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Espacialidades comunitarias que reafirman la vida

22 junio, 2025

Por Tatiana Gutiérrez Alarcón |
CRÍTICA URBANA N. 36 |

En la década de los ochenta del siglo XX, Ciudad Hunza, un barrio situado en el cerro sur al noroccidente de Bogotá D.C., (Colombia), se convierte en uno de los doce barrios populares de esta ciudad latinoamericana construidos bajo el modelo de Empresas Comunitarias Integrales, que son el producto del trabajo adelantado por el Movimiento Cívico Popular y que encabeza el exsacerdote jesuita y teólogo de la liberación, Saturnino Sepúlveda Niño.

Este modelo consistió en la autogestión colectiva y colaborativa para la construcción no solo de viviendas, sino también para dotar de servicios comunitarios a estos barrios (biblioteca, casa de la cultura, jardín infantil, salón comunitario, vías, etc.). Una vez entregados los lotes que pertenecían a las familias en calidad de socias de la empresa comunitaria, colectivamente levantaban su vivienda y la del vecino, así como las zonas comunales. De manera que este enfoque se centraba en la participación de la comunidad como parte constitutiva de la dinámica barrial.

Tarde de cometas. 2024. Fuente: Archivo líder Jorge Riaño.

Estas formas de urbanización se constituyen en un modelo de solución de vivienda y cambio social en la ciudad de Bogotá, en medio de un creciente poblamiento y la pauperización de las condiciones de vida de los obreros, migrantes, pequeños artesanos, comerciantes y en general de la clase trabajadora, a finales de la década de los setenta. El Movimiento Cívico Popular define así este modelo de autoconstrucción que se concreta a través de la Empresa Comunitaria Integral: es Empresa, porque apunta a transformar el mundo en beneficios para los socios, generar autosuficiencia, evitar la mendicidad y permitir que los destechados solucionen sus problemas económicos, políticos y culturales; es Comunitaria, porque los socios son igualmente responsables y gestores de su destino, en contraposición a las lógicas egoístas e individualistas que se reproducen en ese momento; y es Integral, porque el modelo no se concibe como un fin sino un medio para lograr resolver el problema de vivienda con servicios de salud, educación, comercio, cultura, recreación y además, crear empresas productivas dentro de la Empresa Madre, por ejemplo, confecciones, metalmecánica, entre otras, que oferten bienes y servicios desde y para el mismo barrio, a partir de las cuales la clase trabajadora logre su propia autogestión, poder popular, se eduque, organice y actúe de forma colectiva.

Dentro del modelo de las Empresas Comunitarias Integrales, quienes querían ser socios debían cumplir con dos requisitos previos: no tener techo y culminar una formación en liderazgo popular; así, en este cerro del noroccidente de Bogotá aunque después de casi cuarenta años, se evidencia el crecimiento fragmentado y acelerado de la ciudad de Bogotá -lo que tensiona indudablemente la configuración socioespacial y dinámica comunitaria urbana-, encontramos una particular territorialización de la acción colectiva desde la génesis misma de barrios como Ciudad Hunza, expresada, en el trabajo colectivo popular que fue germinando en luchas por lo común y que se han reconfigurado a través del tiempo, en una especie de espacialidad comunitaria[1] que revindica formas de derecho a la ciudad.

Las condiciones de informalidad y autogestión del trabajo colectivo son una de las características de estos territorios en los que se fomenta una visión del espacio donde el territorio se organiza de manera comunitaria. Esta es la razón por la cual, en Ciudad Hunza, se propicia una dinámica comunitaria urbano-popular que permite responder a las necesidades de sus habitantes mediante acciones colectivas que convocan lo común y la relación con el territorio; esto se traduce en acciones organizadas que demarcan el terreno de lo comunitario y que entran en tensión con la lógica pública y privada del espacio. Lo común surge aquí de las necesidades y luchas compartidas.

