Por Alfredo Artigas y Paula Contreras |
CRÍTICA URBANA N.14
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“Un reciente estudio1 pronostica que el aumento de la población humana se detendrá en torno al año 2064, no llegándose a alcanzar los 10 000 millones de personas sobre el planeta. Acostumbradas como estamos a relacionar el paso del tiempo con el crecimiento, se nos hace raro pensar que llegará un punto en que la humanidad no se expandirá más (sean o no correctos los modelos en los que se basa ese trabajo, ese momento llegará tarde o temprano).”
Pero quizá, lo que debería inquietarnos es que, con nuestra especie abarrotando y transformando para sus intereses unos ecosistemas ya al límite, nos queden aún unos 50 años de importante incremento demográfico.
Y no hay mejor ejemplo de “humanización” del ecosistema que el desarrollo de las ciudades. Lugares donde prácticamente todo está hecho por y para las personas (para algunas más que para otras, pero ese no es el tema ahora). Como resulta lógico, el aumento de la población humana ha estado muy ligado a la urbanización del territorio. En 2018, el 55% de las personas habitaban en ciudades, y se prevé que en las próximas décadas esta proporción llegue al 70%2. Si bien el suelo urbano permite concentrar a la población, también resulta en alto grado incompatible con las actividades del sector primario y más aún con los espacios “naturales”, con lo que las ciudades generan a su alrededor una infinidad de desequilibrios y jerarquías (por los recursos que consumen, los residuos que generan, las dinámicas culturales que reproducen…). Por tanto, esta combinación de incremento urbanístico y demográfico augura un futuro difícil en términos de sostenibilidad.
En la historia reciente del estado español, estas dos tendencias han estado muy presentes, pero su realidad actual muestra una serie de diferencias (en algunos casos compartidas por muchos de los países que solemos llamar “desarrollados”, en otros no tanto) en las que vale la pena detenerse.
La detención del aumento de la población ya es una realidad en este país. Durante la última década, la tasa de crecimiento ha sido menor del 1% anual, llegando incluso a ser negativa algunos años3. El descenso de la tasa de fecundidad (a 1,31 hijos por mujer4) y el retraso en la primera maternidad (31 años de media)5 son las principales causas en este sentido. Ambos fenómenos se van agudizando y, al unirse con una elevada esperanza de vida, tienen como consecuencia un fuerte envejecimiento poblacional y un próximo estancamiento demográfico.
Sin embargo, el porcentaje de habitantes en el medio urbano español no deja de aumentar, y llegó a ser del 80.6% en el año 20196. Si la población total no crece, solo hay una forma de que sí lo haga la proporción de urbanitas: reduciendo la cantidad de gente que reside en entornos rurales.
Este fenómeno cuenta con un nombre propio que se ha ido ganando su lugar en los medios de comunicación. El concepto “La España Vacía”, o más bien, “La España Vaciada”, evoca la responsabilidad de las esferas de poder (públicas y privadas) frente a la despoblación y el (mal)tratamiento al medio rural. Los pueblos españoles están perdiendo habitantes desde hace ya décadas en favor de las ciudades. La mayoría de estos municipios tienen una tasa de crecimiento menor del -25% anual7.
Y es que nuestro modelo territorial fuerza a las personas a salir del medio rural para acabar en las ciudades, en gran parte porque las mismas siguen basándose en unos paradigmas expansionistas de desarrollo. Para comprobarlo podemos observar la cantidad desorbitada de vivienda que se construía en España durante los primeros 7 años del nuevo milenio (alrededor de 700 000 al año). La población aumentaba al mismo ritmo, con lo que se edificaba una vivienda para cada nuevo habitante.
Pese a que la crisis económica de 2008 tuvo un impacto enorme en ambas tendencias, llama la atención que en estos últimos años la proporción de vivienda edificada por habitante se ha mantenido o incluso superado. El sector inmobiliario vuelve a abanderarse como uno de los motores de la economía del país y, olvidando completamente recientes estallidos de burbujas, está construyendo unas 100 000 viviendas cada año, por supuesto con proyección ascendente8.
Claramente esta edificación se concentra en las ciudades, que poco a poco ven rebrotar las grúas en el paisaje urbano. València nos puede servir de ejemplo. Con una población que lleva completamente estancada varios años (no solo a nivel municipal sino también metropolitano y provincial), la ciudad tiene en marcha múltiples proyectos urbanísticos, que supondrán unas 24 000 viviendas nuevas9 que podrían albergar a unas 60 000 personas que no sabemos muy bien de dónde se espera que lleguen.
