador y estructurante del diálogo y la organización. En su conjunto, las prácticas de creación audiovisual participativa agrupan una innumerable variedad de experiencias y métodos. Cada una de ellas contiene una infinidad de saberes y formas de hacer que resultan de la propia acción de apropiación de la palabra. No predominan unos modos de operar sobre otros, sino una larga lista de búsquedas y consecuciones operativas.
La creación audiovisual participativa termina favoreciendo una participación para la convivencialidad[9] (Illich, 1985) y actúa como satisfactor sinérgico para un desarrollo a escala humana (Max-Neef, 1998). Tiene capacidad para vehicular contenidos muy diversos entre sí, siempre vinculados a la cotidianidad, vivencias personales y colectivas, y reflexiones críticas sobre el entorno y el mundo. Según plantea Huergo: “Las prácticas, además, cargan con una historia incorporada y naturalizada; en ese sentido, olvidada como tal y actualizada en la práctica. En los sujetos, entonces, hay una especie de ‘investimiento’ práctico que está condicionado por el orden cultural (objetivo) y que crea disposiciones subjetivas” [10](2005: 24). Esa carga facilita que se produzca transformación social y política desde una comunicación/educación mediada por la participación.
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Notas
[1] Informe final de la Organización de les Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura [versión en español] [En línea] http://unesdoc.unesco.org/images/0003/000303/030337sb.pdf [Consulta: 1 de abril de 2022].
[2] Freire, P. (1969). Pedagogía del oprimido. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.
[3] Kaplún, M. (1998). Una pedagogía de la comunicación. Madrid, España: Ediciones de la Torre.
[4] Página web: http://donesreporteresdemataro.blogspot.com/ [Consulta: 1 de abril de 2022].
[5] Página web: https://videomemoriesprojectes.wordpress.com/ [Consulta: 1 de abril de 2022].
[6] La experiencia surgió de un profesor de Geografía e Historia, Jordi Royo. A partir del curso 2017-18 contó con la colaboración de Teleduca. Educació y Comunicació, SCP, llegando a articular una metodología conjunta. Canal de YouTube: https://www.youtube.com/channel/UCjKQS7Mfyn5O1grVyYwwB8Q [Consulta: 1 de abril de 2022].
[7] Página web: https://moritzplatz.ok-magdeburg.de/ [Consulta: 1 de abril de 2022].
[8] Página web: https://www.audiovisuel-participatif.org/ [Consulta: 1 de abril de 2022].
[9] Illich, I. (1985). La convivencialidad. México DF, México: Planeta. Recuperado de: http://habitat.aq.upm.es/boletin/n26/aiill.html
[10] Huergo, J. (2005). Hacia una genealogía de Comunicación/Educación. Rastreo de algunos anclajes político-culturales. La Plata, Argentina: EPC. Recuperado de: https://es.scribd.com/doc/81979700/Jorge-Huergo-Comunicacion-cultura-y-educacion-una-genealogia-tesis-completa#scribd
Nota sobre la autora
Carme Mayugo i Majó, doctora por la USC, especializada en educomunicación y comunicación comunitaria. Cofundadora de Teleduca. Educació i Comunicació, SCP, con más de 25 años diseñando y coordinando proyectos de creación audiovisual participativa.
Para citar este artículo:
Carme Mayugo. La creación audiovisual participativa como herramienta de participación. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales, Vol.5 núm. 24 Participación: mito o realidad. A Coruña: Crítica Urbana, junio 2022.