Por Natalia Dopazo|
CRÍTICA URBANA N.23 |
Me cuidan mis amigas, no la policía es una de las consignas feministas del último tiempo que puede leerse en banderas, pintadas callejeras y un clásico que corean miles de pibas en cada marcha. Los cuidados, como una forma de vincularnos más allá de lazos sanguíneos y familiares, son la resistencia feminista a las violencias a las que somos sometidas cientos de miles de mujeres e identidades disidentes, feminizadas, otras, oprimidas. Violencias que suceden en todas las direcciones y escalas, visibles o no tanto, materiales y simbólicas, extremas o como cuentagotas. Violencias que se basan en una forma de organizarnos que otorga derechos y oportunidades en base a la condición de género de cada persona.
El urbanismo feminista nos ha permitido espacializar y materializar al patriarcado, poniendo el foco en cómo las ciudades son condición para y resultado de este sistema de desigualdades. Hay una correspondencia entre la configuración territorial, distribución de inversiones y usos y toma de decisiones que refuerza una organización social orientada a la reproducción del capitalismo, a la especulación, explotación y extractivismo. El urbanismo feminista, como corriente plural, diversa y en constante crecimiento, plantea poner la reproducción de la vida en el centro como la prioridad primera de las políticas urbanas. En este marco y acentuado por la pandemia, la noción de las tareas de cuidado ha logrado escalar en la prioridad de la agenda de los feminismos. Y es porque estas tareas se basan en un derecho anterior: poder autocuidarse, ser cuidado y cuidar a otros. La invisibilización de estas tareas tanto en el plano simbólico, como económico y material sobrecargan a la mayoría de las mujeres, y en especial las de sectores populares, en términos de disponibilidad de tiempo y autonomía económica, física y política. Al plantear que eso que llamas amor es trabajo no pago no sólo estamos haciendo referencia a todo el valor que generan millones de mujeres a diario, sino a todas las otras actividades que podrían haber hecho y han resignado, la potencia y el deseo postergados.
Desde diciembre de 2019 se ha vivido en la Argentina un proceso democrático de gobierno alineado con muchas de las demandas que los feminismos locales vienen exigiendo: el aborto legal, seguro y gratuito, políticas de ampliación de derechos y reparación hacia poblaciones travesti-trans, reconocimiento de identidades no binarias y una política integral de cuidados. A partir de la creación del Ministerio Nacional de Mujeres, Géneros y Diversidad se jerarquizó y federalizó una estrategia de transversalización de la perspectiva de género para todo el Estado en sus diversos niveles que se encuentra plasmado en el Plan Nacional de Igualdad en la Diversidad 2021-2023 presentado por la ministra Elisabeth Gómez Alcorta. En este sentido, uno de los resultados más interesantes es el Programa de Infraestructura de Cuidados que ha lanzado el Ministerio de Obras Públicas de la Nación en ese mismo año.
El mismo Ministerio estableció el Fondo de Infraestructura de Cuidados invirtiendo el 8,5% del presupuesto anual de 2021 y se encuentra dirigido a obras de fortalecimiento de la Red de Infraestructura Sanitaria, Centros Territoriales Integrales de Políticas de Género y Diversidad, Centros de Desarrollo Infantil, Espacios para las Juventudes y Espacios de Cuidados para Personas Mayores. Identificar a la Infraestructura de Cuidados como una red de servicios y equipamientos que dialogue con la vial, de agua y saneamiento, energética o azul y verde la transforma en política de Estado, dando por sentado que es una red igualmente necesaria que la tradicional inversión productiva.
En particular, esta concepción de Infraestructura de Cuidados incorpora a la vida libre de violencias como un horizonte a naturalizar para todos y todas. Este tipo de edificios parte de dos prototipos de 350 m2 o 650 m2 con sus variantes adaptadas a las realidades climáticas de la Argentina. Realizado en base al principio de permeabilidad, iluminación natural y nobleza de sus materiales, el equipo de diseño construyó en conjunto con los gobiernos locales la adaptación a cada terreno y situación particular. El programa permite usos colectivos, de asistencia pública y cuidados para personas que deban acceder a hospedaje transitorio. Para el desarrollo de los prototipos se tuvo especial atención a los niveles de intimidades que requieren las personas para convivir con dinámicas diversas, ya sea porque hayan sufrido situaciones de violencia, por encontrarse realizando tratamientos de salud, poseer movilidad reducida, incorporar la presencia de niños y niñas además de la dinámica pública de realización de denuncias o espacios de formación colectiva. En este sentido, la validación con actores sociales relevantes y gestoras de las acciones locales fueron la parte fundamental de un proceso virtuoso que espera en 2023 contar con al menos un edificio en cada una de las 24 provincias del país.
Los Centros de Desarrollo Infantil son otra acción de escala llevada adelante por el Ministerio de Obras Públicas de la Nación en conjunto con el Ministerio de Desarrollo Social, que tiene el ambicioso objetivo de construir 1200 equipamientos en todo el país. Al momento de la escritura de esta nota, la cartera cuenta con 600 proyectos aprobados y en construcción. Siguiendo la lógica de ser infraestructuras adaptadas para la emergencia sanitaria, valorando la ventilación e iluminación natural, el prototipado genera superficies de 300 m2 que garantizan el uso por 45 niños y niñas a lo largo de una jornada completa.
En ambos casos, la selección de suelo fue el disparador de una política urbana con una mirada de género, priorizando localizaciones que cuenten con buena infraestructura pública. Han sido numerosas las ocasiones donde las acciones de estas características en su propia gestión niegan el principio de derecho a la ciudad al mismo tiempo que podrían considerarse de mejoramiento del hábitat. La priorización de la accesibilidad por parte de la población y su inserción en la vida cotidiana es el puntapié para cualquier acción que quiera garantizar derechos y en este sentido, todas las líneas dan cuenta de esta mirada.
¿Cuál es la forma urbana de una ciudad feminista? Creo que es la pregunta que muchas personas nos hacemos a diario. Si bien la política de Infraestructura de Cuidado forma parte de los ensayos e intentos desde un Estado que actualmente lo atraviesan múltiples contradicciones y limitaciones, es un Estado compuesto por muchas personas marcadas con la convicción de transformar lo posible. En este sentido, es a partir de los equipos técnicos que se ha logrado incorporar una mirada con perspectiva de género en construcción, a la que le falta seguir profundizando en procedimientos e institucionalización pero que ya ha dado el primer paso en materia de obra pública.
Nota sobre la autora
Natalia Dopazo es antropóloga y docente sobre planificación y gestión urbana en FADU UBA hace más de 10 años. Se desempeña como experta en transversalización de la perspectiva de género en procedimientos de licitaciones públicas, procesos de gestión y diseños participativos. Actualmente se desempeña como asesora en la Subsecretaría de Planificación y Coordinación Territorial de la Obra Pública del Ministerio de Obras Publicas de la Nación.
Para citar este artículo:
Natalia Dopazo. Todo cuidado es político. Hacia dónde va la Infraestructura de Cuidados en Argentina. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.5 núm. 23 Urbanismo Feminista. A Coruña: Crítica Urbana, marzo 2022.