Por Vinicius Martins de Camargo; Paulo Cesar Xavier Pereira |
Coordinadores de este número |
CRÍTICA URBANA N. 35 |
El desarrollo capitalista produjo la industria a gran escala, que a su vez desarrolló y mejoró los métodos para extraer plusvalía, fuente de riqueza de la clase dominante. Basada en el uso de maquinaria y en la división social del trabajo, la industria moderna se caracteriza por socializar la producción con la cooperación entre los trabajadores, a través de la cual el potencial productivo humano se eleva a índices de productividad nunca antes imaginados. Pero mientras la producción se socializa, las ganancias se privatizan.
La ciudad moderna y contemporánea, condición y producto de esta industrialización, está directamente relacionada con la socialización de la producción y el consumo del espacio urbano, por un lado, y su privatización, por otro. Esta ciudad es una condición para la producción, el mercado y la reproducción de la fuerza de trabajo que opera las máquinas. La experiencia de las ocupaciones de fábricas y de la democracia obrera es totalmente relevante para el debate sobre la cuestión urbana.
Dentro de los Estados capitalistas, la propiedad pública o estatal está siempre presente, en mayor o menor medida, y se supone, por sentido común, que pertenece a todos. Pero también ella está bajo constante disputa. Para que la sociedad capitalista funcione, la masa de los medios de producción pertenece a propietarios privados, que compiten entre sí para maximizar las ganancias de la venta de sus productos. El capital socializa ciertos aspectos de la economía sólo en la medida necesaria para garantizar la ganancia privada, medida que cambia según la situación, pero que nunca supera el mínimo. Cualquier servicio público, cualquier derecho o cualquier ampliación del papel del Estado más allá de lo exigido por el capital es producto de la lucha de clases en defensa del trabajo. Vivimos en un sistema donde la producción no se realiza teniendo en mente a los trabajadores o las necesidades de los consumidores, sino teniendo en mente la generación de ganancias para los inversores.

Concentración de manifestantes en la entrada de la fábrica Flaskô. Créditos: Setor de movilización de la Flaskô, archivo del Centro de Memória Obrera y Popular-CEMOP.
Quien observa el espacio de una fábrica rentable ve máxima planificación, ahorro de recursos y optimización de los procesos de trabajo; cualquiera que observe el mercado en su conjunto ve competencia y anarquía. Cualquiera que haya observado el flujo de las antiguas cadenas de producción tayloristas o cualquiera que observe las limpias y robotizadas líneas de producción actuales verá organización y ritmo controlado; cualquiera que observe el tráfico en nuestras grandes ciudades ve caos. La tecnología reina dentro de las fábricas de automóviles, pero en las grandes ciudades de América Latina los atascos y la contaminación deterioran la vida urbana.
La socialización de la producción y del consumo encuentra obstáculos en la propia competencia capitalista, que lleva a las fábricas a la quiebra y degrada las condiciones urbanas. La insana lucha de los capitalistas por obtener ganancias ha llevado a la sobreproducción de mercancías –incluida la sobreproducción de la “ciudad”– y crea una contradicción aparentemente insoluble, en la que hay mucha producción pero pocos consumidores para comprar. Por lo tanto, la organización de la industria con fines privatizadores contradice las soluciones cada vez más socializadas de la vida en sociedad. Esta contradicción alcanza un nivel dramático en los centros de las grandes ciudades, con un enorme ejército de desempleados, acumulados en calles que se han convertido en grandes depósitos de seres humanos descartados por el capital.
El deterioro y la sobreacumulación en el espacio urbano también amenazan a la propia industria y a toda la economía capitalista. La dependencia entre diferentes ramas de una misma cadena de producción, la especialización regional, la división internacional del trabajo y la mundialización de la economía conducen a una dependencia de la infraestructura urbana. El caos urbano es perjudicial para la productividad industrial y beneficia las actividades inmobiliarias, que son perjudiciales para la urbanización y las condiciones de vida.
Si el capitalismo, dependiente de la socialización del trabajo, en un momento determinado de la historia comenzó a utilizar la forma democrática de gobierno, hay que tener en cuenta que la democracia burguesa no es más que la máscara del “interés público” en la que se esconden los intereses de la clase dominante, cuyos miembros luchan por ganancias y se unen sólo para controlar a la clase trabajadora. Se plantea la necesidad de una democracia plena, a la que la experiencia de democracia obrera vivida en las ocupaciones[1] de fábricas constituye un valioso aporte.
En la democracia obrera, las relaciones socialistas tenderían a desarrollarse en la producción industrial y el consumo urbano, pero los intereses antidemocráticos tratan de impedir este desarrollo, incluso cuando las propuestas de carácter privado fracasan y las crisis podrían resolverse en interés de los más vulnerables de la sociedad, por el control de la clase obrera, ocupando y dirigiendo la recuperación de fábricas, espacios de producción y, también, en las ciudades, espacios de consumo colectivo.
