Por Alfredo Rodríguez |
CRÍTICA URBANA N. 32 |
Para responder a la pregunta de Maricarmen, regreso a finales de los años 60, cuando con Gustavo Riofrío recorríamos las barriadas de Lima. En esos años, mientras descubríamos barrios ausentes en los planos oficiales de la ciudad, recuerdo que leía La gran ciudad de Wright Mills.
En ese artículo, para abordar el tema de la ciudad Mills parte de la diferencia entre problemas personales y cuestiones públicas, como ya lo señalaba en su libro “La imaginación sociológica”. Afirmaba allí que los problemas personales afectan a individuos y su entorno inmediato y pueden resolverse a nivel individual; y que, en contraste, las cuestiones públicas afectan a la sociedad en su conjunto, en su espacio, y requieren acciones colectivas y cambios institucionales.

Filipina, 2016. Foto: Charles Deluvio, en Unsplash
Lo veíamos en las barriadas. Una que otra familia resolvía su problema de vivienda autoconstruyendo. Pero cuando ese mismo problema afectaba a cientos de miles de familias, ya no estábamos hablando de un problema personal, como tendían a encasillarlo muchas políticas de vivienda de entonces, y lo hacen ahora. En ese marco, W. Mills coloca la ciudad como un asunto público: “los problemas de la vida urbana no se resolverán mediante el ingenio personal y la inversión privada”: son problemas públicos, políticos.
En la gran ciudad, dice, nos sentimos impotentes ante las fuerzas que nos rodean. La ciudad no ha surgido como resultado de decisiones colectivas sino de intereses particulares, como son los de las empresas inmobiliarias, que han moldeado la ciudad sin considerar las necesidades de la gente.
Se ha hablado mucho de la falta de un orden discernible en nuestro entorno actual. Creo que esto en gran medida es una tontería. ¿No es el denominador común la ganancia de capital y la acumulación material? ¿No es en gran medida el patrón de nuestro entorno el de los intereses inmobiliarios y de los maníacos de la publicidad? Para tales tipos nuestras ciudades no son en absoluto desordenadas; por el contrario, son tan ordenados como [lo están] los expedientes de títulos de propiedad” [en los registros de bienes raíces].
Señala la responsabilidad de los urbanistas, que deberían trascender la “mera estética” y considerar el impacto de sus decisiones en la vida de la gente, y luchar contra los intereses que priorizan el beneficio económico por sobre el bienestar humano. W. Mills insta a los planificadores urbanos, arquitectos, ciudadanos a tomar una postura crítica ante el sistema capitalista y plantearse la necesidad de una planificación urbana responsable.
Para W. Mills, el futuro de la ciudad requiere entonces un debate amplio sobre la estética del espacio urbano y el significado de la vida humana en él. Buscar nuevas formas de organización y relación entre el capitalismo y la planificación pública, así como la necesidad de reformar o revolucionar las estructuras existentes. En resumen, W. Mills argumenta que la ciudad es un problema público que requiere una solución colectiva. Insta a tomar una postura ética y política para construir una ciudad que sea [democrática] habitable y justa para todas y todos.
W. Mills. Troubled Metropolis. Conferencia patrocinada por el Canadian Institute on Public Affairs en Toronto, 7 de febrero, 1959.
Nota sobre el autor
Alfredo Rodríguez, chileno, arquitecto y máster en planificación urbana. Director de SUR Estudios Sociales y Educación. Autor de numerosas publicaciones sobre hechos urbanos y la vivienda protagonizada por sus habitantes; apoyando la articulación entre actores sociales, profesionales y académicos, en defensa de los derechos del hábitat. +Artículos del autor en Crítica Urbana.
Para citar este artículo:
Alfredo Rodríguez. La gran ciudad. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales. Vol. 7, núm. 32, Lecturas para el pensamiento crítico. A Coruña: Crítica Urbana, junio 2024.