Los vecinos se organizan para obtener servicios básicos, mejorar el acceso a transporte o gestionar espacios públicos que son insuficientes o inexistentes. Este sentido de lo común se convierte en una práctica habitual: el espacio común es a la vez una necesidad y una estrategia de supervivencia.

Construcción colectiva. Salón comunal, 1986. Fuente: Archivo Casa de la Cultura Ciudad Hunza.

Vida cotidiana y construcción del territorio

Este sentido de lo común por cómo se transforma su acción colectiva y comunitaria, nos permite conectar con la idea expuesta por Porto[2] de que los movimientos latinoamericanos urbanos populares son la expresión de territorialidades que se producen en la cotidianidad, a partir de relaciones y sujetos sociales que entran en contradicción o al menos en tensión, con los valores y las formas de ser, estar y de habitar de la sociedad hegemónica. Harvey (2008) insiste en esto mismo: los barrios populares son espacios de producción social donde se tejen redes de solidaridad y cooperación que desafían las estructuras de poder tradicionales.

La vida cotidiana en estos espacios está marcada por prácticas de convivencia, negociación y resistencia que configuran el espacio, no solo como un conjunto de viviendas o infraestructuras, sino como un lugar de encuentro, intercambio y construcción colectiva de formas de resistir, luchar y soñar.

Ciudad Hunza, en sus inicios y como germen, es, ante todo, un referente simbólico que teje una trama de relaciones comunitarias entre habitantes venidos de muchos lugares del país y con historias familiares diversas, construyendo un horizonte común desde el habitar. “En el barrio se da la construcción (…) de una cultura urbana popular: modos de resentir los problemas colectivos[3].

El territorio popular que Torres traduce como una espacialidad comunitaria urbana, es el resultado de la acción colectiva de quienes habitan los sectores populares urbanos como sujeto social, desde donde se configuran identidades colectivas, nuevas subjetividades y prácticas socioculturales que se construyen cotidianamente. El cerro sur de Suba se configura en un espacio donde se forja una territorialidad urbano popular y comunitaria, “donde se constituyen los sujetos sociales que diseñan el espacio geográfico apropiándoselo, habitándolo con sus significaciones y prácticas, con sus sentidos y sensibilidades, con sus gustos y goces cotidianos”[4].

Cultura en el cerro. 2023. Fuente: Archivo líder Jorge Riaño.

Vida cotidiana y política

De manera particular, el modelo de empresa comunitaria integral para la construcción de sus viviendas moviliza a los primeros habitantes que llegaban al territorio implicándolos en espacios de formación política popular, como nicho vital que da paso al sentido en la organización comunitaria. Comprendemos, además, que se trata de procesos colectivos que permiten a los habitantes redefinir su papel en la sociedad, asumir una agencia activa en la lucha por sus derechos y, fundamentalmente, cuestionar las relaciones de poder existentes. La formación política en los movimientos sociales latinoamericanos es el proceso a través del cual sus integrantes desarrollan una comprensión crítica de la realidad, de las estructuras de poder, y de su lugar en las mismas. El concepto de “concientización” de Paulo Freire, una figura clave en la concepción de la formación política latinoamericana, es esencial en este proceso. Según Freire, la concientización es el paso fundamental para que los oprimidos comprendan su situación y se conviertan en agentes de su propia liberación a través de la acción colectiva, las prácticas de vida comunitaria, y los valores de solidaridad y reciprocidad.

De ahí que, superando la concepción economicista en la que la tierra se considera solo un medio de producción, como dice Zibechi[5], el territorio urbano es el espacio en el que se construye colectivamente una nueva forma de organización social donde los nuevos sujetos se instituyen en su vivencia cotidiana.

Es así como podemos pensar que los movimientos urbanos territorializan sus acciones colectivas, pero lo hacen sobre la base de los vínculos y las relaciones que portan. En Ciudad Hunza logramos evidenciar cómo acuden al referente comunitario para sustentar la defensa de vínculos colectivos y modos de habitar en defensa de la vida, también como un horizonte ético y político de su proyecto alternativo, en el que se reconocen tensiones y conflictividades como parte de su modo de “ser”, “hacer” y “existir” que se está renovando para reengendrar la vida permanentemente y con una formación política que proyecta el sentido de la acción más allá del activismo.