Y mientras estas urbes pugnan por seguir expandiéndose, los desequilibrios campo-ciudad se agravan. La ya comentada despoblación de las áreas rurales es el problema derivado más obvio y llamativo, pero no es ni mucho menos el único. Otras consecuencias negativas son la infradotación en cuanto a servicios básicos de salud, educación e infraestructuras; la pérdida de soberanía alimentaria; el poco rendimiento económico de la actividad rural; el mayor impacto en estas zonas de algunas externalidades negativas del modelo productivo; la invisibilización y menosprecio a las culturas rurales; la desconexión e incomprensión del mundo urbano hacia todo lo que no lo es… por mencionar algunas.
Hasta la fecha, las medidas políticas para tratar de frenar esta dinámica han sido más cosméticas que útiles. Principalmente porque no nos atrevemos a cuestionar el crecimiento urbano y la depredación del territorio que conlleva. Crecimiento y depredación que, de alguna forma, han representado el paradigma hegemónico de desarrollo humano durante los últimos siglos.
Quizá se podría diseñar un paquete de medidas serio para “llenar” la España vaciada. Dignificando el sector primario; mejorando el acceso a servicios esenciales; rehabilitando viviendas y movilizando las que permanecen abandonadas; diseñando una política migratoria más abierta e inclusiva (obligatoriamente acompañada de actuaciones para garantizar las buenas condiciones laborales de las personas extranjeras que vienen a trabajar a nuestros campos)…
Quizá se podría hacer política pública valiente para atenuar los desequilibrios territoriales. Replanteando modelos de financiación e inversión; dando más voz a agentes institucionales, asociativos y económicos del medio rural a la hora de tomar decisiones estratégicas; estabilizando el desarrollo urbano; penalizando la edificación innecesaria y especulativa; generando redes equilibradas entre localidades pequeñas y medianas; defendiendo de manera activa el patrimonio natural y cultural…
Pero todo esto resultará fragmentado y poco útil si no cambiamos radicalmente nuestra forma de entender el desarrollo, de forma local y global. Hemos de asumir que tenemos que dejar de crecer, prácticamente en todos los sentidos. Y más nos vale prepararnos para ese escenario antes de que sean las circunstancias que nosotras mismas hemos provocado (agotamiento de recursos, cambio climático, saturación poblacional, etc.) las que nos aboquen a un colapso que sabemos cerca, pero ante el cual seguimos sin reaccionar.
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Notas
1 https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736%2820%2930677-2/fulltext
2 https://www.un.org/development/desa/es/news/population/2018-world-urbanization-prospects.html
3 https://www.datosmundial.com/europa/espana/crecimiento-poblacional.php
4 https://www.ine.es/prodyser/espa_cifras/2019/12/#zoom=z
5 https://www.ine.es/jaxiT3/Tabla.htm?t=1579&L=0
6 https://databank.bancomundial.org/reports.aspx?source=2&series=SP.URB.TOTL.IN.ZS&country=ESP
7 https://geogeeks.maps.arcgis.com/apps/opsdashboard/index.html#/fc0bdaa7eede475ca065ca83d19f2633
8 https://apps.fomento.gob.es/CVP/handlers/pdfhandler.ashx?idpub=BAW069
9 https://elrogle.es/es/informe-critico-sobre-el-pai-del-parc-central/
Nota sobre el autor
Alfredo Artigas Chaves. Sociólogo y socio de El Rogle, Mediació Recerca i Advocacia, una cooperativa valenciana dedicada a la defensa del derecho a la vivienda. Participa activamente en el tejido asociativo de la ciudad de València, sobre todo en su vertiente asamblearia y auto-organizada. El Rogle forma parte del equipo de asesores de Crítica Urbana. https://elrogle.es.
Nota sobre la autora
Paula Contreras Gil. Socióloga, en prácticas en la cooperativa El Rogle. Activista social y medioambiental en proyectos nacionales e internacionales.
Para citar este artículo: Alfredo Artigas y Paula Contreras. El colapso del crecimiento perpetuo en España. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol.3 núm. 14 Metrópolis, ¿única alternativa?. A Coruña: Crítica Urbana, septiembre 2020. |