Por Lluís Benlloch, Mireia López (La Dula Coop.) |
CRÍTICA URBANA N.17 |
En los últimos años hemos visto una emergencia de redes comunitarias para la provisión de cuidados en muchas ciudades. Se trata de iniciativas colectivas que abarcan ámbitos muy diversos, como son la prevención frente a las soledades no deseadas, la promoción de espacios de crianza compartida o el fomento de una alimentación saludable y de proximidad.
Además, y en algunos casos, estas experiencias se han agrupado en programas de política pública, bajo los cuales algunos de los principales ayuntamientos del Estado Español han tratado de avanzar hacia una ciudad cuidadora[1].
Dichas redes han sido leídas como prácticas de democratización de los cuidados que contribuyen decisivamente a la corrección de las gravísimas injusticias de género que sostienen el sistema de cuidados. Por ello, algunas autoras[2] las han analizado desde la perspectiva de cómo contribuyen efectivamente a descargar a las familias (es decir, a las mujeres) de las tareas necesarias para la sostenibilidad de las vidas. Asimismo, han tratado de evaluar de qué formas este tipo de propuestas promueven, al desplegarse, la redistribución de la división sexual del trabajo de cuidados[3].

Ilustración: Lucía Escrigas
Siguiendo este hilo, en el presente texto nos proponemos estudiar qué están implicando las iniciativas colectivas en torno a los cuidados para la participación vecinal en la escala local así como para el planteamiento de la acción comunitaria. Con este objetivo, analizaremos a continuación qué efectos tiene sobre el asociacionismo vecinal, qué otros agentes participan de las mismas y qué impactos tienen sobre ellos. Cabe señalar que todas estas reflexiones provienen de la implicación en el impulso de diferentes experiencias de cuidados comunitarios en diversas ciudades del País Valenciano.
El asociacionismo vecinal y las redes de cuidados
En primer lugar, es muy relevante observar qué está suponiendo para el asociacionismo vecinal el desarrollo de experiencias comunitarias de cuidados en diferentes ciudades del Estado Español. Del análisis de las iniciativas existentes se desprende que en términos generales las entidades vecinales están participando y contribuyendo a promover este tipo de proyectos. Esto ocurre especialmente en aquellas entidades que presentan una mayor afinidad hacia dichas cuestiones y en aquellos temas que les son más cercanos, como puede ser la soledad no deseada o prácticas de promoción de la salud comunitaria como el diseño y dinamización de rutas saludables.
Una consecuencia interesante radica en que este hecho está contribuyendo a modificar la agenda y los discursos de un asociacionismo vecinal cada vez más envejecido y con menos personas asociadas. Especialmente, está haciendo de contrapeso del discurso securitario[4], que había ido ganando protagonismo en los últimos años, y que para muchos investigadores estaba suponiendo un giro conservador en las asociaciones vecinales. No se puede hablar de una sustitución de contenidos en la agenda vecinal, pero sí de una fuente de nuevas preocupaciones y demandas que cuanto menos parece estar conteniendo las exigencias de mayor seguridad ciudadana.
El contexto actual marcado por la pandemia de la COVID-19 parece haber enfatizado este cambio, puesto que muchas asociaciones vecinales han participado activamente del desarrollo de redes de apoyo mutuo o de bancos de alimentos para los vecinos y vecinas más empobrecidos. La ciudad de Madrid ha sido quizás el mejor ejemplo de ello. De igual modo, también han incrementado la presencia -o cuanto menos la demanda – en espacios de salud comunitaria que han tratado de difundir y socializar mensajes para la prevención del virus entre los vecindarios.

Ilustración: Lucía Escrigas
Las bases sociales de estas iniciativas
Este tipo de experiencias se están articulando frecuentemente a través de redes de entidades locales. Piénsese por ejemplo en las iniciativas emergentes que tratan de fomentar una alimentación saludable y basada en los productores y productoras de proximidad. Este hecho hace que sea interesante interrogarse por qué agentes locales las están configurando. La respuesta apunta a una gran diversidad de asociaciones, que varía dependiendo del tema, pero que abarca a AMPA’s, scouts, asociaciones culturales, amas de casa, asociaciones de personas jubiladas, y un largo etcétera. De hecho, un relato muy frecuente en los agentes que participan en las redes comunitarias de cuidados es la sorpresa por cooperar de forma conjunta con otra asociación con la que comparten barrio y que anteriormente apenas se conocían. En efecto, las redes de cuidados suelen generar nuevas alianzas y se están convirtiendo en un factor importante de cooperación interasociativa.
Sin embargo, los comercios locales o las asociaciones representativas de los mismos parecen ser el agente que más repetidamente interviene en cada una de estas iniciativas. Su participación activa y centralidad en el planteamiento metodológico se observa en un largo número de iniciativas vinculadas a los cuidados. Es el caso, por ejemplo, de los caminos escolares, la prevención de la soledad no deseada, los barrios amigos de la lactancia materna o los proyectos relacionados con una alimentación saludable. Este hecho contribuye a una relectura del papel del comercio local en el barrio y en las tramas comunitarias de los mismos. De alguna manera, refuerza la importancia que el urbanismo feminista le había dedicado en los últimos años en la construcción de una ciudad inclusiva.
