Por Gabriel Gómez Carmona |
CRÍTICA URBANA N. 24 |
Las ciudades contemporáneas se caracterizan por constituirse en conglomerados humanos complejos y desbordados, en los que sus macro procesos urbanos representan problemáticas ambientales, sociales, políticas y espaciales, que han llevado al borde del colapso en los últimos años a múltiples ciudades en diversas latitudes.
Esta situación ha generado a lo largo del tiempo el surgimiento de muy diversos movimientos, organizaciones y colectivos sociales que luchan por un cambio, por un nuevo orden y por mejores condiciones de vida para inmensos sectores sociales que históricamente se han visto excluidos de un modelo de desarrollo voraz e injusto.
Espacio urbano y movilización social
Desde este contexto, los procesos de participación y movilización social en el espacio urbano constituyen un vehículo activo de resistencia y reivindicación de los derechos ciudadanos, ante muy diversas situaciones que atentan contra las libertades sociales, el ejercicio pleno de los derechos humanos y en los últimos años de manera especial, del derecho a la ciudad.
El espacio público ha sido el marco para la expresión y visibilidad de sus demandas, reclamos de justicia y defensa de los derechos humanos; sin embargo, desde los grupos en el poder (político y económico) estos movimientos y sus expresiones son objeto de diversas acciones sistematizadas (uso de la fuerza pública y de los medios tradicionales de comunicación masiva) cuyo objetivo es su descalificación, estigmatización y disolución.
A pesar de ello, con el rápido desarrollo de las Tecnologías de la Comunicación y la Información (TIC), en los últimos años se da un proceso a nivel global que ha hecho posible una nueva forma de entender y visualizar las acciones de los movimientos sociales en el espacio urbano contemporáneo, pues las redes sociales se han convertido en medios de información que posibilitan difundir bajo un esquema totalmente diferente al tradicional de los medios masivos, los mensajes y las acciones generadas por los movimientos sociales en tiempo real, lo que les ha dado voz y una plataforma diferente de difusión, situación que ha sido bien aprovechada por todos los movimientos sociales, a pesar de que estos sean de nuevo cuño o de larga trayectoria.
Históricamente las manifestaciones sociales han usado el espacio urbano para visualizar sus movimientos por lo que este se convierte en el escenario propicio para un encuentro social de disputa, de reclamo, de lucha social y reivindicación de derechos sociales (ilustración 1), sin embargo, los propios colectivos se convierten en copartícipes de la producción social del espacio público, entendido como un espacio en pugna, por el hecho de ganarlo, apropiarlo y resignificarlo, y en cuyo proceso los manifestantes se constituyen en ciudadanos legitimados, orgullosos, defensores de sus derechos.
La función política del espacio urbano
Las manifestaciones en el espacio urbano pueden clasificarse desde diversas ópticas de acuerdo con sus características, algunas buscarán la reivindicación de alguna situación social determinada, otras la conmemoración de un hecho específico, pero todas implican una forma particular de ocupación política del espacio público en la que, a través de acciones simbólicas, los colectivos evocan alguna deuda histórica, algún agravio o sencillamente, se constituyen como un grito desesperado de justicia social.
Las manifestaciones forman parte de la memoria colectiva de la sociedad, pues, a través de ellas, se cuestiona no sólo el pasado, sino que se construye el presente desde la óptica de los grupos que históricamente han sido discriminados, violentados e invisibilizados, cuestionando a la vez los usos y los actores socialmente aceptados en el espacio público; de ahí que los movimientos sociales se vinculan con procesos de exclusión de grupos y minorías que, a través de ese diverso abanico de expresiones e intervenciones del espacio público contemporáneo, luchan por apropiarse de un lugar que históricamente les ha sido negado en la ciudad.
Tradicionalmente los centros históricos poseen ese simbolismo político, por lo que han jugado un papel fundamental en estos procesos al constituirse en el lugar por excelencia donde se desarrollan los trayectos, las acciones y las intervenciones de los movimientos que luchan por la reivindicación de los derechos sociales. Esto resulta significativo por la fuerte carga simbólica que poseen, pues son lugares donde históricamente han confluido los principales aspectos políticos, económicos, culturales y sociales que dan fundamento a la ciudad, por lo que nutren, a la vez, la identidad urbana de los ciudadanos a través de estos fenómenos de vivencia, socialización y apropiación del espacio público.
De esta forma el valor patrimonial de los centros históricos posibilita la visibilización y la legitimización de las luchas de los movimientos sociales ante la ciudadanía, por lo que este se configura como un espacio político fundamental para la vida cotidiana de la ciudad.