Esta socialización es una necesidad y un riesgo para el capital y su medida es motivo de constante disputa. Es sabido que no todas las formas conducen al camino deseado y el capital, con alrededor de doscientos años de experiencia acumulada en la lucha contra la clase obrera moderna, combate violentamente para desviar al movimiento obrero y popular de su objetivo. Por tanto, resulta pertinente la reflexión crítica sobre las experiencias y temáticas presentadas en los artículos de este dossier.
América Latina y la lucha por el empleo
América Latina vivió un período de alto desempleo y ataques a los derechos laborales a finales del siglo XX y principios del XXI, reviviendo una vieja tradición del movimiento obrero: las ocupaciones de fábricas. Las grandes crisis económicas y políticas, la relocalización de multinacionales, la sustitución de categorías profesionales enteras por nuevas máquinas cada vez más autónomas o el cierre de sectores enteros por haberse vuelto obsoletos provocaron la eliminación de puestos de trabajo en varios países y el abandono de vastas áreas urbanas. Los gobiernos locales y nacionales luchan entre sí ofreciendo incentivos fiscales y otras ventajas para evitar perder las ganancias colaterales de la industria que permanece en su territorio. Los sindicatos, generalmente adaptados al orden, distante de la base, cooptados por el Estado y/o por las asociaciones de empleadores, casi siempre se limitan a negociar las compensaciones y los derechos de los trabajadores. Sin embargo, en determinados contextos históricos, la clase obrera también lucha contra el cierre de fábricas. Pero cuando el empresario ya decidió abandonar la fábrica o cerrarla para abrirla en otro lugar, entonces la huelga ya tiene ningún efecto. Se necesita otra forma de lucha.
Los artículos aquí reunidos brindan una idea del significado y alcance de este movimiento en América Latina, hacia la última década del siglo XX y hasta la actualidad, particularmente en Brasil, Argentina y Venezuela, así como algunas de las tendencias presentes en el movimiento obrero, y también diferentes enfoques teóricos que tratan del tema.
Sobre los artículos del dossier
Los artículos de Vinícius Camargo, Francisco Aviz Neto, Janaína do Nascimento y Alexandre Mandl relatan los casos brasileños del MFO -Movimiento de las Fábricas Ocupadas- el más radical de los movimientos brasileños, cuya consigna de nacionalización bajo control obrero lo hizo abiertamente crítico de la línea oficial del entonces y actual gobierno brasileño, la línea de la Economía Solidaria y del cooperativismo, pero también distinta de la línea de la autogestión. Desde el punto de vista del MFO, el debate sobre la gestión contrasta dos tendencias, con orígenes distintos. El movimiento asocia la noción de autogestión, proveniente de una concepción anarquista o sindicalista, a una reducción de los objetivos históricos, con la fábrica al servicio de sus ocupantes y no necesariamente al servicio de un objetivo de planificación de toda la economía, por la clase trabajadora en su conjunto. Sin negar la existencia de innumerables experiencias que, identificándose con la autogestión e incluso utilizando la forma jurídica de la cooperativa, se colocan en confrontación con la burguesía y el capitalismo, tal polémica sirve para profundizar el debate en el interior del movimiento, señalando los riesgos de su asimilación por las trampas del propio sistema.
Vinícius Camargo, en el artículo A ocupação de fábricas e a questão urbana, presenta el caso de la fábrica ocupada Flaskô y Vila Operária e Popular (Villa Obrera y Popular), en cuya experiencia el control obrero cruzó los límites de la planta, que implicó amplias cuestiones urbanas, ocupando un terreno contiguo a la fábrica y construyendo una villa, que unos 18 años después se tradujo en 564 unidades de vivienda regularizadas. Francisco Aviz Neto, con el artículo O controle fabril de operários e comunistas no centro urbano de Joinville-SC, señala el papel de los dirigentes políticos comunistas, que presentaron a los trabajadores de la Cipla -y luego a los trabajadores de las demás fábricas del movimiento- un camino de combate político radical. Entre los logros destacados, cabe destacar la reducción de la jornada laboral -a 30 horas semanales- sin reducción salarial, lo que debe despertar especial interés en el momento actual, cuando está en discusión en el parlamento brasileño una propuesta de prohibir la jornada laboral de 6×1 (seis días de trabajo, con apenas un día de descanso), todavía vigente en Brasil.