La dimensión comunitaria del asociacionismo local
La aparición de estas redes y de las iniciativas que les son propias hace pertinente preguntarse si verdaderamente está aumentando la dimensión comunitaria del asociacionismo local. Por ella entendemos las acciones de las entidades orientadas a todo el territorio y vecindario, y no solo a las personas asociadas. Es lo que muchas veces en el mundo asociativo se refiere como “trabajo hacia afuera” o “actividades abiertas”. De acuerdo a lo observado en distintos barrios de Valencia como Campanar, Sant Isidre o Castellar-L’Oliveral, estamos orientados a pensar que sí. Estas redes, con su apelación al sostenimiento de la vida, hacen aumentar la dimensión pública y comunitaria de las entidades locales, al tiempo que se reconoce que estos asuntos constituyen uno de los problemas básicos de nuestros días. Por tanto, parece que la temática de los cuidados también está funcionando en la actualidad como un catalizador del enfoque comunitario, impulsando la ampliación de la misma trama asociativa local y su presencia en la vida pública.
No obstante, más allá de estos cambios esperanzadores, en el contexto del País Valenciano es dable plantear algunas dudas sobre el alcance real de esta ola comunitaria. Y más si tenemos en cuenta que ha sido el asociacionismo festivo, uno de los ámbitos más importantes en este territorio, el más distante a dicho planteamiento, excepción hecha de algunos casos concretos. Es importante señalarlo, puesto que este tipo de entidades representan en potencia una oportunidad inmejorable para profundizar en la dimensión comunitaria de los cuidados a escala local. Los motivos de la resistencia a los nuevos planteamientos son complejos y necesitarían de un artículo aparte para abordarlos detenidamente. Hoy por hoy, este papel parece limitarse a alianzas puntuales en cuestiones concretas, sobre todo vinculadas a los aspectos más lúdicos de las redes.
Por lo demás, más allá de la mayor o menor permeabilidad de las entidades al enfoque comunitario, los retos a afrontar por las agrupaciones festivas son muy similares a las que atraviesan el resto de asociaciones, como son el replanteamiento del modelo vertical de gestión imperante y, en definitiva, el relevo generacional o el esfuerzo de transformación interna en aras de una mayor democratización. En este sentido, cabe preguntarse hasta qué punto el “cambio comunitario” se expande en el interior de las propias organizaciones si no han pasado antes por este tipo de transformaciones. Más allá de la implicación de las juntas directivas o de las personas más activas en las redes comunitarias interasociativas, es pertinente cuestionarse de qué modo se socializa esta manera de mirar y funcionar de puertas para dentro.
Como conclusión, es interesante volver a subrayar que en el análisis del papel de los cuidados colectivos en contextos urbanos es fundamental cómo estos socializan y redistribuyen la provisión de cuidados. Pero, en segundo lugar, es muy importante también que entendamos qué impactos y transformaciones tienen en las redes asociativas de los territorios. Las primeras indagaciones en este sentido apuntan a cambios muy positivos al menos en tres dimensiones: en la transformación del rol de las asociaciones vecinales, en el fomento del trabajo en red entre entidades y en acentuar la dimensión comunitaria de las propias asociaciones. Todas estas transformaciones no deben difuminar la dimensión de los retos pendientes, como su extensión generalizada entre el asociacionismo vecinal, así como la inclusión de nuevos ámbitos asociativos que permanecen relativamente al margen de este tipo de experiencias. Igualmente, es muy importante que la implicación en el ámbito de los cuidados se expanda dentro de las mismas entidades, conjugándose con modelos de organización más democráticos y horizontales en el trabajo cotidiano de cada asociación.
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Notas
[1] Valdivia, Blanca (2016). La ciudad cuidadora. El País. Consultado en: https://elpais.com/elpais/2016/03/18/seres_urbanos/1458284400_145828.html
[2] Ezquerra, Sandra y Mansilla, Elba. (2018). Economía de les cures i política municipal: cap. a una democratización de la cura a la cita de Barcelona. Barcelona: Adjuntamente de Barcelona.
[3] Moreno, Sara (2018). La acción comunitaria y los cuidados a domicilio. En Cuidado, comunidad y común. Cristina Vega Solís, Raquel Martínez Buján, Myriam Paredes Chauca (eds.). Madrid: Traficantes de Sueños.
[4] Éste se produce cuando las reivindicaciones asociativas cada vez están más centradas en la demanda de una mayor seguridad ciudadana.
Nota sobre el autor
Lluís Benlloch i Calvo (1983) es sociólogo y miembro de la cooperativa La Dula, dedicada a la acción comunitaria y la investigación social. Se ha especializado precisamente en cuestiones como el enfoque de la acción comunitaria, el desarrollo de los comunes urbanos o la memoria oral.
Nota sobre la autora
Mireia López Nicolas (1984) es miembro de la cooperativa La Dula Coop. Licenciada en Sociología, ha desarrollado investigaciones centradas en metodologías cualitativas y participativas en varios ámbitos, especializándose en la acción comunitaria, la evaluación participada y los comunes urbanos.
Para citar este artículo:
Lluís Benlloch, Mireia López. La participación comunitaria para una ciudad cuidadora. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.4 núm. 17 Ciudades para los cuidados. A Coruña: Crítica Urbana, marzo 2021.