Es importante el hecho de que los movimientos sociales, independientemente de su origen o la lucha que enarbolen, todos tienen en el espacio urbano un elemento fundamental de sus protocolos de acción (ilustración 2), de la mano de su participación en todo un entramado de redes locales e internacionales, que es posible gracias al desarrollo de las redes sociales y el poder de las TIC.
Movimientos, lucha y transformación social
Desde esta perspectiva, es necesario poner sobre la mesa de discusión de que todos los movimientos que tienen como lugar de expresión el espacio urbano implican un llamado a la participación ciudadana en luchas de reivindicación de derechos sociales. Por ello no hay que olvidar que las instituciones o, simplemente, lo institucional casi siempre se encuentra en su campo de batalla, es decir, un cambio a lo social o lo políticamente establecido, lo que pone bajo la lupa el hecho de que los movimientos sociales puedan volcarse en un punto de su lucha u organización, al ámbito puramente político, y más por el hecho de que la mayoría de ellos buscan casi siempre un asidero legal, desde el cual poder anclar sus reclamos y lucha urbana, por lo que estos corren el riesgo de volverse participes de prácticas clientelares, si terminan sumándose a un proyecto político en particular.
Los grupos políticos en el poder saben que en algún punto necesitan de la existencia de los movimientos sociales; para el caso latinoamericano la historia misma da cuenta de la creación o financiamiento de diversos movimientos que se convierten en los grupos de apoyo, en las bases partidistas e, incluso, en los grupos de choque de estos grupos políticos, permitiéndoles alcanzar o conservar el poder a cambio de prebendas y favoritismos políticos, por lo que se puede afirmar que diversos movimientos sociales, actúan en una doble vía al convertirse en instrumentos para desmovilizar la acción social y legitimar decisiones en contra del bien común desde las propias instancias de poder, y servir, a la vez, como vehículos de transformación social y política para hacer posible el derecho a la ciudad o hacer visible la reivindicación de las luchas sociales (ilustración 3).
A lo largo del tiempo diversos movimientos sociales han funcionado desde esta doble lógica, situación que vuelve complejo el ámbito de reflexión en torno a los medios y fines que sustentan a diversos movimientos y más aún, por el hecho de que la inmensa mayoría ancla su lucha en un marco legal que posibilite políticamente encausar sus demandas y desde ahí, construir la transformación (política y social) institucional.
A manera de conclusión…
Es indudable el enorme valor de los movimientos sociales como medios de transformación social que hacen posible no sólo la visibilización, sino la legitimización de los ciudadanos y colectivos que históricamente han sido discriminados, violentados e invisibilizados, así como la importancia del espacio urbano como lugar de expresión, resignificación y movilización social.
Para estos movimientos, las TIC se han convertido en los últimos años en medios para darle mayor fuerza y eco a sus causas, a pesar de las distintas acciones que desde las instancias de poder (político y económico) buscan descalificarlos, estigmatizarlos y disolverlos. De ahí la importancia histórica de la movilización social en el espacio urbano como estrategia de acción política que le permite a los colectivos alcanzar sus objetivos y reivindicar las luchas sociales.
A pesar de todo ello, no se debe perder de vista que la dinámica misma de los movimientos puede llevarlos hacia el favoritismo y las prácticas clientelares, transformando su lucha en un juego político de estira y afloja, de pesos y contrapesos, de victorias y derrotas, de negociaciones y desacuerdos, en los que los grupos políticos en el poder siempre tendrán mayor fuerza para tirar a su favor las cuerdas de las que penden los propios movimientos.
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Referencias
Fernández-Droguett, R. (2017). La producción social del espacio público en manifestaciones conmemorativas, Santiago de Chile, 1990-2010, EURE, 43(130), pp. 97-114. Disponible en: https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0250-71612017000300097
Zamorano, C. (2019). Movimientos sociales urbanos en la Ciudad de México en el siglo xxi. ¿Activismo encauzado al derecho versus acción prefigurativa?, Desacatos, no. 61, pp. 22-39. Disponible en: https://desacatos.ciesas.edu.mx/index.php/Desacatos/article/view/2130
Nota sobre el autor
Gabriel Gómez Carmona. Doctor en Urbanismo. Profesor investigador adscrito a la Facultad Mexicana de Arquitectura, Diseño y Comunicación, de la Universidad La Salle, México. gabriel.gomez@lasalle.mx.
Para citar este artículo:
Gabriel Gómez Carmona. Movimientos sociales en el espacio urbano contemporáneo. Crítica Urbana. Revista de Estudios Urbanos y Territoriales, Vol.5 núm. 24 Participación: mito o realidad. A Coruña: Crítica Urbana, junio 2022.