El texto de Janaína Quiterio do Nascimento, O internacionalismo no Movimento de Ocupação de Fábricas, destaca las ocupaciones de Cipla e Interfibra en Joinville-SC y las movilizaciones que desde 2003, durante el gobierno de Lula, traspasaron los límites locales, involucrando caravanas para Brasilia y congresos nacionales e internacionales. El texto demuestra el potencial de la táctica de la ocupación y el control obrero, así como el poder de la solidaridad entre ocupaciones, su coordinación a nivel nacional e internacional, provocando miedo y una reacción violenta del capital y los gobiernos para poner fin al experimento. Alexandre Mandl, siguiendo el camino de un análisis cualitativo de la experiencia brasileña, en su artículo O uso tático do Direito a partir da luta do MFO discute el uso táctico del Derecho como punto de apoyo a las demás tácticas del movimiento obrero, teniendo como objetivo estratégico superar el orden social vigente, utilizando el “derecho como barricada” y el “derecho insurgente” para tensar las contradicciones.
Flávio Chedid Henriques y Vanessa Moreira Sígolo, en el artículo Empresas Recuperadas por Trabalhadores e Trabalhadoras no Brasil, presentan un breve panorama de un movimiento más amplio, el de las Empresas Recuperadas por los Trabajadores (ERTs). Explica su impulso en la década de 1990 con el aumento de las quiebras y el surgimiento de organizaciones como ANTEAG, UNISOL Brasil, Movimento de Fábricas Ocupadas y Fórum Brasileiro de Economia Solidária y presenta algunos frutos del trabajo del Grupo de Investigación y Extensión en Empresas Recuperadas por Trabajadores/as (GPERT).
En el artículo Comunas y empresas recuperadas en Venezuela, Darío Azzelini habla de esta lucha en Venezuela, con especial atención a las experiencias en las que la gestión obrera se relaciona con las comunas, además de los consejos comunales y las ciudades comunales. En este país, además de las consignas políticas de autogestión y control obrero y de nacionalización, surgió la experiencia de la cogestión, entre otras medidas tomadas por el gobierno de Hugo Chávez.
Finalmente, Andrés Ruggeri, en el artículo Una experiencia argentina de autogestión obrera, nos habla de las empresas recuperadas por los trabajadores (ERT), especialmente durante la crisis de 2001, que dieron voz a una tradición de ocupaciones de fábricas construida por el movimiento obrero argentino durante décadas. En Argentina, el movimiento de ocupación de fábricas y empresas alcanzó su mayor extensión, llegando en algunos casos a la expropiación de empresas, y también generó casos de especial vinculación con otros movimientos y la comunidad en el medio urbano.
Conclusión
La demostración de que los trabajadores pueden producir en una fábrica sin patrones nos hace pensar que la clase obrera puede no ser sólo una ejecutora de órdenes. Así, el relato de estas experiencias demuestra la viabilidad de una forma independiente de organización de los trabajadores y expone el carácter parasitario de los propietarios de las empresas.
Cuando los obreros se liberan del patrón en la fábrica, surge inmediatamente la cuestión en el terreno de la distribución de los productos del trabajo, y se cuestiona el control de la clase dominante no sólo dentro de las plantas, sino más allá de ellas, en las ciudades y también en el campo. Cuando una fábrica bajo la dirección de trabajadores entra en contacto con otra, cuando se coordinan y articulan, surge la necesidad de un referente socialista para pensar la organización y el uso del espacio: la fábrica y la ciudad, desde el nivel local hasta el internacional, están conectados umbilicalmente por esta referencia.
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Nota
[1] Esas ocupaciones no son atracos a empresas cualesquiera, sino movimientos organizados contra el cierre -sea por los fraudes o por las crisis, de las cuales los obreros no son los responsables- y por la recuperación de la producción, en defensa del empleo.
Nota sobre los autores
Vinícius Martins de Camargo es arquitecto y urbanista, formado en la UNESP, y mestrando en la FAU-USP. Fue el autor del proyecto urbanístico de la Vila Operária e Popular, miembro de la coordinadora del Movimento en su período inicial, además de trabajador de la Flaskô, entre 2005 y 2006. Es autor del libro Vila Operária e Popular – um terreno e uma fábrica ocupados: 10 anos de luta.
Paulo Cesar Xavier Pereira. Sociólogo, máster en Ciencias Sociales y doctor en Ciencia Política por la FFLCH de la USP. Profesor de la FAU USP, dedicado a la docencia y la investigación sobre el desarrollo técnico de la construcción como campo particular de valorización del capital, que combina ganancias de la acumulación industrial con las ventajas de la urbanización.
Para citar este artículo:
Vinicius Martins de Camargo; Paulo Cesar Xavier Pereira. Ocupaciones de fábricas. La lucha por el empleo y la democracia obrera. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol. 8, núm. 35, Producción fabril para la producción de la vida. A Coruña: Crítica Urbana, marzo 2025.