 

Vida cotidiana y cuidados

Las formas de organización de este tipo de acciones colectivas territorializadas en la vida cotidiana tienden a reproducir la vida en los marcos de su cuidado, de forma familiar y comunitaria. La reivindicación del cuidado se entiende no solo como una actividad doméstica o marginal, sino como una práctica política central que asegura la sostenibilidad de la vida, las relaciones comunitarias y la conexión vida-tierra. Al poner el cuidado en el centro se proponen formas de acción colectiva que siguen patrones de relaciones que se contraponen a los valores del sistema capitalista, sin que esa sea su pretensión.

El cerro experimenta hace más de 10 años, pero se han venido intensificando en este último tiempo, unas formas de construcción de vivienda de propiedad horizontal masiva (altos edificios y conjuntos habitacionales) que segregan, porque suponen modos de habitar que no son comunitarios ni mucho menos populares, pero, además, sitúan unas fronteras invisibles que dividen la continuidad del cerro e implican un desafío para reconectar, el mundo de la vida humano y natural. Pero también porque afianza formas de organización de la vida urbana encerrada, que evidencian cada vez más modos de habitar individualizados, hiperpreocupados por la seguridad en la calle, que limitan la vida colectiva, por lo que a nivel intersubjetivo cada vez tenemos menos herramientas para lidiar con el “otro”, con la diferencia y construir en colectivo.

Por lo que, la vida en el cerro se habita, se construye y deconstruye, vincula, reta e incorpora tanto los datos biológicos como los sociales, culturales y emocionales. Ciudad Hunza respira esa vida, al ser un cerro, una montaña, evoca en sus habitantes formas de comprensión, de habitar, de sentir lo común de forma renovada, pese a las transformaciones socioespaciales.

Por eso, la historia comunitaria del tejido para gestionar la vida colectivamente en el cerro de Ciudad Hunza no está exenta de tensiones y se desarrolla en medio de la necesidad de renovar —junto con las transformaciones socioespaciales— los sentidos comunes desde los cuales, en otro tiempo, se gestionaron las necesidades básicas: la casa, la vía, el agua, la cultura, el jardín, la huerta. Una vez alcanzadas estas condiciones, hoy es posible re-situar lo común en los márgenes del cuidado, la vida comunitaria, la defensa del territorio y la construcción colectiva.

_______________

Notas

[1] Torres, A. Territorios populares urbanos como espacios comunitarios. En La Ciudad habitable: espacio público y sociedad. Universidad Piloto, 2014.

[2]. Porto G., C. Geo-grafías. Movimientos sociales, nuevas territorialidades y sustentabilidad. Siglo XXI, 2001.

[3. Torres, 2014, p.119.      

[4]. Leff, 1998, p. 241. Leff, E. Saber ambiental: sustentabilidad, racionalidad, complejidad, poder. Siglo XXI, 1998.

[5]. Zibechi, R. Autonomías y emancipaciones. América Latina en movimiento. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2007.


Nota sobre la autora

Tatiana Gutiérrez Alarcón. Trabajadora social, Magíster en Comunicación, Educación en la Cultura y especialista en Comunicación Educativa. Profesora, investigadora y líder del grupo de investigación del Centro de Educación para el Desarrollo de la Rectoría Bogotá de UNIMINUTO, Colombia. Ha trabajado con organizaciones campesinas y comunitarias, los conflictos socioambientales a nivel rural/urbano y la configuración de territorialidades.

Para citar este artículo:
Tatiana Gutiérrez Alarcón. Espacialidades comunitarias que reafirman la vida. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales Vol. 8, núm. 36, Territorios activos. A Coruña: Crítica Urbana, junio 2025.

Critica Urbana n. 36
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